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Otra vez no la ven

No sólo no comprenden los nuevos paradigmas, sino que además no admiten su desatinada percepción. De hecho, se han equivocado frecuentemente y pese a la contundente evidencia empírica no toman nota de lo que acontece. Quizás debieran ensayar alguna autocrítica y en vez de ofenderse, ajustar las velas y encaminarse hacia el rumbo adecuado sin tantos berrinches.

Sabado, 22 de noviembre de 2025 a las 22:54

Hay momentos en la historia de un país en los que el escenario cambia de manera tan abrupta que seguir actuando como si nada sucediera se convierte en un gravísimo desacierto estratégico. Argentina está atravesando uno de esos instantes, tal vez el más icónico de esta era.

Cambió el tablero político, mutó la dinámica económica, los códigos sociales viraron, y sin embargo, muchas empresas, instituciones de la sociedad civil, gobiernos provinciales y municipios siguen operando de modo obsoleto con esquemas que se corresponden con el pasado.

Durante años, la política funcionó sobre la base de relaciones, estructuras territoriales, equilibrios sectoriales y acuerdos implícitos. La economía, aun en crisis recurrente, sostenía ciertos criterios de previsibilidad en la negociación estatal-empresarial, en lo corporativo y en lo sectorial. Ese entramado fue alterado bruscamente. Sin importar si se coincide o no con las decisiones del actual gobierno nacional, ya no se puede negar que las reglas son diferentes.

"Algunos nostálgicos dirigentes estatales suponen que un país en crecimiento es sinónimo de municipios o gobiernos provinciales con más “caja”. No escuchan los discursos oficiales o, peor aún, no los toman en serio. El proyecto es tener una economía privada fuerte y estados pequeños y eficaces, que tengan pocos recursos ya que la idea general es bajar tributos y para eso es vital gastar menos. Es muy básico, sin embargo, muchos siguen perdidos en laberintos inexplicables, anhelando algo que ya no volverá."

Sin embargo, en muchas salas de directorio y en las cúpulas de los gabinetes locales todavía se sigue hablando de los parámetros del 2023 e incluso de 2019. Se espera que el nuevo gobierno “negocie”, “acomode”, “modere”, como si los incentivos siguieran intactos. La realidad es otra. Hoy la lógica política se rige no por la búsqueda de consenso tradicional, sino por la disputa narrativa y la capacidad de sostener decisiones, incluso a costa de la confrontación.

Quien pretenda gobernar esperando el retorno de las viejas mediaciones, está destinado al desconcierto.

El primer error es creer que el contexto es transitorio, que “esto va a pasar y volverá algo parecido a lo anterior”. El segundo dislate es pensar que se puede seguir operando bajo manuales burocráticos o comerciales que no contemplan la volatilidad, la digitalización de la comunicación y la centralidad de la percepción pública. Hoy, un político o un empresario pueden perder legitimidad en 30 segundos, con un video viral, y tardar años en recuperarla.

"Que conducir una empresa ahora implica desarrollar un liderazgo estratégico más que enfocarse solamente en la clásica eficiencia operativa. Sin una visión clara de hacia dónde hay que ir, optimizar los procesos y profesionalizarse puede resultar absolutamente insuficiente."

Mientras tanto, los gobiernos locales siguen elaborando planes estratégicos con modelos vetustos y las empresas continúan apostando a la rentabilidad desde la eficiencia del proceso interno, sin considerar que el mayor riesgo hoy no está afuera: en la sorpresa política, en la reacción social, en la volatilidad de expectativas, en los cambios de conducta de los consumidores, en la innovación y la tecnología o en las tácticas de los competidores.

El nuevo contexto demanda tres capacidades fundamentales: anticipación, lectura de tendencias y velocidad para adaptarse tomando decisiones oportunas. No se trata solo de gestionar recursos o producir bienes sino de entender la dirección del país y posicionarse antes que el resto.

Negarse a este presente trae consigo serias consecuencias. A nivel estatal, persistir en el asistencialismo o priorizar la burocracia sin rediseñar la gestión puede ser el comienzo del final de muchos partidos en lo territorial. A nivel empresarial, planificar con base en la inercia puede derivar en la pérdida de competitividad, tensiones laborales evitables o ceguera frente a nuevas demandas del mercado y la transformación de regulaciones.

"No se trata de aplaudir o criticar un gobierno, sino de entender la época que toca en suerte transitar. Es un tiempo que exige lucidez para interpretar el poder, flexibilidad para rediseñar estrategias y audacia para decidir con la sincronización adecuada."

La Argentina de hoy propone convivir con la incertidumbre, pero también es la oportunidad para quienes logren visualizar lo que viene y anticiparse con astucia. El país está construyendo un modelo de funcionamiento y, aunque muchos no lo adviertan, algo es seguro: no es el de siempre sino otro.

El mercado laboral, la inversión, los impuestos, la seguridad jurídica, la apertura económica, lo previsional, la estructura de subsidios, el rol del Estado… todo está en plena discusión. Y quien espere a que todo eso se “ordene” para recién ahí mover sus fichas, llegará demasiado tarde.

No ven que el método tradicional de esperar el rédito político o la ayuda estatal ya no alcanza. Que hoy se premia la innovación más que la obediencia.

Que gobernar un municipio requiere pensar como gestor territorial dinámico y no como un administrador de partidas o un distribuidor de recursos.

Algunos nostálgicos dirigentes estatales suponen que un país en crecimiento es sinónimo de municipios o gobiernos provinciales con más “caja”. No escuchan los discursos oficiales o, peor aún, no los toman en serio. El proyecto es tener una economía privada fuerte y estados pequeños y eficaces, que tengan pocos recursos ya que la idea general es bajar tributos y para eso es vital gastar menos. Es muy básico, sin embargo, muchos siguen perdidos en laberintos inexplicables, anhelando algo que ya no volverá.

"Quienes siguen mirando el pasado esperando con añoranza que vuelva, siguen sin verla. Los que se animen a mirar el horizonte con inteligencia estratégica, tal vez, esta vez, puedan darles sustentabilidad a sus sueños y capitalizar al máximo esta situación que muchos esperaban vivir."

Que conducir una empresa ahora implica desarrollar un liderazgo estratégico más que enfocarse solamente en la clásica eficiencia operativa. Sin una visión clara de hacia dónde hay que ir, optimizar los procesos y profesionalizarse puede resultar absolutamente insuficiente.

No se trata de aplaudir o criticar un gobierno, sino de entender la época que toca en suerte transitar. Es un tiempo que exige lucidez para interpretar el poder, flexibilidad para rediseñar estrategias y audacia para decidir con la sincronización adecuada.

Quienes siguen mirando el pasado esperando con añoranza que vuelva, siguen sin verla. Los que se animen a mirar el horizonte con inteligencia estratégica, tal vez, esta vez, puedan darles sustentabilidad a sus sueños y capitalizar al máximo esta situación que muchos esperaban vivir.

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