La ilustrada Presidenta que padecemos, con seguridad si leyera esta nota, me corregiría y me diría “en los cerros de Ubeda, hombre”. Y me lo diría con gestos y términos académicos según su costumbre frente a la manada de “aplaudidores” de que gusta rodearse.
Y es que ella, en su ensoberbecida postura, no advertiría que tras el rótulo de esta nota iría la crítica a sus altisonantes declaraciones el día en que despidió a la tripulación del Hércules que lleva auxilio a las víctimas del tremendo sismo en Haití, cuando dijo “sentirse consternada por la pobreza imperante en ese país que es causa agravante de la trágica situación que allí padece la gente”. Y se detuvo reiteradamente en la descripción de la miseria que soporta ese pueblo conocida por ella en ocasión de su anterior visita a Puerto Príncipe, capital de esa República. Notable fue la descripción al completar su manifestación: ‘‘Con las palabras pobreza e indigencia no alcanza para explicar lo que sufre el pueblo de Haití. No pude hablar con el presidente porque está todo incomunicado; allá hay que llegar de día porque no hay energía eléctrica”.
Y es que Kristina está tan perdida en las nubes del Calafate (no en las de los cerros de Ubeda) o en las alturas de sus soberbias residencias en cuantos hoteles de estrelladas constelaciones se aloja durante sus habituales giras turísticas por el mundo en los que luce la magnificencia de sus lujosos vestidos y relumbrantes joyas, que no se ha enterado todavía de las lacerantes necesidades y el hambre que consume a la población del país.
Por eso, por andar entre las nubes, no conoce las carencias imperantes en Jujuy, en Formosa, en el Chaco y en nuestro suelo guaraní (Corrientes).
Quede claro que no es que no me sienta conmovido por la catástrofe sufrida por la población de Haití, ni que desconozca la pobreza y la estrechez imperante en ese país. Estimo que la mayoría de la gente sabe que Haití es el país más pobre de América y quizás del mundo. De manera que auspicio la solidaridad social del mundo en procura de paliar el sufrimiento que padece la población haitiana.
Lo que me parece más triste aún es que, quien se compadece de la desgracia ajena y expresa altisonantemente su dolor por las penurias de aquella lejana población, la Presidenta de nuestra nación, ignore el estado calamitoso que soportan muchísimos argentinos no sea motivo de aflicción para ella.
Y así es, porque, no obstante su permanente prédica demagógica respecto de la distribución de la riqueza para paliar la pobreza, en realidad lo que hace es aumentar desmesuradamente su millonario patrimonio en connivencia con su marido. Porque, con razón, más de uno se pregunta ¿cuántas escuelas, hospitales, viviendas, hogares de ancianos menesterosos etc. pudieran construirse con los cuarenta millones de pesos que en poco menos de cuatro años amontonó esta feliz pareja?
Seguramente doña Kristina no debe haberse enterado de la nota publicada el año pasado en los medios e informada por Internet, por el periodista chaqueño Mempo Giardinelli titulada “Argentina-Chaco-Tobas-Miseria sin fin-Genocidio encubierto”, en que se describe y se exhibe con abundante material fotográfico, los huesos forrados de piel que lucen nuestros hermanos chaqueños en el nauseabundo Hospital de Sáenz Peña, carente de los más elementales insumos para la atención de los cuerpos moribundos hacinados en el suelo de los pasillos.
Y menos escucha los desesperados llamados de la Iglesia de Jujuy que, por boca de su Obispo, permanentemente formula angustiosos llamados a la sociedad para que acuda en ayuda de los menesterosos de esa lejana y querida provincia argentina. La Presidenta, sencillamente, es ciega, sorda y muda: por eso no ve, no oye ni habla de la hambruna que padece su pueblo.
Y es así porque Kristina vive entre las nubes de sus aviones y helicópteros sin ver, y menos apreciar, los basurales de las villas miserias en que a diario mueren famélicos miles de niños argentinos.
Y vuelvo a reiterar, no estoy en contra de la asistencia solidaria que la humanidad debe a Haití. Lo que pretendo es llamar la atención de la principal responsable de la conducción del país que últimamente nos habló de los pájaros negros que se comen la carne muerta, cuando en nuestra patria lo que se comen es la carne viva de millones de argentinos y olvida ella que “la caridad bien entendida comienza por casa” y no entre las nubes del Calafate.