Por Leticia Oraisón de Turpín (*)
Cuidado con la mentira porque hace mucho daño, aunque se enmascare de bien es el mal latente, vivo y desorientador. Jesús, dirigiéndose a sus discípulos les dijo: “La verdad os hará libres” (Jn.8-32) y como todo lo que viene de la boca del Señor nos enseña el camino a transitar.
Porque la mentira confunde, distrae, desorienta y engaña.
La mentira oculta la intención perniciosa de distorsionar la realidad y generalmente implica perjuicio al destinatario, mientras el mentiroso se esconde tras su versión fallida, esperando siempre algo que lo beneficie.
La Real Academia Española, dice que la mentira es la “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree, o piensa”. La falsedad en cambio, puede estar sustentada en una confusión involuntaria por no reconocer lo verdadero.
La mentira es universalmente conocida porque se miente en todos lados, en todas las edades y en todos los niveles sociales, económicos y políticos. Y se miente ex profeso, deliberadamente, intencionalmente, con malicia, con miedo o con lástima. Pero se miente y se miente para excusarse o justificarse, para sacar ventajas, para aparentar, para herir o no herir, y también para convencer sobre determinados hechos, o para eludir consecuencias.
Pero hay un sabio refrán que dice: “la mentira tiene patas cortas”, porque no puede ir muy lejos y tarde o temprano se conocerá la verdad y la fábula se descubrirá y desenmascarará al mentiroso.
“La verdad os hará libres”, qué acertado y oportuno es decirlo, porque siempre se terminará conociendo lo oculto, lo oscuro o misterioso.
Y lo terrible de la mentira es que se aprende desde chicos, porque es en la infancia donde se acostumbra a decir la verdad o a mentir.
Un niño mentiroso es una proyección del hombre falso y dañino. Por eso hay que cuidar desde pequeñitos a los niños para que no mientan y hacerles conocer lo inconsistente de la mentira, para que no lleguen a crear el mal hábito y acostumbrarse a lo indeseado.
La familia de origen es, por eso, responsable del hombre mentiroso, porque no supo corregir a tiempo este defecto o porque no dio los ejemplos necesarios para evitar esta costumbre.
Costumbre que en algunos casos se convierte en mitomanía cuando se enquista en la personalidad del individuo. Hay personas que mienten para crearse un personaje ideal, fantasioso, distorsionado de la propia realidad; acomodan todo a sus ilusiones y deseos, fabricándose una vida y un entorno relatado, ficticio, mentiroso, que no responde a su verdadera existencia.
Dice Norberto Abdala que “es habitual que en la mayoría de los casos la causa última de la mentira sea una franca falta de autoestima y un profundo dolor psíquico, que se intenta disimular”.
Pero lo cierto es que en la mayoría de los casos se da la mentira como instrumento de manipulación, de manejo y de dominio sobre los demás.
Muchos nos mienten, nos miente el político prometiendo lo que sabe que no va a cumplir, nos mienten los empresarios, comerciantes o fabricantes haciendo propaganda desmedida de las cualidades de sus productos, y lamentablemente muchas veces también nos mienten nuestros amigos, por aparentar tener o ser más, pero la realidad es que la mentira nos sobrevuela constantemente.
Antes, nuestros padres nos decían que cualquier error es menor que una mentira, porque ésta se agranda y se hace incontenible, ya que para sostener una mentira se crean mentiras más grandes, serias y dañinas.
La verdad, por dolorosa y humillante que sea, será siempre mejor que una mentira arreglada y olorosa, porque terminará siendo nauseabunda.
“La mentira es aliada del enemigo” porque siempre terminará lastimándonos más que la cruda verdad.
(*) Orientadora
Familiar.