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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

El raro caso de la estatua de San Martín

La historia del Libertador de América no deja de asombrarnos, aun después de muerto, ya que han sucedido hechos sorprendentes e increíbles, como el que a la hora de su muerte, el reloj de bolsillo y el que estaba en la habitación se detuvieron, ambos, a las 3 de la tarde sin una causa aparente, ya que los dos tenían cuerda suficiente.
Intacto. El monumento ecuestre en Boulogne Sur Mer.

Por Francisco Villagrán

villagranmail@gmail.com

Especial para El Litoral

Entre los hechos curiosos que jalonan la historia del General San Martín, hay uno que muy pocos conocen y es que José de San Martín era muy buen guitarrista. Cuando estaba en campaña y ordenaba detenerse a su ejército para acampar y pasar la noche, los oficiales más cercanos le pedían, con una mezcla de respeto y admiración, que pulsara las cuerdas de la guitarra para ellos. Al rato era un gran número el que rodeaba al fogón, embelesados y conmovidos por la maestría de San Martín para tocar la guitarra. Quizás por su ascendencia de correntino tenía esta facilidad. 

Otra cosa, más que curiosa, fue la que ocurrió en 1909, cuando Perón inauguró el monumento a San Martín en Boulogne Sur Mer. La noticia, así dicha, no tiene ni el más mínimo error. El 24 de octubre de 1909, en la mencionada ciudad francesa en la cual San Martín pasó sus últimos días, se inauguró un monumento ecuestre en honor a nuestro máximo héroe. La curiosidad es que el alcalde de Boulogne Sur Mer por ese entonces, era un francés de apellido Perón, que no tenía nada que ver con el Perón que todos los argentinos conocemos. Coincidencias o curiosidades que a veces nos da la vida.

Y, justamente, haciendo alusión a esta estatua inaugurada en 1909, hay un hecho sorprendente en torno a ella, ya que los intensos bombardeos que sufrió esta pequeña ciudad francesa durante la Segunda Guerra Mundial, la destruyeron casi por completo, pero la estatua de San Martín no fue afectada en lo más mínimo. Nadie le encuentra explicación a este hecho. En efecto, durante la Segunda Guerra Mundial, el norte de Francia estuvo ocupado por los nazis. Los ataque de los aliados durante esa época llegaban desde Gran Bretaña y su principal blanco eran las ciudades costeras del Canal de la Mancha y Boulogne Sur Mer no fue la excepción. Los bombardeos fueron constantes y devastadores para la ciudad. En total fueron 487 ataques. La zona de la costa quedó completamente destruida y hubo que reconstruirla. Pero, aquí lo extraño y misterioso: sólo una construcción quedó en pie, de manera inexplicable. Era el monumento a José de San Martín, quien erguido en su caballo, a 11.000 kilómetros de su lugar natal, se levantaba entre los cráteres y escombros que dominaban un paisaje en el que antes había edificios. Desde entonces, en la ciudad que está grabada en el imaginario argentino como aquella en que murió el Libertador, se habla del milagro de la estatua.

Los inicios

Pero la historia de San Martín con la ciudad comenzó en 1848, cuando el general se escapó de París preocupado por las revueltas obreras que terminarían con la restauración de la segunda República Francesa. San Martín dejó la ciudad luz pensando que su destino estaría en Londres. Sin embargo, el tren que tomó en París, lo dejó en Boulogne Sur Mer, una pequeña ciudad portuaria frente a Gran Bretaña. A San Martín, que en ese momento tenía 70 años, lo sedujo el lugar, tranquilo, cercano a París y a los médicos que ya lo trataban por su asma, su reuma, sus crecientes problemas de vista y sus úlceras. “En casa vieja, todas son goteras” escribió sabiamente para describir con crudeza su salud. A la vez, era un lugar estratégico porque le permitía un rápido escape a Inglaterra en caso de ser necesario. Primero paró en hoteles, pero pronto encontró a alguien que le ofreció quedarse en una enorme casa por un alquiler simbólico. Era Adolphe Gerard, abogado, periodista y director de la biblioteca de la ciudad, propietario de la vivienda. Seducido por la imagen de San Martín y por las charlas compartidas sobre política, le dejó el segundo y tercer piso de su casa ubicada en el centro de la ciudad, Grande Rue 113.

Allí San Martín se quedó con su hija Merceditas, su yerno Mariano Balcarce y sus dos nietas. Hoy la casa es el Museo Libertador San Martín, que recibe unos 5.000 visitantes al año, y adquiere una singular importancia, porque allí vivió San Martín sus dos últimos años; le pertenece al Estado argentino, que la compró en 1926. Al principio funcionó como museo y consulado, pero desde 1968 quedó sólo como museo.

El recorrido por los tres pisos, el patio, el jardín de invierno y el sótano permite ver diversos elementos ligados a San Martín: sables, fusiles, 150 medallas, un mapa que marca su recorrido por América del Sur, el acta de la Independencia argentina, un catre de campaña, el acta de su deceso y hasta muñecos de cera de tamaño real, de los granaderos, entre otras cosas.

Sobresalen del resto, dos cuartos: aquel en que vivió San Martín y aquel en que murió. Desde el 6 de agosto de 1850 San Martín no dejaba la cama.

El 17 mejoró su ánimo y se pasó a la habitación de su hija Merceditas, para que le leyeran allí los diarios del día. Hacia las dos de la tarde le volvieron los ataques gástricos y se recostó muy dolorido. Una hora después murió, pasando a la inmortalidad.

Desde ese día, el reloj de la habitación como el de bolsillo del Libertador, quedaron detenidos a las 15, como si una mano invisible los hubiera parado. Como dijimos antes, la vida de San Martín estuvo jalonada por hechos salientes y sorprendentes. Este hecho inexplicable fue el último de su azarosa vida.

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