Un proyecto que fusiona creatividad, compromiso ambiental y formación universitaria ha sido patentado en el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial (INPI). Se trata de un innovador ladrillo ecológico desarrollado por José Daniel Fernández (49), estudiante de la Licenciatura en Diseño Industrial de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad Nacional del Nordeste (Unne).
La premisa que motivó a Fernández, quien también es profesor y árbitro nacional de tenis, fue transformar la basura en una oportunidad social. El estudiante, que vive en la capital correntina y nació en Presidencia de la Plaza (Chaco), se inscribió en la carrera de Diseño Industrial de la UNNE en 2023 con la meta de proponer soluciones sociales y ambientales.
De residuo a material de construcción
El proyecto surgió en el marco de la cátedra Tecnología de los Materiales de la FAU. José decidió abordar una problemática cotidiana de su barrio: el descarte masivo de maples de cartón para huevos, un residuo que habitualmente termina en los basurales.
Tras numerosos ensayos de búsqueda e investigación, el estudiante logró reutilizar estos desechos para fabricar ladrillos ecológicos, livianos y de bajo costo, aptos para interiores, cielorrasos y revestimientos.
"El proceso es bastante divertido a pesar de haber tenido más errores que aciertos. Quemé dos licuadoras intentando hacer la pasta base de cartón”, explicó Fernández a Unne Medios.
El éxito del desarrollo radicó en encontrar una combinación justa de cartón de maple con un aglutinante a base de dextrina, bicarbonato de sodio, vinagre y agua. Con esta mezcla, logró un material compacto y homogéneo que no requiere cocción.
La trascendencia del producto final es notable, ya que reduce la huella de carbono al prescindir del uso de hornos y combustibles fósiles, promueve la economía circular y abre la posibilidad de integrar a cooperativas y talleres comunitarios en su producción.
La perseverancia y el rol de la universidad pública
Fernández, que combina su vida universitaria con su rol como voluntario en Extensión Universitaria, reconoció que el camino no fue sencillo debido a la falta de normativa específica para materiales alternativos en Argentina.
Sin embargo, su perseverancia y compromiso lo impulsan a continuar: “Para mí, es maravilloso tener la posibilidad de generar estas iniciativas gracias al impulso que te da la universidad a través de sus docentes motivadores”, reflexionó.
El proyecto patentado en el INPI es un claro ejemplo de cómo la universidad pública en el Nordeste actúa como motor de innovación con un profundo compromiso social y ambiental.