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Malas noticias

Por José Ceschi

 ¡Buen día! Comienzo aclarando que no le voy a dar noticias malas, sino arrimarle algunas ideas para cuando ellas sucedan. Y me refiero a noticias que nos afectan afectivamente, para decirlo en un juego de palabras. Esas que nos llegan por vía personal y que tienen que ver, directa o indirectamente, con nuestra vida.

Una nota de Miguel Espeche (“Cuando llegan las malas noticias”) puede ayudarnos a una sana reflexión. Leemos: “Hay dos extremos negativos para abordar la cuestión de la potencial mala noticia que la vida puede traernos: la negación, por un lado, y la obsesión aterrada, por otro.

Los negadores son aquellos que viven “livianitos” como si nada malo pudiera pasar, tomando la aparición de una eventual “mala noticia” como una suerte de error infame en el diseño de la vida. Por su lado, los obsesivos y agoreros, aterrados de que algo malo pase, previenen el mal, olvidándose de vivir, sometidos al miedo y a la terrible espera de la desgracia.

Como nos pasa con el cuerpo bien alimentado, que cuenta con mejores aptitudes para enfrentar enfermedades y heridas, vivir bien, con amores y algo de sabiduría, nos va fortaleciendo y generando un capítulo de recursos que de a poco van armando una suerte de colchón, de modo que, cuando viene la mala, servirá para atravesarla de mejor manera.

Es por eso que tantos que han sufrido una calamidad, como un acto de violencia, una enfermedad propia o de un ser querido, terminan, en su mayoría, valorando enormemente su mundo afectivo, su entorno emocional, su “capital” espiritual, alegrándose por haberlo cultivado previamente o, por el contrario, lamentando no haberle dado suficiente importancia a lo largo de la vida. Ocurre también que los receptores de una “mala noticia”, golpeados por lo implacable de ciertas situaciones, suelen apelar a viejas enseñanzas recibidas en su infancia, las que creían haber dejado atrás, pero que resurgen como recursos anímicos a la hora de tener que sostenerse en una situación límite”.

¡Hasta mañana!

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