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El mensajero que vino de otro mundo

Un impactante suceso ocurrió en Carcarañá, Santa Fe, en 1877, cuando fue descubierto un presunto aerolito que habría caído hace muchos años y en cuyo interior fue encontrado un ser que estaba momificado. Los detalles del increíble caso fueron proporcionados por el diario La Capital, de Rosario, uno de los más antiguos de América del Sur.
Enigma. Interpretación del caso, por el dibujante Carlos Pedrozo.

Por Francisco Villagrán

villagranmail@gmail.com

Especial para El Litoral.

Buscando en los archivos más  antiguos relacionados con el fenómeno ovni encontramos un caso verdaderamente espectacular e increíble, por los detalles que se pudieron conocer. El hecho fue comentado por el colega investigador, comisario retirado Osvaldo Sánchez, del Chaco, en un artículo publicado por el diario Norte, el 26 de abril de 1992. Según el mismo, el 13 de octubre de 1877 el mencionado diario rosarino publicó una extraña y enigmática nota, que por esas cosas de la vida y circunstancias, pasó inadvertida por mucho tiempo. Hablaba del hallazgo, a orillas del río Carcarañá, cerca del pueblo del mismo nombre, de un aerolito de cuyo interior fue extraído un extraño ser que estaba momificado. El diario titulaba: “Asombroso descubrimiento en el río Carcarañá. Hallan un aerolito con un extraño ser en su interior”.

Pero veamos cómo fue esta increíble historia. Resulta que el químico francés Auguste Sevarg, llegó a Carcarañá para recuperar su deteriorada salud. Mientras se hallaba caminando por las barrancas de ese río, cuando estaba a unos 15 km. del pueblo, se encontró frente a una gran roca negra de forma ovoide. Intrigado, la examinó detenidamente y llegó a la conclusión de que estaba frente a un gran aerolito de unos 20 metros de largo por 10 de ancho. Sevarg, entusiasmado por tan colosal hallazgo, telegrafió a su amigo Charles Davis, que era geólogo y andaba por Córdoba y le pidió que venga. Junto con él vino también otro geólogo, John Paxton. Entre los tres decidieron perforar el aerolito para estudiarlo. Después de haber examinado las muestras extraídas de la extraña piedra, se convencieron de que estaban frente a una piedra que venía del espacio exterior, antes de incrustarse en la Tierra. El intenso color negro que tenía la piedra era por la fricción y quemazón al entrar a la atmósfera terrestre. Además, todo el perímetro alrededor de la piedra estaba vitrificado y esto sólo se logra con temperaturas cercanas o superiores a los 1.000 grados centígrados. Quedaba comprobado entonces que la mole pétrea vino del espacio.

Los científicos, con la ayuda de los peones Jesús Villegas y Pedro Cerro, perforaron el objeto que estaba constituido por algunos minerales inexistentes en la Tierra como carbón en estado de grafito, sulfuro de hierro magnético, carbonato de magnesio y de hierro,  y cesium entre otros. Con sorpresa los estudiosos comprobaron que la piedra era hueca y tenía una especie de compartimentos artificiales, una vez que ingresaron en su parte inferior hallaron un ánfora de metal blanco, con unos extraños dibujos. Luego de trabajar una hora y media en la parte inferior, lograron sacar una tapa y en su interior encontraron una especie de tumba rectangular en cuyo interior había el cuerpo de un humanoide momificado de unos 90 cm. También hallaron una chapa de plata con dibujos, el sol con algunas estrellas a su alrededor, de las que sobresalía por su tamaño más grande, el planeta Marte. Un estupor embargó a los científicos ante tan sensacional descubrimiento. No olvidemos que estamos hablando de las orillas del río Carcarañá en el año 1877.

¿Meteorito o nave de otro mundo?

De acuerdo con las notas que Sevarg envió en esa época al diario La Capital, se extrajeron valiosos informes que en los últimos tiempos fueron investigados por destacados expertos, entre ellos el Dr. Antonio Las Heras, que llegó a Carcarañá, revisó todo tipo de archivo posible que encontró, habló con viejos pobladores del lugar, hizo un relevamiento aerofotográfico de la zona y elaboró un pormenorizado informe de este resonante caso. Las Heras dice en su informe final que “el objeto que cayó del espacio en 1877 cerca de Carcarañá, no pudo ser un pedazo desprendido del planeta Marte como supuso Sevarg, como tampoco lo fue un meteorito de ese tamaño. De ser así de ninguna manera pudo ser hallado en la superficie, pues al impactar con la tierra provocaría un gran cráter, en lo profundo del cual yacería la  piedra.” Concluyó que vistas las características del extraño cuerpo celeste, es evidente que se trató de un aparato extraterrestre guiado. Con respecto al tripulante de la “piedra voladora” y atento a las precisas anotaciones que dieron del ser encontrado en la tumba, no caben dudas de que era un hombre de otro planeta. 

En parte de la nota se lee: “ …en el centro se destaca un cuerpo envuelto en una especie de sudario calcáreo, estaba extendido como quien duerme y apenas medía unos 90 cm. aproximadamente. Atacando el calcáreo con ácido se observa una momia muy bien conservada, la cabeza casi intacta, no tiene cabello, el cutis era liso, sin barba, el cerebro debía ser triangular, la cara aplastada y en vez de nariz, tenía una especie de trompa. Estos elementos de juicio, más el hecho comprobado de que el supuesto aerolito no cayó, sino que aterrizó y el mismo era hueco pero con habitáculos internos, más el ánfora con la placa de plata, hacen suponer que sería una especie de satélite que envió alguna ignota civilización, junto a este ser quizás para cumplir una misión y que posiblemente la nave de piedra hueca sufrió algún percance técnico y debió descender sobre nuestro planeta.

Pero, ¿quién era el viajero del cosmos? Ese humanoide al final de cuentas cuando partió de su planeta de origen ya estaba muerto y acomodado en la extraña nave, fue lanzado al espacio. Otra posibilidad: el ser no estaba momificado sino hibernando, es decir sometido a un proceso de vida suspendida, por lo cual en determinado momento podía despertar de su letargo. En este caso el sistema para revivir se estropeó al ingresar a nuestra atmósfera o bien fue interrumpido por el científico Sevarg y los suyos al sacar al ser de su habitáculo. En realidad todo esto parece ciencia ficción, pero no lo es, fue un hecho real. Todo pasó realmente, todos los personajes existieron, lo que fue comprobado por las investigaciones. Respetables familias de Carcarañá dieron su valioso testimonio, lo mismo que el Centro de Investigaciones y Estudios Históricos de esa localidad. Lamentablemente los objetos y los restos del objeto y el ser humanoide, desaparecieron luego de haber sido exhibido durante varios años. De los científicos que intervinieron en el caso tampoco hay rastros. Solamente están las notas enviadas a “La Capital” de Rosario por el científico y su grupo y que fueron halladas en el archivo del diario, además de algunos testimonios de esa época. Pero del resto de los elementos mencionados, nada, desaparecieron, nadie sabe adónde fueron a parar. ¿Los tiraron o los llevaron a alguna parte? Y como a menudo se dice, muchas veces la realidad supera a la ficción, como en este caso.

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