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/Ellitoral.com.ar/ Efemérides

Francisco Laureana, un asesino y violador serial correntino que murió baleado

El 27 de febrero de 1975 fue ultimado este joven oriundo de Corrientes que fue conocido como “El sátiro de San Isidro”. Su raid delictivo duró pocos meses en los que violó y mató a 13 mujeres. 
IDENTIKIT. Este fue el afiche que se repartió en la zona en las que cometía sus crímenes marcando el inicio de su final.

por Pablo Miguel Reyes Beyer

@soypablomiguel

Se cumplen 45 años de la muerte de Francisco Antonio Laureana, un violador y asesino serial correntino que aterrorizó al norte del conurbano bonaerense atacando a mujeres. Fue conocido como  “el sátiro de San Isidro”.

Laureana nació en Corrientes  en 1952, era un seminarista que a mediados de 1974 abandonó el internado en el que vivía desde niño. Las crónicas policiales dirían luego que se fue huyendo tras haber atacado a una monja.

El destino elegido por este correntino fue la coqueta ciudad de  San Isidro en el norte del conurbano bonaerense. Allí se juntó con una mujer y comenzó a trabajar como artesano y carpintero; por la calidad de sus obras fue rápidamente conocido en ferias de la zona y consiguió buenos ingresos.

Se estima que su raid delictivo había comenzado en noviembre de 1974. Hasta su muerte el 27 de febrero de 1975 habría sido el responsable de violar y asesinar a 13 mujeres, además 2 lograron sobrevivir a la agresión sexual.

Para algunos especialistas es el mayor asesino en serie de la historia del país. Sin embargo es menos conocido que otros criminales como Cayetano Santos Godino Carlos Robledo Puch, quienes tienen un prontuario menos frondoso. 

En términos actuales sería llamado un femicida ya que sólo atacaba mujeres por su condición. Pero a mediados de la década de 1970 no existía ese término.

Fuente: Revista Así, 5 de marzo de 1975.

 

Sus crímenes

Pocos meses después de la llegada de Laureana a San Isidro, en la zona comenzaron a registrarse casos de mujeres jóvenes o niñas violadas y asesinadas. Como era una época especialmente violenta los hechos pasaban algo desapercibidos en la prensa.

Para la gente que lo conocía Laureana era una buena persona, trabajadora y cariñoso con los hijos de su pareja, pero la realidad era otra. Luego de terminar su jornada laboral, se desplazaba en un Fiat 600 con dos armas de fuego hasta exclusivos barrios y comenzaba a caminar buscando víctimas.

Mientras se acumulaban los aberrantes asesinatos los investigadores de la Policía Bonaerense estaban desconcertados, pero fue un detalle el que les hizo pensar que el responsable era uno solo.  El modus operandi era el mismo: los ataques ocurrían los miércoles y jueves a las 6 de la tarde en casas con pileta y con muchísima violencia, por más que suene una obviedad.

Pero lo que faltaban eran testigos. Esa suerte comenzaría a revertirse en enero de 1975.

En la localidad de  Boulogne Sur Mer  Laureana violó y asesinó a dos hermanitas de 5 y 7 años. Una vecina aseguró que vio a un hombre antes pero pensó que era un familiar por como saludó a las víctimas.

Pocos días después mató a una mujer en una vivienda en San Isidro y mientras escapaba fue visto por un jardinero de apellido Ramírez que trabajaba en la cuadra. Laureana se dio cuenta que el hombre lo miraba con atención por lo que sacó su revólver, le disparó y huyó del lugar.

Ramírez logró sobrevivir y alertó a la Policía, quienes inspeccionaron la casa de la que salió el criminal descubriendo el cadáver de la nueva víctima.  “De esa cara no me olvidaré nunca en mi vida”, dijo el jardinero describiendo al correntino mientras dibujaban su identikit.

El final

"Estatura: 1,70 mts", "Andar: ágil y esbelto", "Acento: norteño o de país limítrofe", "Cutis: oscuro, casi cobrizo", fueron algunos de los datos aportados en el identikit. Esa imagen se repartió por toda la zona de los ataques para informar a la comunidad.

Intentaron tenderle varias trampas, mujeres policías tomaban sol en fastuosos chalets para llamar la atención del “sátiro de San Isidro” mientras numerosos efectivos esperaban dentro. Pero Laureana no cayó en esas tretas.

Su último día de vida fue el 27 de febrero de 1975, un jueves como indicaba su macabra costumbre. Según indicaron las crónicas policiales una niña que jugaba en la pileta de su casa lo vio mientras se escabullía por la ligustrina y avisó a su mamá, quien llamó a la Policía.

Los patrulleros que salieron a su caza lo encontraron rápidamente y le dieron la orden de detenerse para identificarlo. Laureana sacó su revólver y atacó a los efectivos pero en la huída recibió un balazo en su hombro.

Los uniformados siguieron el rastro de sangre hasta una casa por calle Esnaola e ingresaron. Pese a la colaboración del cuidador y la intensa requisa no lo encontraban por ninguna parte; temían que se haya podido escapar.

Una perra de nombre Rina vio a Laureana ingresar a un depósito de la vivienda y lo atacó, sellando el destino del criminal. Los intensos ladridos alertaron a los investigadores.

No está claro si el violador y asesino serial se resistió a los tiros o si fue fusilado por los policías. Pero sí que en ese galpón murió acribillado por las ametralladoras de los oficiales.

 

Fuente: Revista Así, 5 de marzo de 1975.

 

"En vez de matarlo tendrían que haberlo detenido e interrogado para que confiese qué crímenes cometió. Pero ahora muerto quien sabe si es el sátiro que buscaban o no", dijo la madre de Laureana con frialdad. "Mi hermano no era un sátiro ni un asesino", dijo su hermana en su defensa, pero en la morgue el jardinero al que había baleado y la mujer que lo vio antes de asesinar a dos niñas lo identificaron.

"Para mí todo ha sido una sorpresa porque él se comportaba como un buen padre que quería a sus hijos", dijo María Romero, su esposa. Como particularidad algo que ella recordó era que antes de irse siempre le decía  “no saques a los pibes porque hay muchos degenerados sueltos”.

En una requisa en la casa en la que vivía Laureana se encontraron varios juguetes, anillos y otros objetos que pertenecían a sus víctimas y que guardaba a modo de botín. Un caso de manual.

 

Fuente: Revista Así, 5 de marzo de 1975

 

Francisco Antonio Laureana tiene adjudicados al menos 13 violaciones y asesinatos a mujeres y otras dos lograron sobrevivir a la agresión sexual. No obstante no se descarta la posibilidad de que haya cometido más crímenes y que no hayan sido atribuidos a él.

Pese a ser considerado como el mayor asesino en serie de la historia del país hoy su nombre y lo que hizo parece olvidado. Esto llama la atención en un momento como el actual en el que se realizan grandes producciones fílmicas para recordar el andar de criminales como Carlos Robledo Puch o el Clan Puccio que en los papeles cometieron menos delitos.

 

Fuente: Revista Así, 5 de marzo de 1975

 

Existen sólo 3 fotos conocidas de Laureana. Todas fueron tomadas en la Morgue.

 

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