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La enigmática zona del silencio

Cerca de Durango, en México, existe un misterioso y enigmático lugar donde la radio no se escucha, se ven volar extrañas bolas luminosas, caen meteoritos a menudo y se han avistado Ovnis y presuntos seres extraterrestres en las inmediaciones de esta misteriosa zona. 
Lugar. Los esqueletos de animales abundan allí.

Por Francisco Villagrán

villagranmail@gmail.com

Especial para El Litoral

Todos estos extraños hechos comenzaron allá por 1970, cuando la compañía mexicana Pemex le encargó al ingeniero Augusto Harry de la Peña, que hiciera unos importantes estudios en unos terrenos cercanos a la población de Ceballos, en Durango, un sector que tiene una superficie de 10 km. de norte a sur y 30 desde oriente hasta el poniente. El ingeniero, al estar en esa zona desértica, asombrado comprobó que su radio receptor no recibía ni enviaba señales en ese sitio. Después, junto con otros técnicos, verificó que en partes donde no se captaban señales radiales, al día siguiente sí se oían y en sitios donde sí se escuchaba la radio, al día siguiente era imposible  oír nada. Es decir, la situación se revertía día por medio, de manera que no tiene una explicación lógica o científica.

Entonces el ingeniero bautizó el lugar como la Zona del Silencio, un nombre que se hizo famoso cuando un cohete Athena, lanzado desde Utah, EE. UU., el 11 de julio de 1970 y que iba dirigido a la base militar de White Sands, Nuevo México. Para recuperar la cabeza del cohete, que tenía cobalto radiactivo, empezaron a llegar a ese lugar decenas de técnicos norteamericanos, incluido el científico alemán Werner Von Braun, padre de la astronáutica y vuelos espaciales yanquis. Ya para el 17 de septiembre, eran 700 los norteamericanos que estaban allí. Rápidamente instalaron un ferrocarril desde Ceballos hasta la Zona del Silencio y después se llevaron nada menos que 80 vagones con toneladas de tierra, fósiles, animales y plantas, alegando que estaban contaminadas de radiactividad. Entones el gobierno mexicano decidió impedir este saqueo y ordenó: “Se les concede un plazo de 72 horas a los señores norteamericanos para retirarse de la Zona del Silencio y dirigirse de inmediato al puente internacional.” Sólo después de este incidente los norteamericanos “encontraron” la cabeza radiactiva y se la llevaron.

Lo que pasó en realidad es que los norteamericanos querían hacer un estudio detallado de la zona, y tomaron la caída del cohete Athena como pretexto, porque en esa región ocurren cosas enigmáticas realmente. Los vecinos de la zona manifiestan que ven continuamente bolas de fuego que suben y bajan y han avistado Ovnis que llegan desde el espacio, por lo que suponen que allí debe haber una base subterránea. Además en esa zona caen a menudo meteoritos, de los que sobresale el que cayó en Allende, en febrero de 1969, que resultó ser el más antiguo del sistema solar, pues tiene unos 13 millones de años. También causó conmoción un meteorito que cayó allí años después, con unas extrañas inscripciones, posiblemente hechas por seres racionales de algún planeta lejano, que aún está siendo estudiado.

El mineral magnético bajo la Zona del Silencio hace que allí se forme un vórtice o remolino, que funciona como una bomba absorbente que atrapa a los meteoritos que al entrar en la órbita terrestre, por la fricción se incendian y disgregan quedando convertidos en polvillo metálico que constantemente cae en ese lugar. Asimismo ese torbellino hace que los rayos cósmicos entren directamente y ocasionen mutaciones a plantas y animales en ese desierto. Y este intenso magnetismo hace que el lugar sirva de faro o entrada para los Ovnis de propulsión magnética. En cuanto a encuentros con extraterrestres, ha habido varios. Un transportista cuando guiaba su camión con mercadería por la carretera que aún pasa por la zona, vio que a los lados de la carretera estaban cinco niños, y se acercó, pero cuando llegó junto con ellos se dio cuenta de que eran unos extraños seres humanoides de ojos felinos, piel grisácea y vestidos con un uniforme entallado. Aterrado, aceleró el motor y salió disparando, lo que hizo que los hombrecitos huyeran. En 1975, un matrimonio de turistas mexicanos y un guía, estaban en el desierto fotografiando una víbora de cascabel, cuando vieron que dos “niños” se acercaban. La señora mediante señas les indicó la serpiente venenosa mostrándoles el peligro, los niños ingresaron en la tienda de campaña de los turistas. Cuando el matrimonio y el guía regresaron a la tienda, asombrados la encontraron vacía. Y en todo el desierto no encontraron rastros de ellos, pues la señora creyéndolos unos niños extraviados insistió en buscarlos con el jeep que traían. Nunca más los vieron.

Otro matrimonio que en su camioneta regresaba de una excursión por la Zona del Silencio, se vio sorprendido por una gran tormenta. Cuando la camioneta se quedó en el barro, el hombre salió para poner piedras bajo las ruedas y evitar que se hundiera más. De pronto aparecieron dos hombres muy altos, cubiertos con impermeables de una pieza, amarillos, los que se ofrecieron a ayudarlos. Los extraños, demostrando una gran fuerza, de un sólo tirón sacaron la camioneta del barro. Cuando el hombre se bajó de su vehículo para darles las gracias por su ayuda, los individuos no estaban, habían desaparecido. Casos como este y otros parecidos ocurrieron en cantidad en esta zona, relatados por testigos de distintas profesiones y de ciudadanos comunes, que estaban circunstancialmente de excursión por la Zona del Silencio y habían tenido un percance, siendo ayudados por extraños personajes.

Existe una leyenda o creencia en Africa, que dice que los elefantes cuando sienten que están por morir se dirigen a un lugar denominado cementerio de elefantes, que está lleno de esqueletos de paquidermos que mueren allí. Aunque esto no sea verdad o no está debidamente comprobado, siempre queda la duda de si es cierto o no. Sin embargo, en la Zona del Silencio existe un lugar así y esto es muy fácil de comprobar. Está cerca del cerro de San Ignacio, un sitio lleno de magnetismo. Resulta que allí, las reses, burros y caballos van a morir, quedando sus osamentas a la vista, blanqueadas por el sol. ¿Qué hace que este extraño fenómeno ocurra? ¿Por qué los animales eligen esta zona para ir a morir? La explicación quizás más cercana a la realidad es que son atraídos por un extraño magnetismo que sólo ellos pueden percibir. Es un tema para seguir investigando.

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