El Instituto de Botánica del Nordeste (Ibone) indicó que el falso parasol o sombrero de esporas verdes (Chlorophyllum molybdites) es un hongo tóxico, causante de la mayoría de las intoxicaciones por el consumo de hongos en nuestro país. “Se lo confunde con otro hongo que sí es comestible”, explicó una ambientalista.
La ingesta del falso parasol (no el tacto) causa trastornos gastrointestinales severos, con vómitos recurrentes, diarreas, depresión del estado de conciencia, fotofobia, mareos, escalofríos y sudación. En Corrientes hay proyectos de producción de hongos comestibles, a la par de las advertencias por la intoxicación que pueden provocar algunas especies.
El Ibone describió a estos hongos por sus sombreros grandes (de hasta 20 centímetros de diámetro), de color blanquecino, cubierto por sectores con escamas marrones; el sombrero es sostenido por un pie con un anillo, y el carácter sobresaliente es que tiene laminillas (la parte que se encuentra debajo del sombrero) que se tornan de color verdoso. Esta última característica solo es apreciable en ejemplares maduros, por lo que es imprescindible observar especímenes maduros para identificar correctamente a esta especie.
Vistoso y llamativo
“No se trata de una invasión, pero después de las lluvias es más común encontrar estos hongos que son venenosos y que provocan daños gastrointestinales”, agregó la ambientalista correntina Nora Frank. Reconoció, sin embargo, que muchos casos de intoxicación se deben a la confusión con el parasol (Macrolepiota procera), que tiene distribución en provincias de la Patagonia.
En eso coincide el Ibone: el falso parasol es un hongo vistoso y llamativo, su aspecto carnoso, de gran tamaño, olor agradable y su similitud con otras especies (como por ejemplo de Macrolepiota) hace que sea apetecible. Sin embargo, su consumo causa intoxicaciones, e incluso la muerte en algunos consumidores.
Estos hongos aparecen esporádicamente cuando se presentan condiciones de alta humedad y descenso de temperatura. Es muy común encontrarlos creciendo en parques y jardines o a la vera de la ruta.
En estas semanas lluviosas, el Ibone pidió extremar los cuidados en el consumo de hongos silvestres, o evitarlos si es posible. La institución cuenta con un herbario que se inició en 1965, identificado con el acrónimo Ctes. Ocupa una superficie de 434 metros cuadrados dividida en dos pisos y reúne cerca de 500.000 ejemplares de plantas vasculares, montados en cartulinas numeradas, 30.000 ejemplares de líquenes y 8.000 de hongos.
Trampa habitual
“En otoño, cuando baja la temperatura del verano y aumenta la humedad, se dan las condiciones ambientales para que pueda salir la mayor cantidad de hongos, en especial los Agaricales, que son los que más casos de intoxicación producen. La gente sale a recolectarlos y tiene lugar el mayor número de inconvenientes”, dijo Bernardo Lechner, que es investigador del Instituto de Micología y Botánica de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Una trampa habitual en la que caen muchos es con Chlorophyllum molybdites. “La gente lo ve carnoso, grande, y algunos pueden pensar: ‘¡cómo vamos a comer!’. Tienen el concepto de que, como es de gran dimensión, no puede ser tóxico. Y lo es: si se ingiere se tendrán 48 horas aseguradas de vómito y diarrea”, explicó al sitio Nexciencia.
Potencial cultivo
“Creemos factible la promoción del cultivo de hongos comestibles como una actividad sustentable para Corrientes y la región, en especial para pequeños productores o producciones familiares”, aseguró el doctor Nicolás Niveiro, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y Agrimensura de la Unne (Facena). Niveiro reiteró que la producción o comercialización de hongos es una actividad poco desarrollada en el país, pese a que tiene un alto potencial.