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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La democracia respira

Dos candidatos llegan a la compulsa con altísima legitimidad, tan apreciados por la propia tropa como respetados por la facción antagonista. Las elecciones son transparentes, organizadas conforme aspiraciones de excelencia perseguidas por ambos oponentes. El proceso democrático fluye con normalidad y unge al ganador, consagrado por una mayoría ajustada, suficiente para superar por mínima diferencia a un oficialismo abierto al cambio, que acepta el veredicto democrático, aplaude a su rival victorioso y lo invita a su diestra para iniciar la transición hacia el traspaso de mando.

¿Es posible este relato de la perfección cívica en el mundo de hoy? Aunque no lo crean, es posible. ¿Dónde pasó, en Noruega? No precisamente. Los hechos descriptos tuvieron lugar aquí mismo, en esta comarca litoraleña en ciertos aspectos tan subestimada, en apariencia tan desacoplada de los estándares ideales. 

La historia en cuestión transcurrió tal cual esta columna hace constar en su párrafo introductorio con la manifiesta intención de resaltar lo siguiente: el sistema democrático goza de excelente salud en un ámbito cuyo prestigio es motivo de orgullo regional.

Ese espacio se llama Universidad Nacional del Nordeste, donde el conocimiento se comparte bajo el precepto constitucional de la gratuidad educativa para formar a los ciudadanos llamados a recuperar un país que merece mucho más de lo que hasta ahora pudo obtener en el reparto de la renta global.

Es allí, en el claustro académico dedicado a forjar el pensamiento crítico reflexivo de las nuevas generaciones, donde late la esperanza de crecimiento y desarrollo, palpable en cada examen aprobado, en cada profesor dispuesto a dar lo mejor de sí, en cada egresado listo para salir al ruedo de un mundo que demanda personas virtuosas, valientes, inteligentes, generosas, cultoras de la lógica aristotélica del justo medio como principio ético irrenunciable.

La elección del flamante rector de la Unne, el oftalmólogo Omar Larroza, fue el punto culminante de una experiencia que vino a resumir esas fortalezas de la universidad como herramienta de superación social. Es que los acontecimientos discurridos en el Aula Magna “Raúl Alfonsín” responden exactamente a la demanda comunitaria actual, que es una muy concreta: romper con la monotonía autodestructiva de una disputa estéril, en un cuadrilátero de fango donde socios de una misma coalición gobernante salpican al resto mientras el país se hunde en un menjunje de inflación, pobreza y desconcierto.

La experiencia democrática consumada en la Unne se inscribe como la antítesis del desolado presente nacional. Corolario de una construcción política de dos sectores que decidieron competir sin dobleces, las estrategias que impulsaron a los candidatos demuestran las virtudes de un arte indispensable para la reconstrucción nacional, como es la habilidad de conjugar ideas, personas e intereses en torno de fines constructivos como los representados por Larroza y Torres.

Ganó el médico, pero eso no le quita mérito a la abogada. La diferencia estuvo en la estrategia del equipo triunfador, con un eficaz entramado de apoyos que hizo pie en seis facultades ligadas al ministro secretario general de la Gobernación, Carlos Vignolo: Medicina (la casa del candidato ganador), Veterinaria (donde Vignolo desarrolló su prolífica vida universitaria), Ciencias Exactas (donde Larroza anotó el respaldo clave de la decana María Viviana Godoy Guglielmone), Humanidades (con el acompañamiento estratégico del exdecano Aldo Lineras, referente de esa carrera y actual ministro de Educación de Jorge Capitanich), Ingeniería (allí sumó el aval del decano de extracción peronista Pepe Basterra, de gran prestigio en la familia universitaria) y Ciencias Económicas (donde se consolidó con marcada gravitación el acompañamiento de la decana Moira Carrió).

Podría decirse que Torres fue una formidable contendiente, con un sólido abanico de respaldos expresado en las Facultades de Abogacía (donde jugó su localía), Odontología, Ciencias Agrarias (un ámbito donde las corrientes de cuño radical nunca pudieron hacer pie), Arte (allí tenía como aliado al hermano de la rectora saliente, Federico Veiravé), Arquitectura (con el guiño del decano kirchnerista Miguel Barreto) y el sector no docente (que también es de extracción peronista).

El peso específico de ambos postulantes mostraba una paridad que se tradujo en el guarismo final con un escrutinio de 94 a 90, en un proceso de votación electrizante que mantuvo la incógnita hasta último momento, cuando el fiel de la balanza se inclinó a favor de Larroza por efecto de acuerdos clave con sectores que parecían consustanciados con Torres pero que nunca estuvieron monolíticamente alineados con sus respectivas conducciones, como fue el caso de la pata radical de Arquitectura y el puñado de voluntades que pudo escapar del corsé oficialista que Veiravé intentó imponer en Arte, entre ellos el voto fundamental del arquitecto Gabriel Romero, presidente del Instituto de Cultura.

La definición fue largamente aclamada por la parcialidad ganadora, que celebró no sólo la renovación metodológica de la casa de altos estudios sino también la llegada de una figura como Larroza, quien lleva puesta la camiseta de la Unne y consagró su vida académica a fortalecer los claustros nordestinos. Se trata sin dudas un fenómeno positivo producto de la conformación de nuevos liderazgos enraizados en una decisión crucial que previamente había tomado Godoy Guglielmone (Exactas), quien decidió no postularse pese a que era considerada una candidata al rectorado con posibilidades.

Otro factor sobresaliente fue el equilibrio con que el gobernador Gustavo Valdés se manejó en estas lides, consciente de que algún pronunciamiento suyo podría influir en la voluntad de los habilitados para votar. No es casualidad que el mandatario se haya mostrado públicamente con ambos candidatos, con lo cual evitó exteriorizar favoritismos a pesar de su amistad con uno de los aspirantes: su antiguo compañero de banca en el Consejo Superior de la Unne, Omar Larroza.

La conclusión de este proceso de recambio de autoridades universitarias, con todas las particularidades que tuvo, trasciende la lógica de cualquier política partidaria, dado que la victoria del sector conformado para confrontar al oficialismo reprodujo la red de coincidencias esenciales que años atrás había marcado un hito similar, cuando el rector Eduardo del Valle fue desplazado (sin hacer uso de la opción reeleccionista) por Delfina Veiravé, cuya llegada se produjo en un esquema de consensos prácticamente idéntico al que ahora termina por instalar a Larroza.

Tal desenlace renueva los votos a favor de la democracia y sus practicantes más convencidos, idóneos en la conformación de mayorías dispuestas a emprender nuevos caminos desde un compromiso militante que se contrapone al escepticismo reinante en buena parte de la sociedad. 

La apatía es consecuencia directa de resultados decepcionantes en el campo económico y social, así como el surgimiento de opciones totalitarias que con apoyo juvenil se transformaron en alternativas anti-Estado. Se instaló así la gran pregunta de si la crisis del sistema político podría desbaratar el antiguo paradigma helénico del “demos” y el “kratos”.

La Universidad Nacional del Nordeste dio una respuesta contundente en ese sentido, con un mazazo devastador a las opciones totalitarias. El ejemplo de civismo acaecido el pasado miércoles 22 abona la simiente democrática tal como en algún momento el presidente Roque Sáenz Peña, aun perteneciendo al conservadurismo roquista, decidió romper las ataduras del sufragio calificado y fraudulento para abrir las puertas a la participación masiva mediante la ley que lleva su nombre, hasta permitir el triunfo del primer líder auténticamente democrático de la Nación, Hipólito Yrigoyen. En la Unne se dieron circunstancias homólogas, dignas de aplaudir, festejar e imitar.

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