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Nicanor Cáceres: caudillo curuzucuateño de hazañas fascinantes

Por El Litoral

Domingo, 08 de enero de 2023 a las 01:14

Por Juan Carlos Raffo
Especial para El Litoral

¡Estampa extraordinaria la del caudillo curuzucuateño don Nicanor Cáceres! Su personalidad y sus hazañas son fascinantes. Altivo, tenaz, audaz, ambicioso, contradictorio, brillante, perspicaz, suspicaz, poderoso, aterrador y muchos otros atributos y defectos más se le pueden endilgar. Algunos, ajustadamente; otros, tal vez, indebidamente. Estudiar su figura es apasionante porque fue un apasionado.
Nació el 10 de enero de 1813 en lo que entonces se llamaba Villa de la Virgen del Pilar de Curuzú Cuatiá. Hacía algo más de 2 años que por esos pagos estuvo durante 11 días el general Dr. Manuel Belgrano, al frente de su modesto ejército, camino al Paraguay. El integrante y Secretario de la Primera Junta tenía como misión “persuadir” a los guaraníes de las virtudes de la causa de Mayo. 
Precisamente fue en Curuzú Cuatiá donde hizo la posta más prolongada Belgrano con el fin de organizar su ejército y reunir más caballada y vacunos. Fue el padre de Nicanor, don Marcelino Cáceres, quien le proveyó de gran cantidad de caballos y carruajes que utilizaba para desarrollar su próspero comercio. Un gran almacén que abastecía a los campos de la zona. 
 Su padre Marcelino Cáceres, español y su esposa Francisca Rodríguez, argentina de padres españoles, recién enviaron a la escuela a Nicanor cuando tenía 13 años. El almacén de ramos generales de don Marcelino estaba ubicado en -paso del arroyo Avalos-, camino obligado del tráfico de la zona del Uruguay a la del Paraná, puertos de Goya y Esquina. 
Allí hizo su fortuna el padre de Nicanor y fue muerto por los indios en uno de sus saqueos a la zona rural de Curuzú Cuatiá. Su esposa, al igual que sus hijos Nicanor, Estefanía, Corazón y Juana se salvaron por haberse concentrado en la Villa de Curuzú Cuatiá.
Nicanor Cáceres continuó con la tarea de su padre y desde su enorme estancia El Paraíso, el bastión más inexpugnable que existiera en el sur de Corrientes, dirigió gran parte de la política correntina y siempre aportó su ejército de alrededor de 600 hombres, a los que llamaban los “melenudos” a causas patrióticas y en defensa de los intereses de Corrientes y el país. En esta gran propiedad como de 40.000 hectáreas, edificó el general Cáceres las casas de su residencia y administración de esa gran estancia; anexo, en grandes galpones y construcciones menores, estaba el alojamiento para el personal, allegados y para la fuerza militar que habitualmente lo rodeaba. Muchos de estas edificaciones se pueden apreciar hoy en el campo de propiedad de la familia de Edmundo Benta. Todos los 10 de enero festejaba sus cumpleaños con la asistencia de una multitud que se congregaba de distintos lugares de la provincia y de Entre Ríos. La fiesta duraba ocho días y nunca llegaba al exceso: carreras cuadreras, sortija y en las noches baile y taba.

Combatiente de las 
“mil batallas”
En 1835 inicia su carrera militar y será la segunda más prolongada de la historia argentina, ocupando el segundo lugar detrás de otro correntino, el general Manuel Vicente Ramírez, quien se inició con Manuel Belgrano en su campaña al Paraguay en 1810 y concluyó su entrega militar a la patria en la guerra contra el Paraguay en 1866.  
Nicanor, con 23 años, se incorporó a un cuerpo de caballería como sargento y con ese grado peleó en Pago Largo y de allí en más actuó en todas las gestas gloriosas en que le tocó participar a Corrientes.
“De estatura regular, grueso, fornido, de enorme actividad y energía, era rubio y su cabellera y barba de un pelirrojo característico, circunstancias que llevó a sus enemigos políticos a llamarlo “tatú pugtá”. En esto había intuición, el general era fuerte en su residencia del Paraíso, el centro de su poder, como el tatú de nuestros campos que es invencible en su cueva; lo de pugtá, rojo, se debía al color de sus cabellos.
Habitualmente usaba barba entera, no muy poblada, que hacía juego con sus ojos grandes y su mirada dominante. Fue un jinete hábil, de enorme resistencia, afecto a las marchas sostenidas y largas. Con ellas sorprendía al enemigo, y como era incansable, su ejemplo mantenía frescas y sin sueño a las tropas que conducía.
Su debut en Pago Largo fue doloroso para Corrientes, pues en ese enfrentamiento contra las tropas de Rosas, que comandaban los entrerrianos Echagüe y Urquiza, salvaron sus vidas de milagro, pereciendo en el campo de batalla el gobernador Genaro Berón de Astrada. Fueron degollados más de 900 soldados correntinos que habían sido tomados prisioneros.  
Con el grado de alférez se sumó en octubre de 1839 al “2º Ejército Libertador” que el gobernador Pedro Ferré puso en manos del prestigioso general Juan Lavalle, cuya organización la efectuó en el Rincón del Ombú, paraje ubicado entre los departamentos de Curuzú Cuatiá y Mercedes. Participó Nicanor en la campaña a Entre Ríos donde se enfrentaron con las tropas de Pascual Echagüe en los combates de Don Cristóbal y Sauce Grande, en el que fue herido.
Al año siguiente se incorporó al Ejército de Reserva que el gobernador Ferré puso bajo las órdenes del general José María Paz, quien obtuvo una resonante victoria en Caá Guazú el 28 de noviembre de 1841, destacándose entre otros oficiales Nicanor Cáceres. 
Cabe recordar que de las 13 provincias argentinas, solo Corrientes estaba levantada en armas contra el dictador Juan Manuel de Rosas, quien se oponía a sancionar una Constitución Nacional y por entonces sobornaba, cooptaba gobernadores y asesinaba adversarios que no se sometían al régimen del puerto único de Buenos Aires. La lucha era enunciada por los ideales de nuestro Pedro Ferré: libre navegación de los ríos; sanción de una Constitución Nacional, alternancia en el poder y ratificar el espíritu del Pacto Federal. El éxito de Caá Guazú se dilapida después en la terrible derrota sufrida en Arroyo Grande el 6 de diciembre de 1842, oportunidad en la que actuó Nicanor Cáceres con el grado de capitán. Otra matanza feroz y Nicanor Cáceres se refugió en los montes cercanos a Curuzú Cuatiá, desde donde al año siguiente, luego de la proclama de los Madariaga, se lanzó con su conocida bravura a recuperar la libertad de la provincia que estaba en manos de Pedro Dionisio Cabral, un correntino a quien Rosas lo había comprado con su tarea constante de apriete.
En esa campaña que inician los hermanos Juan y Joaquín Madariaga desde el campamento de Ayuí en las cercanías de Alegrete, Brasil donde se encontraban exiliados, Nicanor ocupó primero, el 7 de marzo de 1843, la Villa de Curuzú Cuatiá y luego participó en los sucesivos combates que culminaron con el triunfo en Laguna Brava, cercanías de la capital correntina donde le cupó una descollante actuación.
El general Paz, que lo consideraba un diestro guerrillero, le confió en 1846 una división destinada a dificultar la marcha invasora del general Urquiza, con quien chocó en Osamentas. Actuó en todas las operaciones que finalmente culminaron en Ibahay, punto final que intimidó al invasor Urquiza y optó finalmente por el retroceso y abandono de la provincia.
Al año siguiente, explotado con inteligencia por hábiles agentes del general Urquiza, siendo Coronel, Nicanor abandonó las filas correntinas del gobernador Joaquín Madariaga y se sumó con 1000 hombres al ejército entrerriano que terminó venciendo al Ejército de Corrientes en la trágica Batalla de Vences el 27 de noviembre de 1847. Es que en el sur de Corrientes Urquiza ya hizo oír su desagrado con el poder omnímodo de Rosas y ya se hablaba de una posible traición del entrerriano a su jefe de Buenos Aires. 
La caída del tirano. Así como no hay poder humano que pueda detener el curso de los astros, tampoco lo hay que pueda detener el proceso evolutivo de los pueblos e inútil es también que para ello se diga contar con la ayuda o el poder de las divinidades, porque eso tampoco ha de impedirlo, como se ha comprobado en todas las edades, particularmente en la Edad Media. Por ello Rosas, no obstante sus horribles recursos y sus titánicos esfuerzos, tampoco pudo detener el proceso de la emancipación política y social del pueblo argentino, que concluyó por volverse tan poderoso e irresistible que terminó por derribarlo. 
Con la imposición de su voluntad en el litoral, refirmada con la victoria de Vences que Urquiza obtiene sobre los Madariaga, pensó Rosas y creyó que definitivamente se apagó el incendio revolucionario. Pero no, allí encendió la Libertad su luz que iluminó de esperanza al pueblo argentino.  
Y para tratar objetivamente el balance de la acción gubernativa de Rosas, apelamos a una respuesta equilibrada y desapasionada como sin duda es la de su sobrino el general Lucio Victorio Mansilla, que le trató durante su mocedad, que vivió en aquella época y en las posteriores, que tuvo conocimiento de cosas y de hombres como pocos, y que por razones de parentesco pudo sentirse inclinado a los esfuerzos reivindicatorios que otros tan infundadamente habrían de emprender posteriormente, se pregunta: “¿Dónde está la obra de Rosas?”… Y contesta con un renglón en blanco, que es sin duda la forma menos mala en que podía expresarse, porque gobernantes y funcionarios que han hecho nada o algo tan insignificante  que equivale a nada, porque cuando cualquiera acepta un cargo sin tener la preparación y las condiciones indispensables para ejercerlo, lo menos mal que puede hacer es no hacer nada. 
El peligro consiste en que se le ocurra hacer algo, y entonces lo probable será que no se pase de puerilidades o de ridiculeces, parecidas a las de aquel loco que creía haber descubierto la Luna.
En la Batalla de Caseros tuvo Nicanor una destacada actuación, pero no volvió conforme con el rol que le encomendara su comprovinciano el gobernador Benjamín Virasoro, cuya destitución ayudó a producir en julio de 1852, lo que permitió el acceso al poder de Juan Pujol.
En los años 1854 y 1855 sucesivamente produjo Nicanor, sin éxito, dos ataques a la provincia de Corrientes desde Entre Ríos, intentando destituir a Pujol, provocando estas revueltas las primeras dos intervenciones federales a la provincia. Luego participó en la revolución que destituyó en 1861 al gobernador José María Rolón, permitiendo que acceda al gobierno José Pampín, quien lo designó comandante de Armas del Sur. Esta decisión produjo el malestar de los correligionarios liberales del gobernador, levantándose en armas el curuzucuatiense Basilio Acuña y un grupo de partidarios. Estos fueron derrotados por Cáceres en el Combate de Curuzú Cuatiá el 6 de agosto de 1862, costándole la vida al coronel Acuña.
Producida la guerra contra el Paraguay, a los dos días de la invasión paraguaya a la ciudad de Corrientes, ocurrida el 13 de abril de 1865, llegaba el informe al Paraíso con el chasque del coronel Gallardo y, como no podía ser de otra manera, Nicanor Cáceres puso todo su valor a las òrdenes del gobernador Manuel Ignacio Lagraña, siendo el primero en presentarse en el cuartel de San Roque el 24 de abril, con mil y tantos hombres procedentes de Curuzú Cuatiá y Sauce. Peleó allí junto con muchos comprovincianos como Fermín Alsina, Nicolás Ocampos, José Félix Leyes, Félix Antonio Romero, Juan Manuel Pérez, Santiago Baibiene, Daniel Artaza, Plácido Martínez, Solano González, Manuel de Jesús Calvo, Desiderio Sosa, Manuel Antonio Vallejos (a) El Pájaro, entre otros. 
Nicanor Cáceres disputó con tenacidad en diversos encuentros con el ejército invasor: el 27 de junio de 1865 en el Paso Ambrosio, comandado por el general Mitre; más tarde en el cuartel general de Ensenadita, luego en Paso de la Patria el 16 de abril de 1866, en Estero Bellaco el 2 de mayo, en la sangrienta Batalla de Tuyutí el 24 de mayo de 1866, en el Combate del Boquerón el 18 de julio y también en Itapirú y Palmar.
En esta guerra contra el Paraguay actuó con exagerada bravura y esto le costó comentarios muy duros de la prensa europea, la que abordaba los temas de los “derechos humanos” marcando sus excesos como modelos deleznables.
Regresó a Corrientes cuando gobernaba su amigo Evaristo López, a quien intentó sin éxito defender del golpe revolucionario que le propiciaron los jóvenes liberales que preferían a Sarmiento presidente y no a Urquiza nuevamente como lo quería Evaristo López. Choca Nicanor con estas fuerzas en los pagos de Garay en 1868.Cuando el general entrerriano Ricardo López Jordán inició la ejecución de los planes que se había trazado desde su estancia de Arroyo Grande, del departamento de Colón, que comprendía el asesinato del general Justo José de Urquiza, en su Palacio San José, el general Cáceres sospechó el motivo de los movimientos y ya era tarde, solo se resignó a sufrir en soledad la muerte de su entrañable amigo, cruzándose a Salto, Uruguay, donde falleció en su exilio el l8 de noviembre de 1870.

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