n Ricardo Balestra fue en ese tiempo el diputado nacional con más talento, coraje, discurso insuperable y sencillez, que lo constituyó en figura central. Un honor del Partido Liberal de Corrientes.En 1973 en medio de amenazas de los Montoneros, del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo, la “Triple A” (comando asesino del mesiánico José López Rega, Ministro de Bienestar Social puesto por Juan Perón en el Gobierno de Héctor Cámpora, Ricardo Balestra no calló su voz en el Congreso de la Nación. Todo era violencia.
LO VIVÍ DESDE ADENTRO: Desde casi niños, con 10 años yo y 14 él, nos conocimos en un asado del Partido Liberal de Curuzú Cuatiá junto a Mariano Gómez en casa de don Carlos Zarza, vecino de mi casa donde se iniciaba la campaña que consagró gobernador a Nicolás “Niky” Díaz Colodrero. Seguimos unidos hasta estos días. Así fue que juntos viajamos a Buenos Aires y llegamos el 3 de Mayo de ese año 1973, y participamos, Yo como Secretario Parlamentario del Bloque Liberal Autonomista integrado por Ricardo Balestra, Juan Pedro Llano y el doctor Ameghino Arbo, que lamentablemente fallecería pronto a consecuencia de un cáncer. Lo sucedió en su banca el doctor Gerardo Balbastro de Paso de los libres.
Entre el 29 y 30 Diciembre de 1975, el país era un caos y la Presidente Isabel Perón atada de pié y manos no acertaba una, y es cuando el doctor RicardoBalestra inicia los trámites para encarar el Juicio Político a la Presidente de la Nación.
Se constituye la FUFEPO (Fuerza Federalista Popular), un grupo grande de Diputados de partidos provinciales: Lo lideraban Ricardo Balestra y Cristina Guzmán (jujeña). Lo integraron: Francisco J. Moyano Demócrata de Mendoza; Agustín Tomás Estigarribia (La Pampa), Gerardo A. Balbastro Liberal de Corrientes; Juan Carlos Arata. Luis José Harrington (Partido Conservador provincia de Buenos Aires); Agustín Petrucelli, (Conservador provincia de Buenos Aires); Nelo L. Sileone (Partido Demócrata de Mendoza); Fausto J. Mombelli (Partido Acción Chubutense de Chubut); Joaquín Tula Durán (Partido Demócrata de San Luis).
El Congreso pudo haber
evitado el golpe
Otra hubiera sido la historia de haber prosperado el pedido de juicio político a la entonces presidenta María Estela Martínez de Perón, propiciado por la bancada de la Fuerza Federalista Popular (Fufepo), al amparo del artículo 45 de la Constitución Nacional.
En efecto: la caótica situación política y económica reinante en el país a fines de 1975, sumada a las profundas divisiones internas del justicialismo y del sindicalismo, al medio millar de personas asesinadas por el terrorismo peronista de la Triple A y a los más de 7000 atentados perpetrados por el ERP y Montoneros –en pleno gobierno constitucional– obraron de sustento para quienes, en actitud responsable, quisieron mantener la legalidad, forzando la separación o renuncia de la presidenta y su reemplazo por el doctor Italo Luder, a la sazón presidente provisional del Senado, quien ya había ocupado interinamente la presidencia de la Nación.
En un meduloso proyecto de resolución redactado por los diputados Ricardo R. Balestra (Pacto Autonomista Liberal de Corrientes) y Francisco J. Moyano (Partido Demócrata de Mendoza) se solicitaba el juicio político por la causal de mal desempeño en sus funciones, fundado en acciones inconstitucionales e ilegales, como las numerosas intervenciones federales por decreto, la supresión del hábeas corpus y los reiterados atentados contra la prensa, así como en una gestión inmoral, con el caso del cheque presidencial destinado a la Cruzada de Solidaridad Justicialista o la designación de López Rega en el servicio exterior. A ello se sumaban numerosos otros cargos por omisión. En total, se llegó a 31 imputaciones.
Dicho proyecto fue suscripto por todos los integrantes de la bancada de Fufepo, entre ellos, la diputada María Cristina Guzmán (Movimiento Popular Jujeño). Ella, junto con los diputados Balestra y Agustín Estigarría (Movimiento Federalista Pampeano) fue la encargada de darlo a conocer públicamente.
Mientras tanto, se sucedían distintos pronunciamientos. Conrado Storani, dirigente radical afín a Raúl Alfonsín, manifestaba: “La investidura presidencial se encuentra seriamente lesionada”, y anunciaba: “El Movimiento de Renovación y Cambio de la UCR, que integro, no cree, como el doctor Ricardo Balbín, que se tenga que llegar de cualquier forma a 1977, sino que, por el contrario, el radicalismo debe formular una gran convocatoria”.
Esto nos explicó en persona llegándose hasta nuestro Bloque, yo lo recibí en la puerta y lo hice pasar. No lo pudimos convencer e insistió que “aunque llegue en muletas”…
Por otra parte, el secretario general de la CGT, Casildo Herreras, se quejaba -al igual que muchos otros dirigentes justicialistas- del “entorno que rodea a Isabelita y que la aleja del movimiento obrero”. Para ese entonces, se había fracturado el bloque justicialista y uno de sus dirigentes, el diputado Luis Sobrino Aranda, exigía la renuncia de la presidenta de la Nación. Distintas expresiones políticas y empresariales también apelaban a la responsabilidad de la dirigencia política para evitar un quiebre institucional, que se avecinaba inexorablemente ante la falta de respuestas concretas.
El Partido Demócrata Progresista emitía un documento que expresaba: “La incapacidad de la señora de Perón para gobernar ha quedado definitivamente demostrada. Añadía que su permanencia en el cargo sólo serviría “para agudizar vertiginosamente la honda crisis que atraviesa la Nación”. Decía el PDP: “Si ella no facilita con su renuncia una solución, puede llevarnos por canales de imprevisibles consecuencias futuras”. La Federación Agraria, presidida por Humberto Volando, exhortaba al Congreso a “escribir la página de la historia que la grandeza del país le exige: la aplicación del remedio constitucional previsto en el artículo 45 de la Carta Magna”.
Se vivían tiempos de febriles negociaciones, en las que intervenían políticos, militares y sindicalistas. El desprendimiento justicialista denominado Grupo de Trabajo había comprometido su apoyo para lograr los dos tercios necesarios para la votación en la Cámara de Diputados. El radicalismo, comandado por Balbín, se mostraba vacilante, pero triunfó internamente la posición de Alfonsín, joven por entonces proclive al juicio político. Parecía que se llegaba a buen puerto, pero hubo un hecho que tiró todo por tierra: las manifestaciones del senador Luder en el sentido de que no haría nada en contra de su partido.
Las cartas estaban sobre la mesa. Ricardo Balestra y Francisco Moyano, titulares de la bancada de Fufepo, solicitaron sesión especial para tratar el proyecto de juicio político. Tuvo lugar la noche del 25 de febrero de 1976. Además de Fufepo y de la UCR, apoyaron la iniciativa las bancadas de Línea Popular, Unión Conservadora y el bloquismo sanjuanino. El Grupo de Trabajo faltó a su compromiso original y no se alcanzaron los dos tercios.
Lo que siguió es historia conocida. Continuó la descomposición y el caos, y el broche final fue el conocido mensaje de Balbín, en el que dijo que no tenía soluciones. El golpe cívico-militar tuvo lugar el 24 de marzo de 1976 y, contrariamente a lo que se viene diciendo en estos días, no fue sólo un golpe militar. Una mayoría silenciosa de argentinos -aunque hoy digan lo contrario- vieron, en su momento el golpe como una salida para el país. Prueba de ello es que, en 1979, 310 intendentes provenían de las filas del radicalismo y 192 del peronismo, mientras que 325 pertenecían a distintas fuerzas políticas (Demócratas Progresistas, MID, partidos provinciales, Democracia Cristiana, intransigentes y socialistas). Pero esto es otra historia. La dirigencia política no estuvo a la altura de las circunstancias. De haberse aprobado el juicio político, la señora de Perón hubiera renunciado o hubiera sido destituida… y se hubiera evitado el golpe de Estado.
Raffo cuenta: La semana previa al golpe militar, todos los diputados envolvían sus pertenencias, pasaban por nuestro Bloque y preguntaban “¿Cuándo es el golpe?, esta situación no da para más decían. La calle era un reguero de sangre, balas y bombas. Pese a todo eso, los jóvenes por miles bailábamos en Mau Mau, Africa, Bwana (con Mantra), Pinar de Rocha en Ramos Mejía, Marrakech en Maipú o Burbujas en calle Quintana al 1800. Todo era violencia alrededor.
Colaboración Guillermo
MacLoughlin Bréard,
Información Parlamentaria del Congreso.