Corrientes es una de las provincias que más intervenciones federales tuvo, será porque somos diferentes… o por la mestización que nos hizo bravos, por algo San Martín pidió 600 indios de las misiones cuando nadie creía en él, formó su cuerpo de granaderos, hizo bien porque lo salvó un correntino igual que él, su cherapichá (amigo), o en el peor de los casos por tontos, ese sería el más grave.
En 1999, en junio si mal no recuerdo, se vinieron por pedidos, ruegos de muchos correntinos entre patricios y clases bajas, los cordobeses –nunca los vamos a olvidar, ¿cómo hacerlo?– si nos empapelaron la vida con sus CECACOR de varias series, pobre el lomo de los correntinos gran negociado al final con el rescate uno a uno. Los poderosos como siempre se quedaron con el tesoro, los pobres con las ilusiones y sus pantalones remendados. Lo extraordinario del caso es que el país se venía abajo en manos del estólido De la Rúa, dije bien, Rúa, nos dejó en la calle.
Estos petulantes funcionarios atropellaron todo, la Constitución, las leyes, personas y si los gastos cruzaban la calle también, porque los perros, esos malos que matan gente eran sus similares, se entendían. Venían de La Docta decían, personalmente pienso que tomaron un bus en el infierno y llegaron a Corrientes.
El saqueo fue infernal hasta una araña de la Legislatura todavía andan buscando con los sesenta millones de dólares, cuidadosamente sustituidos por CECACOR serie H.P.
Recibieron muchas maldiciones, la de menor alcance era que “murieran torcidos”, como decía una luchadora de la plaza de los festejos y amoríos, muchos perdieron sus novias, esposas y viceversa novios, esposos, amantes etc.
Una curandera de gran experiencia se encargó de los maleficios antiguos de los guaraníes, las muertes los alcanzarían a estos malevos, bellacos de mala manera, tenían en sus manos mucha sangre correntina, sólo se hacían los distraídos.
Sentada en el barrio La Rosada por calle Roca entre Bolívar y Belgrano, todas las tardes sacaba una flor, cualquiera, y la iba deshojando, afirmaba que era un gualicho ineludible. Uno de los primeros en caer no sin antes ver destrozada su reputación, con muchos muertos a cuesta fue el interventor, fungía de Ministro del Interior de la Nación, Maestre o algo así. Una extraña enfermedad que contrajo en esta ciudad de Vera, lo llevó directo al velorio. Conocida su desaparición, muchas muchachas que oficiaban de acompañantes del alto magistrado, corrieron a hacerse análisis por si acaso, los resultados no sabemos.
Otro que andaba por Economía, veía tantos espectros de los que tuvieron la dignidad de suicidarse en esa ignominiosa época, que decidió seguir el consejo de los fantasmas, se arrojó de un séptimo piso –o lo arrojaron los espectros, vaya uno a saber– para asegurar su pase al otro lado, como era muy creyente seguro que el ángel que lo llevó no paró ni siquiera en el purgatorio, “directo al infierno”, decía la curandera.
Así fueron desapareciendo uno a uno los malignos que hicieron tanto daño a la sociedad correntina. “Uno anda saltando sapos por la vida, pero que ve espíritus de muertos seguro”, dice la doña saludadora (bruja) hasta tiene en sus espaldas además de todas las
otras fechorías que se le atribuyen, el hundimiento de un submarino, pobre gente, sus espíritus aterrados por la muerte violenta son ánimas que no tienen descanso, no tuvieron oportunidad de despedirse de nadie, no deseo imaginar el padecimiento de los últimos momentos de sus existencias, todos rezando, rogando, implorando, más un tiempito maldiciendo al responsable de haber ordenado que zarparan sabiendo que el artefacto andaba de mal en peor.
Los que lo conocen advierten cambios en su conducta, demasiadas sombras negras marchan detrás de él, tiene asegurado un palco en el infierno. Otros que hicieron buenas migas con el impresentable, que viven en esta centenaria Corrientes, reciben las visitas de horrendas apariciones, no hay psiquiatra o psicólogo que los alivie, concurren a otra bruja de esta ciudad, ex discípula de la señora de la calle Roca, no puede contra el poder de su maestra, porque siempre en este tipo de juegos, se guarda en la guayaca (como bolsa, cartera, etc. un secreto que sólo se revela cuando va a morir.
Así es chamigo, queda claro que fueron muchas las muertes de los que vinieron a Corrientes a saquear a su gente, malas muertes tuvieron. ¿Qué será de los colaboracionistas? se preguntarán.
Varios partieron de mal modo, rezando en voz alta, pidiendo perdón, pero chamigo no hay caso, parece ser que el dios al que acuden le hace más caso a los desgraciados que sufrieron sus persecuciones.
De lo que estoy seguro es que entre los espectros que corren a los visitantes forzosos, dos siempre están: Chinaco y Horacio.
Para entendernos, cualquier parecido a la realidad es imaginación del autor, quien recibió de los canallas una querella que fue desestimada. Era tanto el temor que tenían que una noche caminando por la calle Salta hacia el norte, el Maestro, se encontró de frente con un sujeto con sombrero negro, frenó en seco y casi se cae. Lástima que no tuvo que bajar a la calle para continuar asustado, enzarzado, no era un fantasma era yo que salía de la Facultad de Derecho.
Me dijo algo cuando se alejaba, ya estaba casi en la puerta donde siempre iba, le contesté en voz alta: “Todo se paga, no te olvides tuchá Añamenbuy” (viejo hijo del diablo o naciste del diablo)