Dicho así, una abuela que lleva a sus nietos a la plaza es algo normal.
Cuántas abuelas llevan a sus nietos para que corran, jueguen con su pelota, aún de trapo, su baldecito y su palita a jugar con amigos circunstanciales en la arena. En una palabra a jugar y divertirse.
Pero la abuela Cristina no los lleva a la plaza a correr y jugar. Los lleva, a pesar de su corta edad (7 /8 años?) a un ACTO POLÍTICO para que vean a la abuela vociferar contra la Corte, a escuchar números, números que están aprendiendo en la escuela privada a la que van. A escuchar, Cristina (la abuela) presidenta; de qué, se preguntarán, ¿de la cooperadora de la Escuela? ¿Del club que crearon jugando? ¡Que perversidad!
Someter a los niños a un acto político, ni siquiera acto patriótico, para adoctrinarlos desde pequeños, al mejor estilo hitlerista.
Ahora nos preguntamos, ¿no quiso demostrar que es reina y encabeza una dinastia?
Ahí están su hijo, sus nietos.
¿Quiso demostrar que hay sucesión K para rato?
¿No debía intervenir un Instituto de Protección a la Niñez y proteger a esos niños?
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