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El intento sanar el ala de un mainumby

Por El Litoral

Viernes, 01 de agosto de 2025 a las 17:46

Por Fernanda Toccalino 
Especial para El Litoral

La contemporaneidad no se entiende sin la relectura sensible de los tiempos pasados.
“Ñe’ẽ Raity”, exposición colectiva curada por Agustina Soria, reunió la obra de artistas correntinos que indagaron desde diversos lenguajes artísticos, aspectos vinculados a la cultura guaraní. Invitó a revisitar las imágenes sobre la manera de habitar el mundo de nuestros ancestros. En las obras se intuyen las búsquedas de nuestras raíces, ese “reestrenar el traje del colibrí” del que habla el poeta Jorge Sánchez Aguilar. 
Las obras de Luisina Montesino, poco difundidas en Corrientes aunque profundamente territorializadas en su enfoque, formaron parte de la exposición. Las piezas son pequeñas, textiles y se montan de modo instalativo, traza constelaciones que narran historias susurradas. 
Luisina se nutre con los aportes de diferentes campos artísticos, en ella las disciplinas se desdibujan y se mezclan. Se formó en el Instituto “Josefina Contte”, con el título de Técnica en Artes Visuales y continuó su formación académica en la Facultad de Artes, Diseño y Ciencias de la Cultura de la UNNE, en Resistencia, Chaco, cursando la Licenciatura en Artes Combinadas. Además realizó cursos y talleres que abarcaron lenguajes artísticos como performance, teatro, tejido y cerámica.
Nos dejamos fascinar por sus obras y quisimos saber más, por eso la entrevistamos en el programa “Todos los vientos” de radio UNNE.

¿Qué es lo que te mueve a la hora de producir tus obras?
Me intereso principalmente en el entramado entre mi propio imaginario y la realidad contemporánea, busco distintos medios y formas de expresión para crear mi propio universo, me interesa explorar cómo los materiales, especialmente los textiles, los objetos encontrados y los elementos naturales o reciclados, pueden ser portadores de historia, afecto y resistencia. Trabajo desde una mirada sensible hacia lo ancestral como eje poético y político, incorporando el bordado, la palabra y los gestos rituales como modos de hacer memoria. Mi hacer se nutre también de experiencias en contextos culturales diversos, entre Argentina y Paraguay. Actualmente me interesa el arte como testimonio del territorio: como un modo de registrar, imaginar y transformar lo que habitamos.

¿Cuáles son tus raíces con este mundo guaraní?
Viví mi infancia en Asunción, la mixtura asunceña siempre me llamó mucho la atención, me gustaba, lo guaranítico está muy presente en las calles, en la cultura, en las palabras. Cuando era chica vivía en la casa de mi bisabuela que hablaba guaraní y nos contaba historias, nos cantaba canciones en guaraní.
Respecto a mi acercamiento con lo artístico siento que fui una persona muy privilegiada porque desde chiquitita siempre estuve rodeada de arte por mis padres, sobre todo por mi mamá, Sonia Tiranti, que es bailarina, coreógrafa y escritora. Cuando era chica, en Asunción, iba con ella al Arlequín teatro, nos llevaba a mi hermana y a mí. A casa siempre fue mucha gente del teatro, de la danza, de la poesía, viendo siempre a mi mamá bailar con sus compañeras. De chica habité como espectadora ese mundo que para mí era maravilloso. 

¿Qué significa Ñe’e Raity?
Ñe’e Raity sería como el nido de la palabra-alma, el centro de la garganta donde habita el alma y sale en forma de vibración, de palabras. Para los guaraníes, palabra y alma se dice de la misma manera. Lo que decimos es nuestra alma. Mi aporte en la muestra surge a partir de que Agustina Soria me invita a participar junto a otrxs artistas de esta muestra que ella fue gestando. Ella venía de trabajar su documental en Misiones y yo venía de Asunción, de una diplomatura que hice con Violeta Acuña, una artista paraguaya que trabaja performance y artes vivas. Hacía muchos años que no iba a Asunción y fue como reencontrarme otra vez con esa parte mía. Hicimos derivas, estuvimos grabando cosas, recolectando información, caminando muchísimo por las calles de Asunción. Vine con todo eso y justo Agus me dice lo de la muestra, de alguna manera yo creo que volqué toda esa vivencia en esta obra.

¿Cómo se traduce el alma al objeto?
Creo que se traduce a partir de un sentir y un pensar, esa pregunta que surge de ese lugar, yo sentí esta cuestión de lo roto, de la herida, de lo lastimado, y una necesidad de reparación. Quizás no llegar a una reparación, sino más bien como ese proceso de intentar reparar algo. Evidenciar eso. Corrientes es también tierra guaraní, nosotrxs estamos acá y estamos atravesados por esa historia, muchas veces mal contada. 
Partí de una pregunta ¿Cómo sanar el ala de un mainumby (colibrí)?, el mensajero de los dioses, el que está en contacto con el gran Dios, Ñamandú. También apareció la ñakyra, que es la chicharra, que permanece debajo de la tierra, la que espera, mucho tiempo, para resurgir y transformarse.
Esos fueron mis dos puntos: algo que tiene más que ver con lo volátil, de la conexión con lo divino, del mensaje del colibrí, y algo que tiene más que ver con la tierra, la espera y la transformación. Así se fue formando la obra “la Morada”, que son todos los tejiiditos y bordados que estaban colgados con las alitas.

Los tejidos son mullidos, suaves, se siente el tiempo de trabajo de quien estuvo detrás. Además el procedimiento es una clave: que es unir, coser, bordar. Habla de que hay una herida.
Si, es ese intento de unir, de coser, de reparar esas heridas que siguen sangrando, ese proceso es fundamental, ese gesto. Uno parte quizás de una idea macro, pero en el camino van sucediendo un montón de cosas y apareciendo otras que van surgiendo solas, como pequeños mensajes.

Además incluís un texto, la palabra. “Lleva mi palabra alma donde hiciste la morada de los pájaros puros de la lluvia, cuida a la madre, protege sus recuerdos y ausencias, esos relatos repetidos millones de veces donde sea necesario”.
Ese es como un rezo que yo escribí a partir de la poesía de Godoy Cruz, investigador y poeta correntino que falleció en el 2010. Encontré un libro de poesía de él y me enamoré de su forma de escribir y de todo su universo. Es un pedido de escucha, es un rezo por la memoria. Es ahí en donde habita ella, la memoria, en la morada de los pájaros puros de la lluvia.
La palabra siempre aparece, tengo cuadernos donde voy escribiendo cosas, también aparecen imágenes, siempre ando registrando cosas que a mí me interesan o me llaman la atención. No sé bien si aparece primero la imagen y después la palabra, o medio que van juntas o una hace surgir a la otra, no sé cómo será, pero aparecen. La poesía aparece todo el tiempo de distintas maneras.

Esa es la idea del canto, del guaraní. ¿Y el idioma guaraní aparece?
Aparece el idioma guaraní, dentro de Morada hay una obra que es como una almohadita que tiene un canto: Tokente mita porá porque oñou chupe kure, que es como un canto de cuna que me cantaban mis abuelas. Dice: que se duerma el niño bonito, o la niña bonita, porque si no viene el chancho. Que en realidad surge en la época de la triple alianza ese canto. Se lo cantaban a los niños, en la guerra de la Triple Alianza, muchos niños fueron obligados a pelear en la guerra porque ya no quedaba gente para pelear, y los disfrazaban de hombres grandes, con barbas y uniformes. De ahí surge ese canto. 

Y la almohadita esta rasgada y cosida. Reforzando la idea de que hay algo que está roto y que hay que reparar.
La almohadita también tiene que ver con la conexión que tenemos con los sueños, es también una forma en la cual recibimos mensajes, nos conectamos con otros mundos, los guaraníes se conectaban con los dioses a través de los sueños, es también un fuera del espacio y del tiempo, el lugar de la morada. En toda esa historia, de estos seres que habitaron primero estas tierras, y que hoy la siguen habitando, a pesar de la masacre, del robo de sus tierras, pienso que hay heridas profundas de las que debemos ser conscientes, y que habitan en nosotros. Hay una historia que tiene que ser contada como realmente pasó, y una realidad actual de la comunidad guaraní que debe ser escuchada.

Llama la atención el color azul. ¿Sabes por qué?
Si, en realidad hay un poco del rojo que representa la sangre y la tierra, y lo azul que representa más lo etéreo y lo espiritual. Particularmente el azul es conductor de la morada, ese lugar fuera del espacio-tiempo, donde se encuentran esos seres. Y el hilo plateado representa ese afán de querer sanar esa herida o recuperar ese brillo, que está más presente en las gotitas de sangre de la cruz bordada, que tiene que ver con la historia oficial de la cruz de los milagros que tenemos implantada, de como nos enseñan en la escuela sobre cómo fue la creación de Corrientes y la realidad que esta muy lejos de eso y que está relacionada con la masacre del pueblo guaraní en la región.

Hay una pieza que se llama Resurgirán y tiene un texto muy poético: “Duermen, pero están soñando en mi sangre. Se abre como una palabra de jazmín salvaje”.
¿Indagaste por el lado de las técnicas artesanales del Paraguay? ¿O sobre la obra de algún artista?

La obra de Engelberto Giménez, un artista paraguayo que recuerdo mucho, las artesanas de las calles de Asunción, Ediltrudis Noguera es una artesana de Tobati que trabaja el barro, no la conozco personalmente pero hace unos trabajos maravillosos utilizando la técnica de cerámica guaraní, que se va realizando desde abajo a partir de chorizos de barro, las tejedoras de hilo de fibra de karaguatá, los bordados también, la técnica del ñandutí, y la mitología guaraní.
Cuando estuve recorriendo Asunción estuve hablando con las artesanas y de ahí viene la máscara chané. Me la dio una mujer a quien le compré algunas cosas, la máscara no es guaraní, viene de los chiriguanos que las toman de los chané para realizar rituales, representa esa ancestralidad, esos seres que nos hablan desde otras dimensiones. 

¿Hablas el idioma?
Algunas cosas sí, porque también viví parte de mi infancia en Asunción y en todas las escuelas se estudia el guaraní, resistió el idioma, a pesar de ser prohibido en muchos momentos de la historia, como en la época de Stroessner por ejemplo, que estaba prohibido hablar en guaraní y si lo hacías te pegaban o incluso te podían matar, era mal visto hablar en guaraní, entonces había mucho silencio, es un lenguaje tan rico y tan poético.

Evidentemente hay muchas evocaciones, mucha nostalgia, y me parece importante recuperar las historias. 
Si, fue súper estimulante todo lo que sucedió. Fue un camino en que una cosa fue llevando a la otra. Como esto que digo: justo había ido a Asunción, justo cuando Agus me habla, justo pasó un período de cambio y de transición, yo me fui a la casa de mis abuelos que ya estaban muy viejitos, y que fallecieron hace dos meses los dos, y toda esa obra se produjo en ese contexto. Fue muy movilizante y un proceso muy interno y un disparador para un montón de cosas que se fueron dando.

¿Qué pasa con la obra cuando regresa a la casa de los artistas? ¿Dónde queda?
Y, se queda ahí esperando y transformándose. Porque después resurge con otras formas. Va mutando.

Gran tema, porque aparentemente es algo que ya está hecho pero que sigue haciéndose.
Si, para mí no hay un final, una culminación. Todo el tiempo está en movimiento, y son vistas por otras miradas desde otros lugares, en constante cambio, yo creo que nunca es la misma.

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