“Pasan los años, pasan los gobiernos, los radicales y los peronistas, pasan veranos, pasan inviernos, quedan los artistas”
Enrique Pinti, Salsa Criolla
Portando cada uno su cono de pochoclos, ingresaban a la sala de proyecciones de la Rosada, el Toto, Sturze, la Piba y los restantes miembros del gabinete nacional. Cerraba la fila “el Jefe”, escoltada por el devaluado Mago del Kremlin. De a uno, casi como en procesión, nadie faltó.
Cada cual ocupó su butaca, aunque tuvieron que esperar unos minutos para que Javo hiciera su aparición. Se sentó detrás de todos, al lado de su hermana, enfundado en un mameluco de YPF.
Se aprestaban a ver “Homo Argentum”, la película de Gastón Duprat y Mariano Cohn. No se trataba de participar de un momento de solaz y esparcimiento, era una cita obligatoria, un trabajo práctico en la materia “Batalla Cultural”, de la carrera de “Ingeniería del Caos”.
Cada tanto, la película se detenía para que el presidente hablara en tono profesoral, e hiciera participar a sus alumnos con sus opiniones. Días atrás, habían cumplido el mismo cometido los que cursan la maestría en sus banquetas del Congreso.
La película de Guillermo Francella, fue presentada por el gobierno como el film “antiwoke” que ilustraría, por si hiciera falta, las características del combate contra el progresismo criollo o “progre caviar” en vocabulario de Milei.
“El arte es el nuevo campo de batalla de la política. Una película exitosa en términos de taquilla, sirvió al gobierno para reavivar los enfrentamientos. El presidente, con insultos de todos los colores”
Con los egos políticos inflados a niveles pocas veces visto, el pochoclo, que es maíz inflado, es la metáfora de una Argentina que abulta sus disputas de bajo vuelo, y todo acontecimiento, en este caso artístico, es pretexto suficiente para agitarlas.
En estos tiempos, normalmente las provocaciones provienen del poder libertario, como ahora, que metieron a los actores del film, en una disputa política que, estimo, lejos estaba de ser el objetivo de los directores.
La frase “sólo quedaron los artistas” del humorista Enrique Pinti, se refiere a la persistencia de las expresiones artísticas y de los artistas, más allá del contexto social y político, más allá de los gobiernos. “Pasa radicales, pasan peronistas”, y seguramente pasarán libertarios.
Dice Ernst Gombrich, historiador del arte, que “no existe el arte, sólo los artistas”, lo que resalta el acto creativo y se asocia con las ideas de la fugacidad de la política, contra la permanencia de los artistas y de sus obras.
La opinión de Guillermo Francella y la respuesta de Pablo Echarri, independientemente de las ubicaciones políticas de ambos, fueron traídas para el lado de la grieta. Toda oportunidad es buena, para continuar con la tarea del pico y pala. Dos excelentes actores, a quienes juzgo por sus condiciones artísticas y no por sus pertenencias ideológicas.
Emulando tiempos en que a las naciones poco desarrolladas culturalmente se las denominaba “bananeras”, con verdadera intención cancelatoria, hoy puede calificarse a nuestra Argentina con el mote despectivo de “pochoclera”, por las razones apuntadas. Con perdón del “pochoclo”, el snack preferido para el cine.
Como si ello no fuera suficiente, poco le duró al presidente su promesa de no insultar. En su posteo de X, refiriéndose a la película, vuelve a calificar a los adversarios políticos como padeciendo “parásitos mentales”, “ejército de zombies”, “termos”, “cabezas de pulpo” “mentirosos”, “hipócritas”, “envidiosos”, “resentidos”, “ignorantes”. Lo que se dice, una pinturita.
“Se fueron los radicales, también los peronistas, tarde o temprano se irán los libertarios. Pero, al decir de Pinti, quedarán los artistas y sus obras. Basta de mezclar todo”
Y la siguió al hablar ante la Liberty International World Conference, dónde estimó que la película de Francella demuestra que “estamos ganando la batalla cultural y la seguiremos dando hasta hacerlos sentir vergüenza de lo basura que son”. ¡Por Dios!, ¡cuántos fantasmas acosan la mente del presidente!
La verdad es que el hecho artístico trasciende el hecho político. Cuando éste se hubiera consumido en su temporalidad, al decir de Pinti sólo quedarán la película y los artistas.
Sin embargo, debe decirse que el debate de fondo es sobre “estado sí” o “estado no” en el apoyo económico a la cultura. Opción dónde sí se enfrentan dos concepciones diametralmente opuestas.
La película le vino como anillo al dedo al presidente para defender su postura de no financiamiento estatal a la cultura. Dice en su posteo que se trata de una obra hecha absolutamente con fondos privados.
No podemos obviar el doble estándar moral que se practica. Se expresa una cosa y la realidad es otra. No considero un desdoro el apoyo financiero estatal, pero “Homo Argentum” no es absolutamente privado.
Según se supo, la película había recibido un subsidio del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se estima unos 150 millones de pesos, en el marco de un programa “BA Producción Internacional”, que devuelve parte de la inversión a películas con proyección internacional.
“Por un lado una concepción de un estado desentendido de la educación, la ciencia, la cultura. Por el otro, uno que financia un arte ideologizado. Ambos extremos, sólo buscan llevar agua para su molino”
¿Está mal? No, no está mal, al contrario. Lo que sí está mal es utilizar al hecho artístico para llevar agua hacia el molino del poder, que insiste en trasfundir a la sociedad el odio que corre por las venas de las autoridades y los seguidores.
Está claro que en estos momentos se enfrentan dos extremos en sus concepciones políticas. Uno, la del kirchnerismo, que utilizó el INCAA como plataforma económica para promocionar su ideología, privilegiando a un grupo de actores y financiando películas con dudoso criterio artístico.
Por el otro, el mileísmo, que reduce el estado a sus concepciones de vigilancia y represión, que sólo está para cuidar los negocios y la propiedad privada, y que no considera que la ciencia, la educación, la cultura, sean temas que deban merecer la atención de las autoridades.
La Argentina pochoclera es la Argentina crispada, dónde todo hecho de cierta trascendencia es motivo suficiente para dividir aguas y poner a enfrentarnos unos con otros.
No he visto la película, por lo que no puedo comentar sobre ella desde la experiencia. Si llego a verla, podré ofrecer una opinión únicamente como espectador, ya que no poseo conocimientos especializados en ese ámbito.
Pero hacerlo desde una tribuna política, no sólo es un exceso del poder, sino también la demostración del deliberado propósito de continuar sembrando semillas de división, de enfrentamiento, de odio, en una sociedad exhausta, a la que sólo le inoculan la lógica binaria del “bueno-malo”.
Mientras tanto, el cine, medido en número de espectadores, en el mes de Julio tiene su peor caída desde 2009 (exceptuando los años de pandemia), lo que significa muchas cosas, una de ellas, sólo una, es la inédita caída de la capacidad de consumo, en el que el entretenimiento pago es un lujo. ¿Cuándo debería gastar una familia, la pareja y dos hijos, el transporte, las entradas, los pochoclos, alguna comida rápida?
A los pochoclos!