Por José Luis Zampa
El empecinamiento, el fundamentalismo y la dogmatización de la política llevan a cometer desatinos como los que por estos días protagoniza el presidente Javier Milei, quien cree que con un número de inflación estampado en las estadísticas puede arrear a un pueblo vituperado hasta el hartazgo.
El inquilino de Olivos nunca se destacó por la cintura política pero después de vetar las leyes de discapacidad, atención pediátrica y de federalización de ATN’s, alguien debería decirle que corrija el orden de prioridades de su administración antes de que sea tarde. Seguramente nunca la escuchó, pero aquí va una sugerencia del mandamás correntino de los 70: la teoría de “Los Dos Chiqueros”, elucubrada por el ex gobernador correntino Julio Romero cuando el caudillo peronista justificaba su estrategia distributiva en el armado de su gobierno.
Decía don Julio -a quien este cronista supo conocer bastante en sus últimos años, en largas tardes de charla y jugo de naranja- que “si uno tiene dos chiqueros pero le pone afrecho solamente a uno, los chanchos del otro chiquero se van a poner a chillar”. Para evitar el desborde de una piara por sobre la otra, “siempre hay que cuidar que haya un poco de afrecho en todos los chiqueros”. De lo contrario, los puercos se rebelarían al punto de romper las empalizadas, hasta diezmar la plantación.
Las recomendaciones del experimentado “Chojú” (así bautizado en su momento por el genial humorista Chaque), resuenan en la actualidad como la antítesis del gobierno timoneado por La Libertad Avanza, cuyo leit motiv fue exactamente lo contrario de la doctrina repartidora del patriarca correntino: a los supermillonarios como Galperín, dueño de Mercado Libre, generosas exenciones impositivas; a las provincias del interior, a los jubilados, a las universidades y a las personas con discapacidad, restricciones despiadadas.
Se preguntaba hace algunos días el historiador y ex secretario de Cultura del menemismo, Francisco “Pacho” O’Donnell, por qué motivo cree el Presidente que irían a votarlo en octubre los desahuciados por su plan antiestado. “Somos siete millones de viejos en la Argentina. ¿Quién de todos nosotros cree que irá a votar por Milei?”, ejemplificó en una entrevista con Jorge Fontevecchia, dueño del diario Perfil.
El problema del autovanagloriado león es que ganó las elecciones de 2023 a los gritos, como un outsider antisistema catapultado por el desastre albertiano, con promesas incumplibles como su plan de dolarizar y quemar el Banco Central, con lo cual la política en el sentido estricto le fue prescindible. Pero pasó por alto que el contexto histórico de su desembarco iba a cambiar rápidamente según el fenómeno que alguna vez analizó Heráclito: “El ser es un devenir en el que todo fluye, pues todo cambia constantemente y nadie se baña dos veces en el mismo río”.
Debió haber decodificado el sentir de las multitudes que marcharon en defensa de las universidades, del Garrahan y de los jubilados. Pudo haber sido piadoso con el niño autista Ian Moche. Pudo haber estrechado la mano del jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri. Pudo muchas cosas, pero en vez de la concertación delegó la gobernanza en “El Jefe”, la hermana que lo defendía de las palizas a las que era sometido por su padre en una triste infancia.
El error estuvo en creer que sus supuestos logros macroeconómicos alcanzaban para parar la olla en los villorrios de las grandes ciudades donde su prédica de 12 millones de argentinos rescatados de la pobreza no registra evidencia. No se dio cuenta de que los 20.000 millones de dólares inyectados por Kristalina Georgieva, usados para sostener el tipo de cambio entre bandas, no resuelven los problemas de un trabajador desocupado que no llega a fin de mes o de un niño con dificultades madurativas que es despojado de su acompañante terapéutico.
¿Es suficiente exhibir un índice inflacionario pisado en el 1,9 por ciento, en un contexto de descomposición social donde cada sector esgrime una bandera opuesta al plan motosierra? Desde luego que no. Medio país ha venido pasándola mal desde que el actual gobierno aplicó el torniquete económico que dejó a la gente sin plata con tal de provocar un descenso de los precios al consumidor tan pronunciado como artificial.
El costo social de las medidas que convirtieron a los grupos sociales vulnerables en carne de cañón del denominado “ajuste más grande de la historia”, fue altísimo, tanto que los propios votantes de La Libertad Avanza en el balotaje de 2023 se abstuvieron de acompañar la lista del jefe de Estado en la provincia más densamente poblada del país.
¿Se repetirá el veredicto de los bonaerenses en las legislativa nacionales del 26 de octubre? El presidente y su hermana pretenden que no, pero se limitan al plano narrativo-simbólico sin comprender que lo gestual no basta. No es suficiente que el Gordo Dan y sus francotiradores digitales disparen contra la masa de internautas que el viernes por la noche convirtió en tendencia el hashtag “#RenunciáMilei”.
Tampoco es conducente que la hermana presidencial se presente en un acto a puertas cerradas en Tucumán (claro síntoma de que ya no puede andar por la calle) para balbucear más que un mensaje, un epitafio. Las tremendas limitaciones de esa mujer que antes de habitar la Casa Rosada hacía tortas y tiraba las cartas provocan un temor inenarrable: ¿En manos de quiénes estamos? Se pregunta la vecina de a la vuelta, mientras zurce pantalones a mil pesos cada uno.
“Quiero agradecer a todos los presentes y a todos los que trabajan para que nosotros habramos (sic) llegado a este momento”, trastabilló la secretaria general de la Presidencia en el mitin partidario celebrado en el Club Villa Luján de San Miguel. Y hundió todavía más el puñal en el corazón de la lengua castellana: “La verdad, él (por el flamante ministro del interior, Lisandro Catalán) ha trabajado para que pudiéramos poder seguir (sic) progresando con La Libertad Avanza”.
Karina no sólo es insuficiente para revertir la tendencia negativa que se confirmó con el plano inclinado de la provincia de Buenos Aires. Su sola presencia profundiza la bronca ciudadana a partir del escándalo de las presuntas coimas en el manejo de fondos para discapacidad, un hecho de corrupción que seccionó la femoral del gobierno mileista.
La hemorragia de adhesiones, desde entonces, no pudo ser cauterizada. Los audios del tal Diego Spagnuolo son determinantes y, para colmo, en las últimas horas se presentó en tribunales el operador Fernando Cerimedo, del canal “La Derecha a Diario”, para confirmar que las maledicencias del ex titular de la ANDIS eran harto conocidas en el chismeducto de la intimidad oficialista.
El aroma a cohecho avivó el fuego en las redes sociales, donde los creativos más cáusticos transformaron la clásica letra de “Guantanamera” para producir el hit “Alta Coimera”, repetido en las canchas, los bares y los canales de streaming hasta alcanzar el 100% de conocimiento público.
Conjurar tan oscuro panorama futuro compele al presidente a negociar. Pero la mesa política con los gobernadores se redujo a la presencia de solamente tres mandatarios de 24. Para colmo, como si nada, una hora después de haber comprometido respaldo a los jefes provinciales vetó la ley que propone compartir proporcionalmente los fondos discrecionales del Tesoro Nacional. Y eso no fue todo: el mismo día del maestro, le asestó un machetazo a la educación universitaria con otro veto.
Milei encara el último mes previo a las elecciones sin aliados, sin diálogo real con los gobernadores y con un Congreso que promete armar tremendo batifondo al rechazar sus vetos. Porfiado, se enfrasca en sus camperas de cuero para resistir lo que él -en su obsesión binaria de buenos y malos- considera sería una torcedura de brazo que lo mostraría derrotado. Pareciera no comprender que las derrotas definitivas no emanan de las voluntades parlamentarias, sino de las urnas. Pareciera no descifrar que, en política, desoír la teoría del “Chojú” puede desembocar en el caos.