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El músico internacional que busca construir puentes entre el metal y el folclore

Hace 15 años que gira por el mundo con una banda sueca y comparte escenarios con artistas de la talla de Ozzy, Aerosmith y Judas Priest, pero se ilusiona con recorrer las provincias argentinas 
y tocar con talentos locales. Durante su fugaz paso por Corrientes, charló de todo con El Litoral, de sus inicios a su afán por mezclar géneros musicales.
 

Por El Litoral

Domingo, 28 de septiembre de 2025 a las 12:12
Fanático de Piazzolla. “Tuve mi época de estudiar mucho al maestro”, indicó.

Por Patricio Monzón Battilana
Docente de la Licenciatura en 
Comunicación Social (UNNE).
Fotografías: Fabrizio Dimas Alvarez Raffin.
Especial para El Litoral


 “Voy a ser injusto”, repite a modo de disculpa Christian Vidal cada vez que no recuerda un dato de su curiosa carrera, que lo llevó del Cosquín Rock a los festivales más grandes del metal europeo. De compartir escenarios con Ozzy Osbourne y Aerosmith a recorrer Argentina junto a Patricia Sosa. “En Corrientes siempre me quedan las ganas de interactuar con músicos chamameceros”, recalcó a lo largo de la entrevista.
Nacido en Zárate, pero criado en el interior entrerriano, entre Brazo Largo, Ibicuy y Chajarí, Vidal se convirtió en 2010 en el guitarrista principal de Therion, una banda sueca pionera del metal sinfónico, que lo fusiona con arreglos orquestales y voces líricas. Seis años más tarde se sumó al grupo de Patricia Sosa, con quien tocó el 12 de septiembre en el remodelo Teatro Vera. Fue en la antesala de ese show que recibió a El Litoral, en el Hotel de Turismo.

—¿Cómo haces los puentes entre géneros musicales?
—Es un poco lo que hice en El Viaje y en Home (NdR: sus dos álbumes solistas), y en algún momento haré clínicas en el interior para acercar un poco al público del metal al folclore y viceversa. Quiero ir a las provincias y tocar música representativa con los artistas locales. Lo que se pueda, sé que suena a delirio. Antes de entrar a Therion, toqué con un cantante de chacarera, Motta Luna, en Cosquín y Santiago del Estero. Fue una experiencia que me nutrió mucho y cuando puedo, paro la oreja. Ya que estamos en Corrientes, siempre me quedan las ganas de interactuar con músicos locales de chamamé, de hacer cosas, fusionando, de la manera que sea, y estoy abierto a organizar propuestas.  

—¿En qué momento te diste cuenta de que podías vivir de la industria musical?
—A los 15 ya sabía que quería dedicarme a esto, pero no que iba a poder (risas). A los 20 me dediqué de lleno a dar clases de guitarra en secundarios de Zárate. Cerca del 2000, ya tenía la banda Cuero y dije “Basta, esto me lleva demasiado tiempo para lo que quiero hacer”. Ya vivía en Capital y renuncié a todo trabajo externo a lo musical.
 

—¿Cómo conociste a Patricia Sosa?
—De La Torre, era de esas bandas de hard rock que impactó mucho en mi adolescencia. Pablo Garrocho, su baterista, fue nuestro contacto, porque tocaba con Cuero. Hubo dos shows entre 2015 y 2016, uno con Greg Howe (NdR: compositor estadounidense) y otro con Russell Allen, el cantante de Symphony X, donde vinieron Garrocho y Giuliano, bajista de Patricia, y se generó muchísima onda. Además, estaba en contacto con Dani Leis, su guitarrista por 30 años. 
 

—En el año 2010 te uniste a Therion, una banda que nunca habías escuchado.
—Nada, sólo el nombre. No era un fan ni cosa por el estilo. Entre 2007 y 2009 hicimos tres giras por Sudamérica y una en India con Eric Martin, el ex cantante de Mr. Big. Me entero por un amigo que venía Thomas Vikström (NdR: cantante de Therion) porque tenía una novia en Argentina. Por contactos en común, sin conocerlo, le propongo hacer lo mismo que con Eric, un show con una banda local, que terminó siendo con Eterna. En la sala de ensayo me dijo: “¿Sabes qué? Vamos a ser compañeros en un futuro”. Pensé que era una mentira más a la mochila, pero hablaba en serio. 

—El casting fue a distancia y el líder de la banda, Christopher Johnson, te mandó las grabaciones para que hicieras los solos de guitarra.
—Exacto, muchas canciones que después fueron parte del siguiente álbum. Creo que audicionamos tres de diferentes países. Me concentré en ponerle mi impronta a los temas y al otro día ya le había mandado todo lo que me había pedido.

—Christopher declaró que le gustó la fusión de géneros que hiciste en tus discos.
—Claro, esa fusión que es muy rara. Imaginate que empieza con un chamamé que lo grabó Alejandro Tula, el percusionista de Salinas, y el contrabajista fue Juan Pablo Navarro, que tocaba con el Chango Spasiuk. Yo quería trabajar con gente idónea, que toque y suene un buen chamamé. Pero es un disco muy difícil de digerir, y recibí críticas en Estados Unidos y España porque no entendían. ¿Percusión autóctona con guitarra eléctrica? Lo mismo con la chacarera, la samba y el tango, pero la fusión con progresivo siempre se me dio natural por lo que escuchaba.

—Luego de grabar el primer concierto con Therion en Atlanta en 2011, posteaste en tu Facebook que ese mismo día habías tenido un accidente.
—Si, me abrí la cabeza. Me caigo del escenario para atrás y fue como un latigazo, culo y cabeza, menos mal no fue directo. Perdí el conocimiento, me llevaron a la guardia y varias horas estuve disperso. En un momento desperté, me sentía bien y avisé que podía tocar. Y me dice el médico: “No tengo anestesia, pero te puedo poner grapas”. “Metele”, le dije. Todavía me acuerdo y todavía me duele (risas).

—Las letras y las melodías de Therion suelen jugar con varios idiomas y géneros musicales. ¿Qué desafíos u oportunidades te implica esto?
—De repente estás cantando en un idioma que nunca hablaste en tu vida, hay canciones donde hago coros en sueco, algunas en español. El disco en el que participé desde la preproducción, Les Fleurs du Mal, fue un desafío de otra índole, porque son todas canciones francesas de los 60. Hay una donde a las guitarras les di el arreglo de un vals criollo, y otra donde intenté una cosa del maestro Piazzolla, salvando las distancias, como un tango moderno.

—Sólo en 2024 tocaron 66 veces en 28 países. Exceptuando tu tierra natal, ¿cuál fue el público que más te llamó la atención y por qué?
—Voy a ser injusto porque en 15 años se te pasan cosas, pero me acuerdo de un recital en París donde dije: “Wow, esto no está lejos de Argentina”. Después, un público en República Checa, en una ciudad que se llama Zlín, donde hacen el culto al asado. Y bueno, Sudamérica ni hablar. México es una cosa aparte, cerca de 20 fechas por gira.

—También participaste de festivales multitudinarios como el Wacken, el Motorfest y hasta el crucero que zarpa una vez al año de Miami a las islas del Caribe.
—Esa es una experiencia loquísima, la hicimos tres veces. Es difícil de poner en palabras porque son cinco días que se te vuelan, tocas dos veces y hay 40 bandas. El público se mezcla en los lugares comunes, uno está comiendo y los fans se acercan e interactuamos.

—El año pasado, en la última presentación de Therion en Buenos Aires, lo primero que le preguntaste al público fue cómo salió River.
—Jajaja, sí. Lo que ha sido seguir a River o a la Selección desde alguna parte del mundo a cualquier hora. Ahora es fácil, pero en el 2010 no sabes lo que sufría. Para ver un partido era un quilombo, en la casa que paraba en Estocolmo me colgaba con la parabólica, buscaba las páginas truchas de internet…

—¿Hay alguna banda que hayas podido conocer por tu experiencia con Therion?
—Más que conocer, ver. Compartimos cartel con Judas Priest, Ozzy, Aerosmith, Slayer, Europe, Def Leppard. Creo que la única con la que no fue Iron Maiden. A Ozzy, que en paz descanse, no lo ves. Te cruzas en el bar, en los lugares comunes, pero en mi caso nunca fui de decir “Che, vamos a sacarnos una foto”. Si da, charlas un poco.
 

—¿Qué le diría el pibe entrerriano al músico profesional?
—Al revés, yo le diría que siga (risas). Imagino que estaría contento. Por si les sirve a los jóvenes, llegó un momento que pensé que no avanzaba más. No va a pasar nunca el sueño de irse de gira por el mundo. Alquilaba en Capital, daba muchas clases y sólo pensaba en poder tocar un par de veces al año, las que pudiera pagar. Esa era mi mayor expectativa a los 38 años, cuando me llamaron. Acá no hay cuestión esotérica o divina, porque podes tener la suerte de que el tren pase y te subiste, pero si no estabas preparado, te bajan en la próxima estación.

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