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Mostrar nuestra mejor parte

Hemos vivido mal, le dimos demasiada importancia a las cosas materiales y nos hemos despreocupado del prójimo. Era la fiesta del egoísmo y la ambición, con la máscara de la apariencia. Nuestro bienestar, a pesar de este enemigo invisible a simple vista, depende de nuestra actitud frente a la adversidad de tenerlo cerca, amenazante e intimidante.
 

Por El Litoral

Martes, 24 de marzo de 2020 a las 02:24

Por Leticia Oraisón de Turpín
Orientadora familiar.

La conmoción en que vivimos permanentemente nos desgasta, angustia y debilita mental y psíquicamente, entonces, por qué no buscar los medios para recomponernos.
Lo que sucede a nivel mundial, lo que nos pasa a todos los terrestres, o lo que nos puede pasar, ya no depende sólo de nosotros, de los cuidados que podamos tener o de permanecer más o menos aislados, sin salir de nuestras casas.  
Según lo que se escucha no es mucho lo que se sabe del virus y de cómo contenerlo efectiva y definitivamente.  
Entonces, nuestro bienestar, a pesar de este enemigo invisible a simple vista, depende de nuestra actitud frente a la adversidad de tenerlo cerca, amenazante e intimidante. 
¡A mostrar nuestra mejor cara! a levantar nuestro ánimo, cuidando la limpieza y desinfectando todo lo que se puede, sin olvidar la más importante  parte; nosotros mismos, nuestro aspecto personal, nuestra rutina de higiene, alimentación y disciplina para cumplirla a rajatabla.  
Por el hecho de estar todo el día en casa, no tenemos que estar desfachatados, sucios, despeinados o con la cara larga. 
Pues tal vez es el momento de levantar el rostro, mirar a lo alto, agradecer el día, disfrutar del cielo azul despejado o con nubes, nublado o lluvioso, porque todos los días tienen su belleza.  
Mirar para afuera, levantar la vista y encomendarnos a Dios, con la esperanza puesta en El. Hemos vivido mal, le dimos demasiada importancia a las cosas materiales y nos hemos despreocupado del prójimo. Era la fiesta del egoísmo y la ambición, con la máscara de la apariencia, máscara que teníamos a mano para usarla según la ocasión. 
Y nos olvidamos también de Dios, igual que de los niños que se asomaban a la vida con intención de vivirla, pero nuestro egoísmo nos dictó que podían alterar nuestra cómoda vida y había que evitar todo lo que la amenazara. Así que empezaron los movimientos proponiendo los abortos para regular la población.  
Ja, ja, ja, pero por otro lado se alargaba cada vez más la vida de los adultos y se la defendía denodadamente.
Pues fijémosnos, ahora Dios puso su mano sobre ellos, los niños, y los defiende y protege de la pandemia.  Solo para que tomemos nota.
Bien, estamos en momentos de reflexión, cada uno en su casa, con prisión preventiva, para retomar o virar el rumbo de su vida, es la posibilidad y gran oportunidad que se nos brinda. 
Conviene que inteligentemente sepamos aprovechar el tiempo que nos regalan, mirar el caudal de fortaleza y energía propia de que disponemos, para levantarnos cada día, con alegría, con propósitos positivos y optimistas y demostrarlo a los que nos observan, porque conviven o porque desde alguna puerta o ventana nos ven.
Y el mejor  y  real momento de aplicar y desarrollar estas potencialidades vendrá después, cuando estemos libres y nuevamente en el ruedo del trabajo y desarrollo de nuestra vida cotidiana, cuando aparezcan las grandes necesidades de los relegados y postergados, de aquellos que quedaron en “la lona”, allí podremos manifestar nuestra verdadera cara, la de la generosidad o la de la miseria decadente y egoísta que no supimos cambiar.
Ese será  entonces, el momento de mostrar nuestra mejor parte.

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