Mercedes Mechi Méndez es una enfermera del área de cuidados intensivos del hospital Garrahan, en Buenos Aires. Acompañó en sus tratamientos a Antonella Sánchez, una joven correntina de 16 años que falleció tras por un cáncer presuntamente generado a raíz de agrotóxicos.
Luego de varios meses de internación en el establecimiento de salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la amputación de una de sus piernas, la adolescente había regresado a su casa en paraje Puerto Viejo, de la localidad de Lavalle. Falleció poco tiempo después, el 29 de abril.
La muerte de Antonella no fue la única que la familia correntina debió atravesar. Años antes, en diciembre del 2012, su medio hermano de 4 años falleció a causa de un envenenamiento por un agrotóxico utilizado en la cosecha de tomate, una de las actividades productivas centrales de la zona. En un análisis de orina realizado al niño en el hospital de Goya, los especialistas habían encontrado organofosforado.
En paraje Puerto Viejo hay más casos de niños afectados por el uso de estas sustancias que han tomado relevancia a nivel nacional. En marzo de 2011 Nicolás Arévalo de 4 años y su prima Celeste Estévez de 5, también se habían envenenado. Nicolás murió y la niña continúa en tratamiento de por vida por los daños hepáticos. El caso terminó en un segundo juicio tras apelarse el primero en 2016, que hacía absuelto al productor responsable.
En diciembre de 2020, el Tribunal Oral Penal de Goya condenó al dueño de la tomatera a 3 años de prisión condicional por el homicidio culposo de Nicolás Arevalo y lesiones culposas de Celeste Estévez.
La carta
Al conocer la muerte de Antonella, la enfermera escribió una carta pública. Con su testimonio, la profesional de la salud puso en tela de juicio las consecuencias del modelo productivo actual y el uso de agrotóxicos y transgénicos.
"Me acabo de enterar y, no por anunciada, tu muerte causa menos tristeza, dolor o impotencia", inició Mercedes Méndez en su escrito.
"Solo escribo cuando el corazón está muy roto, la pena es muy grande y cuando considero que lo que tengo para decir, vale más que el silencio. Aunque ¿sabes? También siento que se me acaban las palabras para lograr que los que tienen que escuchar, escuchen y también hagan", continúa la carta.
Luego, detalló la situación que vivió con los otros niños correntinos que sufrieron padecimientos similares a los de Antonella y agregó: "Creo que no te lo había contado, pero el 2011 en mi vida marco un antes y un después. Estos hechos que narro fueron parte de ese quiebre. Desde entonces visité muchos lugares fumigados, recogí y difundí testimonios de los damnificados y entre esos lugares conocí Lavalle, la belleza del lugar y también observé in situ la situación de exposición continua y permanente a un modelo de agricultura que envenena, enferma y mata".
La mujer comentó su compromiso con la visibilización del tema, con las "voces de los damnificados" y con los profesionales en materia ambiental. Y hasta indicó que realizaron un pedido para instalar en el Garrahan un laboratorio público, accesible y gratuito de pesquisa de tóxicos ambientales relacionados a los modelos de producción.
"Nunca fuimos escuchados Anto, ni siquiera han respondido nuestras misivas", se lamentó la enfermera y agregó "¿Cómo puede ser que a esta altura, aún no se tenga en cuenta qué pasa en el ambiente de donde provienen ustedes, los pacientes ¿Qué pisan, respiran, tocan o toman? ¿Y sus padres? ¿Qué sustancias venenos-tóxicos cargan ustedes en sus cuerpos? Lamentablemente Anto, siento que nadie escucha".
La mujer también se refirió a la falta de políticas públicas en relación al tema: "Será Anto que los sillones que ocupan muchos de los sordos, son demasiado mullidos y que por mas Posgrados en “ambiente” que tengan o cargos en Sociedades Científicas o Departamentos Hospitalarios con muy buena prensa, nunca abandonaron su comodidad para probar pisar el mismo suelo que pisan ustedes, ni respirar el mismo aire que respiraron ustedes o tomar del mismo agua que lo tomaron ustedes. Tal vez ahí si tomarían otras decisiones. Parece Anto, que el trasero les pesa mucho y no pueden levantarlo para saber qué pasa en esos territorios, envenenados, arrasados por modelos de producción que cada vez profundizan más este ecocidio".
"Aunque sé que te lo dije, te lo repito ahora: a pesar del dolor, como siempre me pasa, disfruté mucho –sí disfruté- el privilegio de poder conocerte, acompañarte y atenderte en momentos tan difíciles por los que tuviste que pasar y como siempre, también aprendí de vos y de la leona de tu mamá", continuó la mujer en su carta y agradeció a la niña: "Solo me resta agradecerte por tus sonrisas, por tus tímidas palabras, por tus hermosos dibujos y flores artesanales que atesoraré por siempre".
Finalmente, la mujer se despidió de Antonella: "Vuela muy alto hermosa Anto, ojalá –como le dijiste a tu mami que imaginabas el después– puedas estar finalmente junto al Kily; él tocando la guitarra y vos el ukelele, libres, sin dolor, sin sufrimiento e indiferencias varias.Quiero, deseo, necesito imaginarlos así, porque la realidad es casi inimaginable de soportar".
Con información de https://lavaca.org