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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Recordando la sensibilidad de Fernando Piragine Niveiro

Piragine Niveiro. Sus colaboradores lo sacaron en andas de la Casa de Gobierno el 25 de abril de 1962. Seis días antes de que terminara su mandato, llegó el golpe militar.

Por María Fernanda Piragine Niveiro

Especial para El Litoral

Desde que tengo memoria, me contaron que durante el gobierno de mi padre se pavimentó y electrificó casi toda nuestra provincia, se inició y se terminó la construcción del Aeropuerto que fue por mucho tiempo único en la región, se sancionó el 82% móvil para los jubilados provinciales, se construyó la Casa del Docente, se creó la Escuela de Odontología, se entubó el arroyo Poncho Verde y se hizo avenida, se firmó el compromiso del inicio de obra del puente General Manuel Belgrano, se construyeron muchas escuelas en el interior y muchas cosas más que hablaban de la ejecutividad de un gobierno desarrollista y de un conductor iluminado. Pero nada me llegó más al alma que este escrito que de casualidad, buscando notas sobre El corazón encontré en internet y quiero compartirla. 

El corazón de Fernando Piragine.Publicado en internet el 7/9/2009 

Tengo que pedir disculpas porque ya pasó la fecha infausta, pero no quisiera dejar de compartir con los lectores un recuerdo luminoso de mi adolescencia que fue para mí revelador y que espero lo sea para los que no lo conocieron.

Fue durante las vacaciones de 1959/60, yo andaba por los 14 y queriendo hacer los primeros pininos en política, junto a mi padre, que era presidente del comité departamental autonomista en Santo Tomé. Pese a ello, sólo por andar de colado con mi amigo Yuyo López en la Estanciera de su padre, don Carlos, tuve el honor y la fortuna de conocer a este hombre de tanto carisma y simpatía. Era el gobernador en ejercicio y andaba por los parajes rurales de la zona de Virasoro haciendo la campaña, supongo que sería para la Constituyente. El avión que lo trajo aterrizó en Las Marías y allí fuimos a buscarlo. Había un asado en Garruchos (a 30 kilómetros) de manera que encaramos el sinuoso camino de la colonia San Justo, por donde se vadea al Arroyo Ciriaco y luego el Garabí. Nos seguía una caravana de viejos y desvencijados autos y “chatitas” Ford A. Los dos muchachos veníamos deslumbrados por la agradable atención que nos prestaba el gran hombre y por la impresionante memoria de la que hacía gala al recordar sus viajes anteriores por ese mismo camino. Téngase en cuenta que no era su terreno más familiar precisamente. Íbamos a pasar saludando por la colonia, pero él le pidió a Don Carlos que se detuviera frente a un rancho grande que estaba a la vera de la ruta. “Tengo que saludar a una ahijadita”, dijo y se bajó con un paquete en la mano. Toda la gente de la casa salió entre emocionada y tímida a recibirlo y él preguntaba por su ahijada por el nombre de pila. Se trataba de una gurrumina de unos 8 o 9 años a la que él había conocido allí durante su campaña. Por ese entonces la niña tenía labios leporinos y paladar hundido y él prometió hacer las gestiones para operarla, lo que cumplió acabadamente, con la gestión siempre eficaz de Ñata, apenas regresado a Corrientes. La niña viajó a Corrientes con sus familiares, fue intervenida y ya estaba en su hogar con el problema subsanado. La humilde familia campesina jamás esperó que el Señor Gobernador viniera además a visitarlos y con un vestidito coqueto de regalo. La caravana de partidarios se impacientaba en el camino. El señor Gobernador, mientras tanto, cuchara en mano, compartía lo único que sus conmovidos huéspedes le pudieron ofrecer: una media sandía fresca bajo el bochornoso mediodía de aquel verano de 1960. Con la niña en su regazo, Fernando Piragine Niveyro, Gobernador de Corrientes preguntaba y preguntaba de todo a su gente y yo supe entonces que había conocido a un grande. Cuando unos años después falleció en el Congreso no hizo falta que me dijeran de qué murió.

El corazón de Fernando trascendía su cuerpo. Y ahora es memoria viva, quedó para siempre en sus obras y en el corazón de los correntinos.

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