Vuelta del Chaco: por los caminos del TC

Por José Luis Zampa

Los autos de otros tiempos encierran vivencias ocultas en la memoria, pero basta con pasear en uno, sentir el sonido de su motor o simplemente verlo pasar para que esas imágenes perdidas en la infinidad de un recuerdo remoto afloren con la nitidez que solo pueden transmitir estos sobrevivientes del universo motriz.

De eso se trata, en esencia, la pasión por conservar, recuperar y mantener en condiciones de uso a estos dinosaurios mecánicos que, en distintas disciplinas, contribuyeron a la edificación de un país necesitado de medios motorizados para funcionar a través de las enormes distancias características de su soberanía territorial.

El pasado fin de semana quien esto escribe tuvo oportunidad de certificar la condición de “máquinas del tiempo” que los aficionados asignan a los vehículos entrados en años. Fue mediante la participación de un certamen de autos antiguos celebrado desde hace varios años en la vecina provincia del Chaco, en homenaje a los pilotos y tripulaciones que forjaron el deporte motor argentino a través del Turismo Carretera.

Se trata de “La Vuelta del Chaco”, recreación de la épica competencia del TC en los tiempos en que se corría contra los cronómetros en rutas y caminos rurales, desde los inicios de la categoría hasta los años 70. Actualmente, la prueba que rinde tributo a aquella épica carrera consiste en un paseo diagramado por los mismos destinos de antaño, para el que son convocados vehículos de más de 30 años de antigüedad.

Para la última edición, que se llevó a cabo el 19 de septiembre, fueron de la partida aproximadamente 40 unidades de distintas épocas que se reunieron en la plaza principal de Resistencia, desde donde partieron minutos después de las 7,30 hacia las ciudades de Quitilipi y Machagai. En ambos puntos del mapa chaqueño se realizaron exposiciones estáticas en un contexto de nueva normalidad, con los correspondientes barbijos y hectolitros del alcohol gel.

Los autos que pudieron verse en la carretera, a lo largo del trayecto en el que además se fueron sumando más participantes con vehículos en sorprendente estado de conservación y originalidad, fueron desde un Ford coupé 1946 con motor V8 hasta una pléyade de Torino coupé en sus diferentes versiones, con motores de 4 y 7 bancadas, pasando por Ford Falcon, Ford Fairlane, Rambler Ambassador, Mercedes Benz, un esplendoroso MG británico de los años 70 y un Jeep IKA corto descapotado, en perfectas condiciones de marcha.

Los autos y sus tripulaciones sobrellevaron el calor de una jornada que llegó a orillar los 40 grados en horas de la siesta, lo que no amilanó a los participantes a pesar de que algunos motores evidenciaron la avería típica de los clásicos: el sobrecalentamiento de la bomba de nafta, inconveniente que fue salvado por los equipos de asistencia mediante el infalible procedimiento de envolver al artefacto con un trapo embebido en agua fría.

En todos los casos, los vehículos participantes arrancaron suspiros en el público, que se acercó para admirarlos y también para ejercitar los propios recuerdos al ver el interior de una camioneta F100 idéntica a la de aquel abuelo que llevaba sus calabazas recién cosechadas al mercado de concentración, o el mismo Rambler del tío que juntaba a sus sobrinos para llevarlos a jugar al fútbol.

Con incontables momentos de nostalgia y emoción, la aventura rutera se cumplió con un corolario que incluyó la entrega de donaciones a un hogar de ancianos y cerró con el regreso parsimonioso de los bólidos por la ruta 16, con destino a los lugares de origen de cada participante. El compromiso unánime: volver a surcar las rutas chaqueñas el año que viene, en este periplo lleno de historia.