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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La toma de escuelas y la política

Las tomas de escuelas por parte de alumnos del nivel medio de enseñanza de la ciudad de Buenos Aires destacan especialmente, porque el derecho a expresarse por parte de los estudiantes no puede, de ningún modo, asumir formas violentas, intrusando edificios públicos, vandalizándolos y pulverizando el debido respeto por la autoridad escolar y gubernamental.

Consignábamos también el mal ejemplo que proporcionan los padres cuando, en lugar de abogar por la discusión racional, pacífica y ordenada en torno a las demandas estudiantiles, apoyan las tomas y protestan airadamente cuando el Gobierno los insta a hacerse cargo de los perjuicios económicos que de ellas deriven. Y señalábamos que es una secuela tan lamentable como evitable la impotencia de docentes, padres y alumnos que solo quieren retomar las clases frente a grupúsculos de adolescentes fogoneados por sectores del kirchnerismo y de la izquierda que se han hecho cargo de los edificios, impidiéndoles entrar y, en algunos casos, hasta cambiando los candados de ingreso, en una clara muestra de patoterismo que llegó a ser apoyada y vergonzosamente alabada por sectores militantes.

No hay lápices, ni escrituras ni progresos en el conocimiento cada vez que se realiza una toma. Nuestros alumnos de todos los niveles vienen de desandar un enorme trecho en el plano educativo desde que el gobierno nacional decidió realizar la cuarentena más extensa del mundo. Seguir perdiendo días de clase y, además, adoctrinarlos en la falsa hipótesis de que están siendo amenazados porque se los insta a cumplir con las normas reglamentarias es un disparate.

Resulta también disparatado que dos gremios de la ciudad, la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE) y la Asociación Docente Ademys, hayan hecho ayer un paro y encabezado una manifestación hacia la sede de la jefatura de gobierno porteña, entre otras cosas, porque se les advirtió a los alumnos que, ante los días de clase perdidos, deberán recuperarlos los sábados si es que quieren mantener la regularidad de los estudios. En lugar de alentar la educación, todo indica una vez más cuántos gremios docentes promueven repelerla.

Por lo demás, si se tienen en cuenta algunos reclamos de los estudiantes como el envío de una mayor cantidad y calidad de viandas cuando hay muchísimas escuelas de todo el país donde los alumnos pasan hambre; las “reformas inconsultas” para realizar pasantías en empresas privadas antes de concluir el secundario, dado que el mundo laboral reclama trabajadores cada vez más capacitados y con experiencia, y que los docentes tengan que capacitarse los fines de semana, sin dudas en su propio beneficio, no solo no se aprecia la supuesta persecución de las autoridades, sino que no se entiende que se elija la senda de la confrontación como único camino.

De los 17 colegios tomados la semana última, el martes quedaban cuatro, mientras que otros habían decidido trocar la toma por el pernocte, una suerte de acampe nocturno en edificios escolares, con lo que ello significa: uso indebido de las instalaciones y de las horas de descanso que los chicos deberían aprovechar. Si los adultos responsables no enseñan a sus hijos a respetar a la autoridad, mal se les puede pedir a los adolescentes que lo hagan. Lamentablemente, hay en este conflicto demasiados padres, docentes y gremialistas que equivocan su rol y se alejan de la ejemplaridad que de ellos se espera.

Urge evitar la consolidación de cualquier forma de piqueterismo estudiantil que flaco favor le hace a la necesidad de recuperar los altos estándares que supo tener nuestro país en materia educativa. Seguir por esta senda de la suspensión de clases inexorablemente redundará en un mayor declive educativo, tal como vienen demostrando las pruebas nacionales e internacionales que miden el grado de conocimiento de los alumnos.

Sin valores ni buenos ejemplos será muy difícil recomponer el deteriorado tejido social. Todo reclamo merece atención y las normas, respeto. Es la base de una sociedad civilizada. Sin educación no hay futuro posible.

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