Como dice un viejo refrán, uno puede llevar el caballo hasta el borde del río, pero no puede obligarlo a tomar el agua: lo mismo sucede con las inversiones y el empleo privado. La cuestión del trabajo en la Argentina no revertirá su estancamiento a menos que seamos capaces de volver a ofrecer verdaderos incentivos a la contratación de personal.
Lo que sigue es la descripción de una serie de escenarios alternativos, en los que se conjugan las acciones tanto del Estado como del sector empresario privado. De esos escenarios posibles —con diferentes grados de probabilidad— surgirán los eventuales resultados de la acción conjunta. En rigor de verdad, los Estados pueden adoptar un amplio abanico de estrategias; pero, a la hora de representar una economía como la argentina, hay tres variables destacadas que definen su rumbo. Así, el gobierno de turno puede elegir entre tener un dólar subvaluado o sobrevaluado, una tasa de interés positiva o negativa y administrar el comercio exterior o no hacerlo.
Trataré de mostrar que en los ocho escenarios posibles que resultan de la combinación de estas tres variables, el país estará mejor con la implementación de la “mochila argentina” (que consiste, resumidamente, en un seguro pagado por las empresas a un fideicomiso del Estado para asegurar al empleado su indemnización y, al mismo tiempo, eliminar el pasivo laboral).
El Estado, entonces, debe elegir una combinación de estas tres variables; los empresarios, a su vez, reaccionarán al contexto que resulte de ello según crean conveniente. Para enfrentar un eventual crecimiento de la demanda pueden elegir tomar más personal, aumentar las horas de trabajo del personal ya contratado, aumentar sus inversiones (lo cual puede implicar un incremento del volumen de producción sin tomar nuevo personal o el incremento de ambas cosas), aumentar precios o, finalmente, aumentar el volumen de productos que importan. Ahora bien, la combinación de la acción del Gobierno y la reacción de los empresarios repercute sobre el empleo (tanto público como privado), los salarios, la informalidad, la inequidad, el gasto privado, el gasto público, la inflación, la emisión, las reservas, las inversiones, el tipo de cambio y el endeudamiento público, entre otras variables.
De cualquier modo, diremos que, ciertamente, habría sido provechoso contar con la mochila argentina entre 2015 y 2019, pero, para no perder el tiempo con el pasado, quizá sea mejor concentrarnos en el futuro posible. En la actual coyuntura, entonces, sin la mochila, los empresarios chicos recurren a invertir en tecnologías que les permiten aumentar la producción sin incrementar la cantidad de personal empleado —es decir, prefieren esperar la llegada de máquinas nuevas a contratar gente nueva—. Incluso, muchos podrían poner un turno nuevo a trabajar con las mismas máquinas que ya tienen, pero para ello deberían emplear personal y, dado que no es claro durante cuánto tiempo lo necesitarán, la rigidez del marco laboral actual disuade su contratación. En el mientras tanto, o aumentan el precio de sus servicios o enfrentan faltantes como algo natural.
A su vez, las empresas grandes invierten en tecnologías sumamente sofisticadas, pensadas para países con salarios de alrededor de tres mil dólares mensuales, con tal de ocupar la mínima cantidad posible de personal adicional. Por esto último es que no alcanzan los dólares, aun con administración del comercio exterior. Al mismo tiempo, hace que el crecimiento no conlleve aumento de personal y, por ello, tampoco suban los salarios, logrando que —como ha sucedido en el pasado— el crecimiento del país se autoextinga. En ese marco, la principal ventaja que la Mochila Argentina puede aportar a nuestro país es un cambio en la propensión a emplear. Así, en primer lugar, el crecimiento económico se transformaría en aumento del trabajo. Luego, el descenso del desempleo llevaría al aumento de los salarios que, por su parte, produciría la reducción del empleo público y de la necesidad de subsidios. Consecuentemente, bajarían el gasto público, la emisión, la inflación, los impuestos y el nivel de pobreza.
De esta manera, la economía entraría en un ciclo virtuoso de crecimiento en el que la Argentina —que tiene materias primas, población suficiente y una matriz industrial capaz— empezaría a revertir cuarenta años de declive.
Para redondear el concepto de los escenarios posibles, consideremos que los ocho escenarios que mencioné anteriormente (que resultan de la interacción de tres variables: el valor del dólar, la tasa de interés y el grado de control de las importaciones) se convierten en dieciséis al incorporar una variable más al análisis: la implementación de la mochila argentina.