José Luis Zampa
Las personas públicas con roles institucionales, políticos, líderes sociales e incluso monarcas tienen el deber tácito de transmitir mensajes a favor de causas justas como el cuidado del medio ambiente. Es en ese contexto que el recientemente asumido rey Carlos III de Gran Bretaña decidió mostrarse en público al volante de un esplendoroso Aston Martin DB6 convertible que fuera obsequio de su madre, la fallecida reina Isabel, adaptado a los cánones ecológicos de la actualidad.
¿El Aston fue equipado con motor eléctrico? Hubiera sido la opción más esperable dada la marcada tendencia a la electrificación de automóviles que se observa de un tiempo a esta parte. Pero no. El rey prefirió no cambiarle el motor a su amado Aston Martin Volante, sino que eligió una alternativa conservacionista: dejó la mecánica original y cambió el combustible.
El primogénito de la reina Isabel encargó a un grupo de especialistas que adaptara el motor V8 de su clásico para reemplazar la nafta de origen fósil por un carburante basado en etanol y suero lácteo. Es decir que el combustible que actualmente utiliza el monarca es básicamente una mezcla de alcoholes procedentes del vino y el queso, una fuente renovable que aporta el 85 por ciento del destilado, mezclado con un 15 por ciento de gasolina derivada del petróleo.
El mensaje que baja el rey inglés con su gesto es de respeto por el medio ambiente, pero también de rescate de los motores a explosión, que con este tipo de alternativas podrían continuar funcionando en Europa después de 2035, año a partir del cual la normativa comunitaria exigirá que sólo se produzcan vehículos que no consuman combustibles fósiles.
La demostración de Carlos III de Inglaterra abona una posición que gana consenso en los últimos tiempos, según la cual no necesariamente todo debe ser eléctrico en el universo automotriz. Las mecánicas de combustión interna tienen sobrevida a partir de nuevas alternativas desarrolladas desde hace un par de años por Porsche de Alemania: el combustible sintético.
Se trata de un sucedáneo de la nafta con el mismo rendimiento calórico pero sin presencia de petróleo. El fluido está basado en dióxido de carbono, un gas presente en la atmósfera que es tomado como insumo para la fabricación del combustible sintético (e-fuel), que permite alimentar motores a explosión y producir emanaciones neutras, es decir que el residuo que sale por el caño de escape es exactamente la misma cantidad de dióxido de carbono (CO 2) que se utilizó para la fabricación del e-fuel.
Porsche dio el puntapié inicial y ahora Volkswagen (dueña de la glamorosa marca deportiva) seguirá la misma tendencia mediante un cambio de jugadores sorpresivo. La cabeza del grupo automotriz decidió prescindir de su CEO, Herbert Diess, por motivos relacionados con la lentitud que experimentaron los vehículos eléctricos de la marca para penetrar distintos mercados, especialmente el asiático.
Diess quedó al margen de la compañía global por apostar todas las fichas a la electrificación automotriz cuando todavía se discute a nivel planetario sobre la sustentabilidad de la energía eléctrica, que en buena parte sigue siendo generada mediante fuentes contaminantes como la quema de carbón o usinas diésel. También por razones similares fue desplazado el titular de Volkswagen en China, Stephan Woellenstein, cuya misión de inundar con autos eléctricos a la potencia oriental fue un fracaso.
¿Quién reemplazó a Diess en la cima del grupo Volkswagen? Oliver Blume, otro ejecutivo alemán que hasta hace pocas semanas se desempeñara como… Sí, como CEO de Porsche, filial de la corporación que bajo sus directivas desarrolló el combustible sintético y logró resultados sobresalientes en materia de performance. Tanto que el nuevo e-fuel se utilizará al principio en competición.
La planta productora de combustible sintético de Porsche se instaló en Punta Arenas, al sur de Chile. Allí aseguran que producirán este nuevo carburante en condiciones totalmente ecológicas. La meta es fabricar 130.000 litros de e-fuel por año desde 2022, en lo que sin dudas promete ser una experiencia alentadora para los amantes de las emociones, el vigor y el sonido que producen los motores de combustión interna que, todavía, mueven a la mayoría de los automóviles del mundo.