Las sombras que proyecta el sol escondiéndose en el oeste sobre el riacho Goya, dejan espacio a la oscuridad, cómplice de amores públicos, privados, permitidos y prohibidos. La penumbra no distingue tampoco entre seres humanos y cosas; todos tienen por destino la noche de magias, duendes, espíritus más tantas cosas que no comprendemos, la ausencia de luz permite todo, desde lo bueno a lo malo, el amor al odio, dar vida y quitar vidas. La noche es cómplice feliz o siniestra, según le corresponda el papel.
El Teatro Elsa de Goya fue fundado en 1873 por un italiano de apellido Mazzanti (o algo así), vio la oportunidad como buen comerciante, al notar que los pasajeros de ida y vuelta de Buenos Aires a Asunción y viceversa se refugiaban en el riacho debido a las tormentas o falta de vientos. En esos periplos venían artistas que recalaban en la ciudad, por cierto tiempo, en complicidad con capitanes de buques, más anuencias de los dueños de las líneas permitían que compañías, o artistas individuales actuaran en la villa luego ciudad.
El Teatro en verdad es una magnífica obra, conservada con respeto a su carácter histórico y belleza. El material de construcción llegó desde Europa en general, su estructura y acústica son impresionantes, tiene algo parecido a la Scala de Milán, techos a dos aguas.
Por su escenario pasaron figuras relevantes de la escena nacional e internacional, Goya se caracterizó por su cultura, la instalación de la Escuela Normal impulsó las ciencias, la investigación, permitiendo el ascenso y movilidad social.
Afirman los que conocen mejor el lugar que se escuchan sonidos extraños, acordes musicales de virtuosos de la música, quedaron impregnados en sus paredes, techos, palcos, pisos y camerinos. No hay dudas que existen espíritus que habitan el lugar, como el caso del violinista que llegó contratado para el Hotel Continental en la Mansión de Invierno de Empedrado, que por razones económicas vivió en la ciudad de doña Goya cuando cerró su fuente de trabajo. Muchos pobladores escuchan los acordes del Stradivarius (una marca de violín de gran valor e inimitable) cuando el viento arrulla las copas de los árboles, otros más osados narran que lo vieron en el escenario con extraña fosforescencia, haciendo brotar del instrumento melodías contagiosas inolvidables, ese es uno de los fantasmas del Elsa.
Afirman que la principal lémur es Ana una bailarina clásica de gran valía, que dominaba su arte pero no pudo controlar su corazón, lo entregó a un caballero de la ciudad que le prometió el oro y el moro, más sólo le dejó el último como a la Zarzamora. Se enteró que era casado con hijos del patriciado del lugar, su virginidad y honra en momentos en que el corazón cede, se convirtieron de la noche a la mañana en pecaminosos al notar un embarazo que ya no era deseado, su carrera estaba condenada al ostracismo.
Una noche en que sabía que el Don Juan concurrió con su familia a su última presentación, Ana no bailó sino que dibujó mariposas en el aire, colibríes, jazmines, cascabeles que tañían al compás de su baile maravilloso. Al finalizar, el público al terminar la aplaudió de pie, el italiano violinista que hoy la acompaña como duende, dejó el violín y expresó: “Bellísimo…” Saltó al escenario, la homenajeó arrodillándose ante ella, le pidió matrimonio, el público estalló como un huracán, nunca el Elsa tuvo tan atronador aplauso. Ana con profunda tristeza, agradeciendo el gesto del violinista expresó fuerte y altiva: “Mi corazón pertenece a otro, agradezco querido amigo su arrojo”. El violinista sabía de su contrariado amor, más la gestación en curso, los dimes y diretes corrían por todos los espacios libres. Numerosas flores adornaban su camerino, ella adrede retardaba en recomponerse, esperó que la sala se despejara, sólo quedaban el sereno, las vendedoras de golosinas, también una sombra oculta en un palco el autor de la bellaquería, pretendió convencerla de ser su amante.
Ana lo miró con una tristeza profunda, contagiosa. Él quedó helado como si los sentimientos de la muchacha traspasaran su piel. “No acepto, porque el hijo que llevo en las entrañas tú no lo reconocerás, me darás mil razones, promesas, todas mentiras, vete, no vuelvas a verme nunca más”. El sereno abrumado por la escena acompañó al caballero hasta la puerta, invitándolo a dejar la sala. La muchacha buscó un lugar donde terminar con su vida, con una cuerda de seda natural en el cuello tomado de un colgante luminoso, pateó la silla dejando inerte a la bailarina hamacándose. Hasta muerta era hermosa. La ciudad amaneció con la triste noticia, infausta por cierto. Su sepelio fue pagado por la compañía teatral la mitad de la ciudad concurrió al entierro sin rito religioso por el suicidio.
La esposa del caballero, del ruin, sabía de su aventura. Sumisa como era habitual en la época, “su espíritu te cobrará Francisco, te cobrará”.
“Cállate pájaro de mal agüero, nada de lo que dices es verdad. Todos en la reunión lo miraron con tristeza”.
Esa es Ana que recorre el teatro Elsa como lo afirman el secretario de Cultura de Goya y la Directora del Teatro. Es un alma en pena que busca justicia, no hace daño a los del local, salvo una noche que se colocó detrás de la directora, que sintió un frío terrible, lo comparó “como el de la muerte misma”. Le habló. a Ana: “No me asustes ni me hagas daño”. Fue suficiente, Ana continuó jugando con las golosinas esparciéndolas en los pasillos del teatro.
Los serenos del cementerio antiguo de Goya, aseveran que frente a la tumba del desalmado ven danzar a una figura iridiscente, mientras otra figura masculina arrodillado pide piedad en voces audibles hasta para los vivos, ella sigue bailando.
Otro es un hombre no sé si escuché bien o mal — me corrigen por cualquier cosa —, un hombre Botello quedó pegado al teatro, aparece sentado o transitando pasillos, camerinos junto a Ana y el violinista conforman los más destacados manes de ese magnífico escenario.
El propietario del teatro hoy municipal protegido pretendió derribarlo. Nadie se explica por qué desistió de la idea. Sin em bargo, la respuesta es sencilla: desde el inicio del proyecto los tres espectros lo visitaban en su casa junto a una mujer que desde años está allí. La nueva construcción no pudo expulsar al fantasma de Camila O’ Gorman,
pues bien ese cuarteto lo tuvo a mal traer hasta que anonadado por las circunstancias, temeroso, posiblemente asustado desistió del proyecto. Lo felicitamos.
Si deseas lector visitar el teatro Elsa de Goya sus fantasmas hablan por sí solos, escucharás melodías inolvidables, verás bailar, qué digo, dibujar en el escenario las mejores danzas del mundo, más otro señor más adusto aplaude a rabiar dicen que es el violinista.
Por Enrique Eduardo Galiana
Moglia Ediciones. Del libro “Aparecidos, tesoros y leyendas”
“Homenaje a la memoria urbana”
Octava parte