Por Francisco Tomás González Cabañas
"En su libro Sándor Ferenczi. Una introducción contemporánea, los profesores de la Universidad del Rosario Alberto Fergusson y Miguel Gutiérrez muestran de qué manera Ferenczi avanzó en lo que ellos denominan la verdadera democratización del psicoanálisis. El título original del primer manuscrito y del proyecto de investigación que condujo a la redacción de este libro fue: “La democratización del psicoanálisis Sándor Ferenczi, de la desaparición forzada a la resurrección”. El mismo no fue aceptado por los editores. Los autores entonces lo usaron como título para el Capítulo 1, porque muestra desde el principio ideas que son centrales tanto para Sándor Ferenczi como para su trabajo. Por un lado, inició un movimiento que desde entonces lucha por democratizar no sólo la práctica del psicoanálisis (análisis mutuo y otros desarrollos) sino también su teoría y la forma en que operan las sociedades psicoanalíticas" ( La democratización del psicoanálisis. De la desaparición forzada a la resurrección. https://urosario.edu.co/noticias/la-democratizacion-del-psicoanalisis-de-la-desaparicion-forzada-la-resurreccion-92).
Siguiendo este trazo, y más allá de las interpretaciones propias de este abordaje, nos enfocamos esencialmente en la práctica de interpretación de los sueños, que creemos debe ser ampliada y "democratizada" en cuanto a que no puede quedar solamente en la autoridad-discrecionalidad, unívoca y rígida que determina, una dialéctica de amo y esclavo en la relación analista-analizado. Independientemente que la práctica psicoanalítica, mantenga la singularidad de que en cada experiencia singular, los elementos generales no puedan ser tomados de la misma manera para cada caso, tampoco tal condición, puede seguir aceptando y estableciendo, la facultad plenipotenciaria del analista que no se fije a parámetros más claros o a nociones básicas y fundamentales para la interpretación de los sueños que es motor y clave en el psicoanálisis freudiano. Dejando de esta manera, como opera desde el inicio a la actualidad, en una posición totalmente vulnerable tanto en su vínculo como en la experiencia análitica al paciente o analizado.
“Más grave aún ha sido el fanatismo de la interpretación que conducía a desconocer la rigidez de las traducciones lexicales, a olvidar que la técnica de la interpretación es únicamente un medio para conocer el estado psíquico inconsciente del paciente y no el objeto principal del análisis. Conviene atribuir a esta traducción de las asociaciones el valor que se le da aproximadamente en el ámbito lingüístico, de donde ha sido extraída la comparación. La búsqueda de los términos desconocidos es el trabajo preparatorio indispensable para la comprensión del conjunto del texto; esto no es un fin en sí. A esta «traducción» debe suceder la «interpretación» propiamente dicha, en el sentido de un encadenamiento significativo. En esta perspectiva desaparecen las querellas tan frecuentes sobre lo ajustado de una interpretación, es decir, de la traducción. Preguntarse, como lo hacen algunos analistas, si tal «interpretación» (lo que quiere decir traducción en nuestra terminología) es justa, o aún lo que «significa» esto o aquello (por ejemplo, en un sueño) testimonia una mala comprensión del conjunto de la situación analítica y de esta sobreestimación de determinados detalles a la que hacemos alusión continuamente. Estos detalles pueden tener tal significación en un caso y tal otra en uno diferente. El mismo símbolo puede tomar o tener otra significación para el mismo paciente en una relación diferente, una situación diversa, bajo la presión o al término de resistencia. Hay muchas cosas en el análisis que dependen de pequeños detalles, de hechos aparentemente anodinos, como la entonación, los gestos o la mímica; muchas cosas dependen de una interpolación acertada, de un encadenamiento significativo, del sentido que toman las palabras del paciente a la luz de su comentario consciente con ayuda de nuestra interpretación. La técnica de la traducción ha olvidado en provecho de la traducción «justa» del detalle que el todo, es decir, la situación analítica del paciente en cuanto tal, posee también una significación e incluso la más importante; es siempre la comprensión del conjunto la que da la buena interpretación de detalle a las partes traducidas, en esta ocasión sin dificultades ningunas, mientras que el fanatismo de la traducción conduce a la sistematización y resulta estéril en el plano terapéutico.” ( Ferenczi, S. Perspectivas del psicoanálisis. Tomo III. Obras completas. p. 3-4. Espasa Calpe. Madrid, 1981).
Este es el valor esencial del analista en la práctica de interpretación de los sueños. Nuestra hipótesis, y subsiguientemente la metodología que ofrecemos, es que el analizado debe saber cabalmente que en el sueño se manifiesta primordialmente el habla imposible del sujeto deseante. El deseo al no develarse en lo manifiesto, ulula, aletea, como el colibrí, hasta encontrar el sitio propicio dónde libar y con ello, trasunta su enigmático acontecer en instantáneas que son harto complejas de descifrar, sino nos predisponemos para ello, munidos de un método o práctica que nos posibilite el cometido.
El deseo, nunca es patrimonio individual, por más que tal individualidad, en tal caso singularidad, sea condición necesaria, para ello, sin llegar a ser condición suficiente. Nuestra condición de seres deseantes, fija una historicidad pre-existente, que muchas veces puede confundirse con cuestiones teleológicas o de la existencia de un supuesto destino.
El deseo, cómo pretensión de dotarnos de sentido abiertos a un mundo, enfermos de muerte, no puede develarse de forma lisa, llana y transparente.
Habita, late y nos exhorta a continuar existiendo, pese a que no hagamos nada para tratarlo de asimilarlo, comprenderlo o conceptualizarlo más cabalmente.
Una vez entendido, el eje primordial, la práctica de interpretación de sueños que se ofrece, es que el analizado debe escribir al menos siete sueños, tal como los recuerde, en una suerte de relato continuado. Una vez que lo tenga y lo copie, tal como si fuese una sóla historia, independientemente del sentido literal que posea, el analista deberá interpretar la misma, bajo las siguientes referencias ineludibles.
Espacios o sitios que figuren en los mismos. Sujetos actuantes. Acciones en desarrollo. Elementos u objetos simbólicos. Se propone que por intermedio de estas claves interpretativas, el analista, le ofrezca al analizado una interpretación anclada en los tres planos de lo real (vinculado al tiempo presente), lo imaginario (al tiempo futuro) y lo simbólico (al tiempo pasado). Finalmente se podrá colegir una conclusión orientada al habla del sueño del sujeto deseante, que estará vinculada a las tensiones del inconsciente, que se observarán en los anhelos e impedimentos de los mismos, en lo que podría ocurrir de acuerdo a cómo se salden tales tensiones (el sentido profético de los sueños o la conculcación del deseo plasmado, con o sin los condicionamientos) y los síntomas que hablan ante el estado de tales tensiones.
La hegemonía, al menos semántica, de lo democrático, debe alcanzar a las prácticas más cotidianas de nuestros entramados sociales. Para conseguirlo, necesitamos, establecer en los campos vírgenes de referencias, al menos someras, disposiciones que equiparen relaciones o vínculos que no pueden continuar bajo posiciones tan disímiles como las que aún hoy y desde sus inicios históricos, plantea el psicoanálisis freudiano en relación a un eje central como la interpretación de los sueños.