Dra. Silvia Zarza
Abogada UNNE
Especialista en derecho previsional
Planificación patrimonial y sucesoria
La actividad agropecuaria, pilar indiscutible de nuestra economía y motor de nuestra historia, representa mucho más que la simple producción de alimentos. Es un entramado complejo donde se cruzan la tradición, la tecnología, la economía y el derecho. Desde la siembra hasta la mesa, cada paso implica decisiones estratégicas y, a menudo, la necesidad de un conocimiento especializado que va más allá del simple manejo del campo. Es en este contexto, y a la luz de la alta tecnificación del sector, donde se pone de manifiesto una realidad ineludible: para prosperar en la industria agropecuaria de hoy, el dominio legal y la gestión de conflictos son tan cruciales como la calidad de la tierra y la pericia del productor.
En las últimas décadas, el campo ha dejado de ser una actividad artesanal para convertirse en una empresa de alta complejidad. Las unidades productivas son cada vez más grandes, los capitales en juego son millonarios y los riesgos, tanto climáticos como financieros, demandan una visión profesional y un conocimiento multifacético. Sin embargo, en medio de este escenario de modernización, persisten conflictos y desafíos que, si no se manejan con la pericia adecuada, pueden poner en jaque la continuidad de empresas familiares centenarias.
Uno de los ámbitos más delicados y que requiere un enfoque especializado es la sucesión patrimonial.
Los conflictos hereditarios en el sector agropecuario son particularmente sensibles. A diferencia de otros bienes, la tierra y el ganado no son fácilmente divisibles. La venta de una porción del campo a un hermano puede comprometer la viabilidad de la unidad productiva que queda, la división del rodeo puede fragmentar años de mejora genética, y la liquidación total de la empresa familiar no solo disuelve un legado, sino que también tiene un impacto social devastador al dejar sin trabajo a los empleados y muchas veces a comunidades enteras.
La vía de la negociación, el diálogo y el establecimiento de un "protocolo familiar" se constituyen las herramientas más eficaces para prevenir estos escenarios. Un protocolo familiar es un documento que anticipa la sucesión y establece las reglas del juego para todos los herederos: quién se hará cargo de la gestión, cómo se compensará a quienes no deseen participar en el negocio y cómo se valuarán los activos para evitar futuras disputas.
Cuando la negociación fracasa, los tribunales se van a convertir en el último recurso, pero también aquí se requiere un conocimiento especializado. La "atribución preferencial" es un ejemplo clave de los mecanismos legales de negociación para garantizar la continuidad. Permite que el heredero que ha estado trabajando activamente en la explotación pueda solicitar que se le adjudique la totalidad de la empresa, compensando a los demás en dinero. Esta figura legal tiene como objetivo primordial evitar la desmembración de la unidad productiva y la pérdida de una fuente de trabajo y de riqueza. El desafío, por supuesto, reside en la valuación de la tierra y la capacidad del heredero para pagar a sus hermanos sin descapitalizar la empresa. En estos casos, la intervención de peritos tasadores y el diseño de planes de pago a largo plazo son esenciales para llegar a una solución equitativa.
Más allá de los conflictos de sucesión, la gestión diaria de una empresa agropecuaria se basa en una serie de contratos que rigen las relaciones productivas y comerciales. Un conocimiento preciso de estos instrumentos es fundamental para garantizar el éxito y minimizar riesgos.
El contrato de arrendamiento rural, por ejemplo, es uno de los más comunes. Permite al propietario obtener una renta de su campo sin tener que explotarlo directamente, mientras que el arrendatario accede a la tierra sin la necesidad de una inversión inicial. Es un contrato que requiere un conocimiento detallado de la ley para establecer plazos, precios y responsabilidades de manera clara.
Por otro lado, el contrato de aparcería es una sociedad de riesgo y beneficio. El dueño aporta la tierra y el aparcero su trabajo, repartiéndose las ganancias o la cosecha. Este tipo de acuerdo exige una gran confianza entre las partes, pero bien gestionado, puede ser una poderosa herramienta para optimizar la producción.
El contrato de pastoreo se utiliza para arrendar una parcela por un corto período, ideal para la rotación de ganado. El contrato de capitalización de hacienda, por su parte, es una ingeniosa herramienta para hacer crecer el rodeo. En él, el dueño del ganado lo entrega a un tercero para que lo cuide y alimente, y al final del período se reparten las crías. Es una forma de "tercerizar" la cría, permitiendo a ambas partes beneficiarse sin grandes inversiones iniciales.
Finalmente, el contrato de maquila es un reflejo de la cadena de valor integrada en el sector. Permite a los productores agrícolas entregar su cosecha a una industria para que la procese, delegando una etapa del negocio en especialistas.
En la actualidad, la tecnología aplicada al campo y la inteligencia artificial, no solo vinieron para quedarse, y revolucionar el mundo del campo. En muchos casos su uso no esta suficientemente regulado, pero como todo aquello que a los largo de la historia de la humanidad, comenzó siendo disruptivo, constante y en desarrollo y evolución, el uso y la costumbre terminaron plasmándose en leyes para proteger directamente a los actores inmediatos a a través de ellos a toda la comunidad. La clase política debe estar a la altura de los tiempos que vivimos y los legisladores deben tener la información y preparación suficiente para que su propuesta implique el verdadero desarrollo de la gente en un país inmensamente rico como la Argentina.-
En conclusión, la actividad agropecuaria, pilar de nuestra economía, no se sostiene solo con el conocimiento ancestral de la tierra. Se necesitan profesionales, tanto en el campo como en las oficinas y tribunales, que comprendan las complejidades de un sector en constante evolución. Los conflictos, inevitablemente, surgirán, pero con la planificación legal adecuada y un enfoque especializado, es posible preservar el legado familiar, asegurar la continuidad de la producción y, lo más importante, proteger a las comunidades y los empleos que dependen del latir incansable del campo.