Es conocido también el amor por su cuna y no hay luz que haya enceguecido su proyecto de regreso cuando el camino lo llevara lejos de Corrientes. La luna de su pueblo loretano es el norte de todas las aspiraciones y de él parte para contar historias donde la emotividad juega con la métrica y la rima del canto.
Así se presentó el sábado pasado en Buenos Aires, más precisamente en el Teatro Ateneo, con entradas agotadas adquiridas por un público entusiasta. Tal el caso de la señora Margarita Barreto de Piragini Niveyro, que se comunicó con El Litoral para expresar su beneplácito por compartir un show inolvidable con el querido Marito.
Romina Herrera así lo escribe para “FolkloreClub”: “Como si se hubiese estado entrando al baile del club social y deportivo del pueblo, sintiendo el aire renovador que llega del río donde nada algún dorado entre los esterosà Esa sensación se tenía al ocupar la butaca del ND Ateneo, el sábado por la noche.
Mario Bofill, correntino y chamamecero de alma invitó a su público a sumergirse en los recuerdos, en los artistas y en la música del litoral.
Comenzó la noche con la presentación de quienes lo acompañan en el camino de difundir la melodía chamamecera con un pedacito de un tema que representaba sus lugares de nacimiento: Raúl Alonso de Itatí a cargo del acordeón; Adolfo Allegre desde la capital correntina, bandoneonista desde los ocho años y actual director artístico de varios folkloristas y, desde Concepción como el mismo Mario presentó, “un músico con luz propia, mezcla de carpincho y aguará guazú” en la voz y teclado de José Martín Rodríguez.
Entre Sapucai y Sapucai, como forma de decir presente de los correntinos que asistieron al espectáculo, la noche se transformaba en recuerdos. Mario Bofill empezó hablando de los personajes testigos de su crecimiento, la evocación de su paso por los actos escolares que permitieron escuchar distintas versiones de canciones patrias y recordar tiempos en los que era el mejor recitador de la escuela.
Pasados los años de la feliz infancia, el cantor chamamecero se permitió traer a la memoria, además, su juventud y las primeras novias. Fue precisamente, al recordar esos amores, que se escuchó la canción “Conjunto Pena y Olvido”. Es de esos momentos en que “la novia se iba pa°Buenos Aires y quedaba triste el correntino”, expresaba Mario en el escenario.
Las añoranzas de la época adolescente también trajeron a la memoria el alejarse del pueblo; “Oh Che gente cuera” cantó en sus estrofas la partida del correntino hacia otros lados.
Así fueron pasando las diferentes etapas de la vida en el ND Ateneo hechas canciones por este poeta chamamecero, quien tiene acostumbrado a su público a cantarle a la tierra, a las costumbres y creencias de su gente y Corrientes natal.
“El Carau”, “Requecho”, “Juan Chifla”, “Viva la Pepa” y “Cantalicio vendió su acordeón” estuvieron en el repertorio de la noche.
“El correntino anda de a uno y, quizá, sea un error; no como el salteño, el tucumano o el santiagueño, que en la década de los ‘60 venían de a grupos, no Antoñito?”, así saludaba al presente Antonio Tarragó Ros que estaba entre los espectadores de la noche y daba comienzo a un bloque donde además de invitar a una pareja de bailarines para mostrar las distintas formas de bailar el chamamé, hizo un pequeño homenaje a quienes hicieron grande al estilo musical de los correntinos. Desfilaron nombres como los de Ernesto Montiel, Tránsito Cocomarola y Tarragó Ros (padre) mientras se escucharon clásicos del folklore.
Más tarde, “Estudiante del interior”, letra que evoca a todos aquellos que han abandonado su pueblo para irse a la gran ciudad, vino a dar pie a “Carta a un hermano”. Un momento de reflexión se apropió del escenario ya que Mario Bofill se permitió mencionar el problema aún no resuelto del campo y el gobierno, hablar de la realidad argentina que se transita y el pedido de que no haya más jóvenes buscando irse de su país. Luego de esa “carta” como bien dice el título, entonó otra canción que rememora a quienes ya se fueron y formaron su vida en otros lugares pero que sueñan con “morir en su Argentina”.
Entre tantas emociones y varios chistes típicos de la maravillosa personalidad de Bofill, el show había sido una verdadera velada entre amigos. La gente lo ovacionó en cada uno de sus temas y se negaba a retirarse sin pedir “otra”.