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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Interrogantes abiertos con miras a las Presidenciales

Las abortadas precandidaturas de Julio Cobos (foto) y Ernesto Sanz en la Unión Cívica Radical fueron un pésimo precedente para las aspiraciones del partido.

Por Pepe Eliaschev

Hubo muchos análisis apresurados y en verdad, tras el huracán electoral del domingo 14 de agosto, han abundado los exabruptos y sobraron las reacciones complacientes para con la ostensible imperfección técnica del escrutinio. Resulta ingenuo protestar porque el Gobierno haya presumido a las 18 del domingo que desde ese momento hasta el 10 de diciembre de 2015 ya nada quedaba por discutir en la Argentina.

En este sentido, la maquinaria estatal funcionó con lubricada rotundez; a segundos de cerrarse los comicios y con gente aún en la cola esperando votar, el tono oficial fue inmediato, inequívoco y milagrosamente simultáneo. Una frase lo decía todo y cerraba la conversación: Cristina arrasó y ganó con el 50 por ciento de los votos. El triunfo de la Presidenta no se ensombrece desde entonces y es natural que así sea. Otra discusión es el tamaño de ese triunfo. No es pequeña la cuestión.

El 50 por ciento del que presume el Gobierno liquida la cuestión sin matices, sobre todo cuando frente a él tiene a un mosaico opositor partido en cuatro pedazos que se reparten un 40% de los votos. A continuación el lector puede disponer de un abanico de hipótesis, entre los asuntos que a mi juicio ameritan ser tenidos en cuenta. En este caso, acéptese que se trata de miradas convergentes, pero el orden de los factores no altera el producto y las cuestiones aludidas no van de mayor a menor.

Queda en evidencia que Alfonsín se equivocó gravemente al abrochar de manera poco clara el acuerdo con Francisco de Narváez, sin abrir un debate a fondo con su partido. Una cosa fue el denostado Pacto de Olivos con Carlos Menem de 1993, y otra el acuerdo con el voluble y a menudo zigzagueante “colorado”, 18 años después. En la pifia de Alfonsín hubo un mix de soberbia, ingenuidad e inexperiencia. No se equivocaba el candidato radical en procurar una base amplia en la endemoniadamente paquidérmica provincia de Buenos Aires. Pero, al menos de cara al 14 de agosto, falló hasta ahora el sistema operativo, sin perjuicio de que desvencijados coroneles partidarios boicotearon abiertamente el binomio partidario por haberse quedado afuera.

Las abortadas precandidaturas de Julio Cobos y Ernesto Sanz en la Unión Cívica Radical fueron un pésimo precedente para las aspiraciones del partido. En Sanz hubo una mezcla de amateurismo, ligereza y cierta cuota de malicia. Insinuar y luego retroceder no solo no le sirvió a él, sino que incluso lo salpicó a Ricardo Alfonsín. Cobos es otro caso, todavía más grave. Generosamente indultado por la UCR tras su “affaire” con el kirchnerismo, vaciado de toda posibilidad, jugueteó con ir a la interna radical, sin convicción ni consistencia. Juntos, Sanz y Cobos le vaciaron el escenario interno al partido y Alfonsín se quedó sin interna con la candidatura. Todos perdieron.

Sobresalta el nivel de belicosidad con que muchos opinadores han venido procesando el resultado adverso de las fuerzas opositoras. Asombra el uso de un tono tan agresivo. Un encuestador de moda que ha sido en los últimos años ungido como sabio de la tribu tras algunos aciertos en los sondeos de su empresa, dijo hace pocos días, por ejemplo, lo siguiente respecto de los radicales: son torpes, miopes, deshilachados, vanidosos, mediocres y egoístas, fracasados. Literalmente, y todo en un solo artículo de opinión.

Otra firma, procedente en este caso de las filas del periodismo, ametralló a los radicales en una columna: son colapsados, residuales, hundidos, vapuleados, viejos y burocráticos. Agréguese que, desde la política, Margarita Stolbizer, que tiene 56 años, acusó a Alfonsín, que tiene 60, de ser un “piantavotos”, una palabra que resulta arduo de asociar con los razonamientos y el lenguaje de una mentalidad progresista.

Stolbizer obtuvo ahora en la provincia de Buenos Aires 509.757 votos (7,06%), mientras que su candidato presidencial, Binner, se llevaba 100.000 votos más en el mismo distrito, 610.318 (7,85%). Alfonsín, en cambio, tuvo en la provincia 855.622 votos (11%).

En las elecciones para gobernador de 2007, Stolbizer logró más del doble de votos que el último 14 de agosto, 1.158.672 (16,55%), y la UCR (con el binomio Ricardo Alfonsín-Luis Brandoni) sacó menos de la mitad que ahora, 350.227 votos (5%). En pura aritmética, Stolbizer cayó un 47% de 2007 a 2011, mientras que Alfonsín hizo el camino inverso: creció el 144%.

Llama también la atención el caso de Hermes Binner, una persona decente y honorable. Las definiciones del gobernador santafesino revelan, incluso a pesar de que él lo desmienta, una llamativa similitud de contenidos con políticas y medidas del kirchnerismo. Ha dicho que apoya sin hesitar la “asignación universal por hijo”, adhiere a la estatización de Aerolíneas Argentinas, mantendría el llamado Fútbol para Todos, mediante el cual quedó en manos del Gobierno el negocio de la AFA, y reitera su acuerdo con la ley de medios.

Quienes no lo quieren mucho, o se sienten un poco molestos con él y con el Partido Socialista, circula la idea de que Binner patrocina una suerte de kirchnerismo “light”, sin la corrupción y el despotismo exhibidos con frecuencia por el Gobierno, pero en innegable longitud de onda similar a los presupuestos ideológicos del Gobierno. Muchos observadores recuerdan que una fracción del socialismo, liderada por Jorge Rivas, Oscar González y Ariel Basteiro, se pasó explícitamente al kirchnerismo en vida de Néstor Kirchner, yéndose del PS.

Pero otro costado imprevisible del Frente Amplio Progresista nucleado en torno de Binner es que el socialismo santafesino, que le da armazón, se asocia aquí con tradiciones e historias muy diversas y hasta contradictorias. Claudio Lozano y Víctor De Gennaro provienen de la CTA con una inconfundible impronta peronista de izquierda, como herederos ideológicos de Germán Abdala, numen del originario Grupo de los Ocho, que a partir de 1990 lanzó a la celebridad a Chacho Álvarez.

Otro socio de Binner es Libres del Sur, el grupo de Humberto Tumini y Jorge Ceballos, en el que se destaca la figura de la diputada Victoria “vamos-a-portarnos-mal” Donda, sector cuyo ADN ideológico lo asocia con los años ’70. Tumini, en particular, proviene del PRT-ERP, mientras que Ceballos, en su momento vinculado al Partido Intransigente, se define hoy de esta manera en su sitio web: “Desde 2004, es integrante del secretariado político del Congreso Bolivariano de los Pueblos, con sede en Caracas, Venezuela. Comparte dicho cuerpo colegiado con dirigentes del Movimiento Sin Tierra de Brasil, el Frente Farabundo Martí de El Salvador, Frente Sandinista de Nicaragua, el MAS de Bolivia y el Partido Comunista de Cuba”.

Tanto Tumini como Ceballos fueron funcionarios de primer nivel de Néstor Kirchner hasta 2007, y trabajaron durante varios años con los dirigentes piqueteros Luis D’Elía y Edgardo Depetri.

¿Podría decirse que, así las cosas, el binnerismo es un espacio de identidad socialdemócrata?

La manera de hacer campaña del Gobierno, por otro lado, ya es de una claridad tan evidente que nadie puede acusarlo de ambiguo.

Una y otra vez, la Presidente se maneja con un verbo sencillo y compuesto de tres letras: d-a-r. Jubilaciones, asignaciones, planes, televisores, decodificadores, enseres domésticos; toda una batería de ofrendas son consumadas de manera directa por Cristina Kirchner y sus dependencias más jugadas a esa estrategia, la ANSeS y el Ministerio de Desarrollo Social.

Todo está tan claro que a veces da ganas de pedir que no aclaren tanto que oscurece. Estos diversos y en todo caso indispensables ángulos deberán ser seguidos de cerca a medida que la Argentina se acerque al 23 de octubre.

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