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El acordeón de su padre y los consejos de Tarragó influyeron en el éxito de Juancito Güenaga

Por El Litoral

Domingo, 19 de junio de 2016 a las 01:00
CHAMAME. Casi por casualidad el primer acordeón llegó a la familia Güenaga por un empeño jamás buscado.

La paternidad puede ser contada desde diferentes facetas, así lo entiende uno de los referentes más importantes del chamamé, Juancito Güenaga, que conversó con El Litoral en el marco de las celebraciones por el Día del Padre. 
En este contexto, el músico local no sólo recordó a su padre (Juan Francisco) quien le enseñó a trazar sus caminos de esfuerzo y respeto; sino que además inmortalizó a su padrino musical Tarragó Ros y detalló con amor su rol de papá.
La entrevista comenzó con la anécdota de cómo llegó, por primera vez, un acordeón a sus manos y al respecto Juan relató: “Mis padres jamás me hubiesen comprado un acordeón porque vivíamos en el campo y no se estilaba. Pero casi por casualidad llegó a mi familia cuando un hombre de Balcarce que venía a la esquila porque cosechaba, no tenía otro medio para volver a su ciudad y por eso decidió empeñar su acordeón a mi padre”.
Su voz que se carga de un respeto supremo, a la hora de hablar de don Juan Francisco y pese a que en la familia Güenaga primaba la creencia indiscutible de crecer para transformarse en estancieros, su padre casi sin procurarlo dio el puntapié inicial para que su apellido sea uno de los más reconocidos en el Chamamé. 
Esto fue así ya que una vez que el acordeón llegó al hogar, “yo tenía unos 6 años, para ese entonces con la picardía de niño robe la llave en donde estaba guardado y comencé a practicar y así aprendí a tocar", narró. 
Sucedía además que en esos tiempos, “un músico no era muy bien visto por eso practicaba a escondidas. Para él fue difícil aceptar que yo quería ser artista, es más una vez lo invitaron a una fiesta a unos 20 kilómetros de donde vivíamos y él se enteró ahí que yo tenía un conjunto. 
Pero con el paso de los años recibí el apoyo y hasta me regaló un nuevo acordeón”, indicó con emoción. Un gesto que puede ser entendido como una aceptación.
De todas formas, Juancito se lamenta de que su padre no llegó a vivir en los mejores momentos de su carrera, aunque con la humildad que lo caracteriza destaca: “Igual nunca estoy conforme conmigo mismo, creo que todavía tenemos mucho por hacer por nuestro chamamé. Necesitamos de esas ansias de trabajar para superarnos y para posicionar a nuestro música en lo más alto posible como en la década del 40’”.

Tarragó Ros
Su padre fue quien le enseñó los valores, pero ante la consulta de quien fue su padrino en el ámbito de la música sin dudar expresa que Tarragó Ros fue su mentor, “él es el rey del chamamé, tuve la suerte de conocerlo y poder recibir muchas de sus enseñanzas”.
Todavía recuerda la primera vez que pudo conocerlo en persona y describió: “Yo lo escuchaba siempre en la radio, cuando tenía unos 20 años un poeta amigo en común que le habló de mí. Un día que vino a tocar, me invitó a subir al escenario con él y además me firmó una foto que todavía la conservo”.
Ese día Güenaga tocó dos temas junto a Tarragó y desde entonces se formó una amistad en donde la música era la protagonista. “Cuando venía a Curuzú aprovechábamos para juntarnos, él siempre me daba consejos me hacía tocar con ellos. Yo valoro muchísimo todo lo que hizo por nosotros”.
El aprecio que los unía llegó a ser tan fuerte, que hasta Juancito Güenaga fue el encargado de musicalizar la despedida de Tarragó Ros.  Esto fue así ya que “un día estábamos almorzando entre varios músicos, esperando que Tarragó baje a comer. El llegó se sentó en la cabecera y expresó: “Cuando me muera Juancito me tiene que hacer la despedida”, eso dijo a los 54 años me pidió que tocara las madrecitas. Una promesa que la cumplimos años después”. 

Rol de padre
En este marco además recordó su rol de padre, “es hermoso tener una familia y uno a los hijos trata de enseñarles lo mejor que uno pude darles. Porque un hogar puede ser de lujo pero si está vacío de contenidos no sirve de nada, el valor se mide por lo que se vive no por lo que se tiene. Eso es algo que siempre hay que recordarles a nuestros hijos”.
Saludó a los padres por su día, y aprovechó para dejar sus deseos: “Espero que todos podamos celebrar este día, y que el respeto pueda inculcarse en todos los hogares. Más allá de toda condición social, económica o política, debemos aprender a unirnos y a divertirnos sanamente. Algo que aprendí de los grandes”.

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