Por Adalberto Balduino
Especial para El Litoral
Recuerdo como los clubes se regodeaban anunciando sus bailes, precediendo cada velada con grabaciones que sus altoparlantes se encargaban de difundir, sin omitir la discografía más vendedora: Juan D’Arienzo.
Era una previa que vaticinaba lo que iba a suceder más tarde en vivo, o con grabaciones. Ese ritmo, que se ganaba todos los espacios del barrio, inundaba las radios, o alguna actuación televisada que tenía audiencia masiva porque actuaba la gran orquesta del “Rey del compás”.
Un hombre histriónico, con buen carácter, sabedor de que en el tango lo importante es su ritmo vivaz. Como lo dijo el propio maestro D’Arienzo: “El tango a mi modo de ver es, ante todo, ritmo, nervio, fuerza y carácter.” No estaba equivocado, es el cometido trazado que le ofrendó la fama de marcarlo como nadie, enfatizando, acentuando con el piano, atacando o haciendo breves pausas que al arremeter, rompía con todo, creando un estilo propio.
Desde chico el violín fue su instrumento y desde donde escaló a la dirección de su propia orquesta que arranca mucho antes del 30. Más precisamente en 1927 cuando inaugura su primera orquesta típica, ya que antes había pasado por el jazz. Sin duda una de las agrupaciones más notoria es aquella formada en 1950 con Enrique Alessio, Alberto San Miguel, Carlos Lazzari y Felipe Ricciardi en bandoneones, Cayetano Puglisi, Blas Pensato, Jaime Ferrer y Clemente Arnaíz en violines, Fulvio Salamanca en piano, Victorio Virgillito en contrabajo, y alternativamente los cantores, Alberto Lemos, Alberto Echagüe, Armando Laborde, Mario Bustos, Jorge Valdéz y Horacio Palma.
Juan D’Arienzo ha tenido grandes pianistas en los que apoyaba el secreto de su gran ritmo; los calificados René Cóspito, Juan Polito, Luis Visca, Juancito Díaz, Rodolfo Biaggi, Jorge Dragone, Fulvio Salamanca, entre los más calificados.
Las voces que pasaron fueron notables: Carlos Dante, Rafael Cisca, Walter Cabral, Mario Landi, Enrique Carbel, Alberto Echagüe, Alberto Reynal, Juan Carlos Lamas, Armando Laborde, Rodolfo Lemos, Jorge Valdéz, Horacio Palma, Héctor Millán y Osvaldo Ramos.
Juan D’Arienzo conformó una orquesta al uso exclusivo del bailarín. Al hombre simple. “Al hombre chimenea” como denominan los uruguayos al trabajador, al hombre pueblo.
Grandes cantores realzando las poesías sencillas de poetas de gran raigambre popular. Adueñándose de la escena. Así lo hizo y así logró ser estrella casi exclusiva del renombrado cabaret “Chantecler”. Su incursión en radio lo proyectó al país todo que ya lo había consagrado como el ídolo del tango; comenzó en Radio Fénix, pasó a Radio El Mundo, luego a Radio Belgrano. En Radio El Mundo actuó en el programa “Yo me presento así”, con la conducción de Antonio Carrizo. Lo hizo también en cine con las películas: “Tango”, “Melodías porteñas”, “Yo quiero ser bataclana”, “Otra cosa es con guitarra” y “Al compás de la mentira”. Era inteligente e incisivo, dijo ratificando su convicción: “Yo siento el tango así, a la manera antigua, y como no fui yo quien lo inventó, no me creo con derecho a hacerle cambios que diferencien totalmente su fisonomía”.
Me siento en el justo deber de, vez en cuando, conformar a tantos y tantos amantes del tango especialmente de D’Arienzo, habida cuenta de que muchos me consideran especialista de tango, y les respondo que no, sí me gusta toda la música bien hecha, no la que destroza los sonidos ni posee sentido alguno.
El tango guarda la virtud del blues americano, rescata al ser humano en todos sus aspectos hasta en sus miserias. Revalida el gran tesoro que conforma el patrimonio cultural de un pueblo, lo reafirma diciendo como nadie todas las cosas que queremos expresar en apenas unos versos profundos, pero simples. La orquesta de D’Arienzo no sólo tenía lo esencial del ritmo, sino la rica melodía que ejecutaban grandes músicos unidos para hacer realidad el sueño del “Maestro”, en un formato no superado, nutrido por excelentes profesionales que juntos “atacaban” sin cesar, con alma y vida.
Juan D’Arienzo más allá del preconcepto que algunos desinformados tienen de su música supuestamente carente de valores, vale reafirmar que es mucho más respetable y destacada porque posee swing, es decir pasión, fuerza incontenible, motor esencial para todas las cosas, como lo validara un gran baluarte de la música nacional, Don Osvaldo Pugliese exaltando al “Rey del compás.”