Por la profesora Antonia Elizabet Portalis
Especialista en Historia Regional
Junta de Historia de la Provincia de Corrientes
Santo Tomé, provincia de Corrientes, se encuentra asentada sobre el margen del río Uruguay frente a la actual ciudad de San Borja, Estado de Río Grande do Sul, Brasil. Su historia se remonta al año 1632 en que tuvo lugar la primera fundación, en la provincia del Tapé, actual territorio brasileño, en ese entonces perteneciente a la corona española. En ese espacio permaneció por el lapso de seis años hasta que fueron obligados a trasladarse debido a la constante hostilidad de los paulistas a las misiones cercanas a ella.
En 1638 la población se asentaba en una zona de lomadas en el actual emplazamiento con vista al río Uruguay donde permanece por espacio de 179 años. En 1817 sufre la invasión de las tropas imperiales portuguesas y con ello culmina su efímera existencia como antigua misión jesuítica. Por el lapso de 30 años fue parte de un corredor comercial que unía las ciudades de Itapúa (Paraguay) y San Borja (Brasil) con la existencia de una población que se movilizaba a consecuencia de las guerras que se desarrollaron en ambas orillas.
Por un lado los conflictos entre Corrientes y Buenos Aires entre 1839 y 1852, según Marco Tulio Centeno, contribuyeron a que desertores correntinos se refugiaran en la zona del Puerto Hormiguero, unos kilómetros al sur de la ciudad y sobre las márgenes del río; por el otro, la amenaza de las guerras farroupilhas o de los farrapos entre 1835 a 1845 que expulsaba gente hacia el margen izquierdo del río Uruguay. Según lo afirma la historiadora misionera Norma Oviedo, familias enteras migraron hacia estos lugares en busca de mayor seguridad que les podía otorgar la custodia de las fuerzas paraguayas en puntos estratégicos para el comercio como la Rinconada de San José (actual Posadas).
No obstante ese desplazamiento demográfico constante se pudo evidenciar en la década de 1830 un punto de conexión entre ambas ciudades comerciales, el Puerto o Paso del Hormiguero, a una legua al sur de Santo Tomé. Considerado por los historiadores santotomeños como el lugar donde se establecen comerciantes en forma permanente facilitando de esa manera las relaciones comerciales en la frontera. Por muchos años, este lugar fue considerado “tierra de nadie”. Abandonado por las autoridades correntinas, se aprestaba a los caprichos de los comandantes de campaña y a los constantes saqueos de sus tropas.
Además de las dificultades ya mencionadas, existían otros problemas relacionados con la nacionalidad de sus habitantes que subsistió hasta la década de 1870. La falta de curas párrocos ocasionaba que los habitantes cruzaran el río hacia San Borja para bautizar a sus hijos y contraer matrimonio, cuyos efectos fueron la masividad de “presencia brasileña” en estos espacios, un problema que se atribuía a casi todas las poblaciones de la costa del Uruguay. Por ello, el gobierno correntino dispuso de la creación de parroquias para asegurar la soberanía en las fronteras del estado argentino y asegurar que estos territorios queden subsumidos a su jurisdicción.
Ya en 1960, el historiador Federico Palma advertía de este problema atribuyendo a la lejanía de esa zona y la falta de accesibilidad por la presencia de una barrera natural, es decir, los Esteros del Iberá. En el año 1860, la población que se encontraba asentada en el Paso del Hormiguero finalmente fue obligada a abandonar el lugar y trasladarse a la actual ubicación por las frecuentes inundaciones del río Uruguay.
Tres años más tarde, el entonces gobernador Manuel Lagraña, promulga la ley que aprueba el “restablecimiento del extinguido pueblo de Santo Tomé”. Este nuevo emplazamiento fue levantado sobre las ruinas del antiguo, las piedras que hacían parte de las construcciones jesuíticas fueron utilizadas para la edificación de las moradas de los nuevos pobladores ocultando así los signos de los viejos tiempos. Para la historia de la ciudad la destrucción de la antigua misión se hizo en nombre del “progreso” y la “civilización”.
Hoy, los 27 de agosto se recuerda ese nuevo comienzo del que se sabe aún muy poco, ya que las historias que fueron construidas en torno a esa fecha se reducen a una recopilación de tradiciones orales de un grupo de la población asentada en el casco céntrico de la ciudad. Se sabe muy poco de aquellos habitantes de los alrededores como los que figuran en listados de reclamos sobre bienes perdidos en la guerra de la Triple Alianza (documentos rescatados por Dardo Ramírez Braschi) o de los que figuran en libros bautismales de la Iglesia Catedral que son más antiguos de lo que parecen, como tampoco, no existen muchas evidencias del periodo entre la invasión portuguesa y la llegada de los primeros pobladores al puerto, atraídos por un constante flujo comercial.
Santo Tomé, la tierra del progreso, como lo han llamado sus primeros historiadores nos plantea grandes interrogantes. Queda mucho por reconstruir sobre su historia y sus intelectuales, los que sentaron tradiciones e imaginaron una comunidad.