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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Más republicano que populista

Un mensaje fundacional y, por lo tanto, emancipatorio desde lo discursivo de las herencias que lo llevaron a la presidencia. Arraigado más en las serenas formas republicanas, respetuosas de adversarios, minorías y división de poderes, y menos en los fulgores de los populismos hegemónicos. Más consensual que agonal. Más de atril que de barricada. Más de Presidente que de líder. 

Así describe Claudio Jacquelin para La Nación, el discurso inaugural de Alberto Fernández. Señala que lejos estuvo de ser anodino o carecer de épica y audacia. Por el contrario. Fue rico en conceptos definitorios de la identidad que quiere darle a su gobierno, así como en anticipos que marcarán el rumbo de su gestión. Por enunciación o por omisión.

Al momento de marcar diferencias con lo que lo precedió fue previsible en su durísima crítica al macrismo por la “trágica” herencia recibida, no sólo en lo económico sino también en algunos aspectos institucionales, como la supuesta utilización de la Justicia y los servicios de inteligencia para perseguir opositores. Aunque pudo haber herido ahí la susceptibilidad de algún kirchnerista honesto intelectualmente. Le reconoció al gobierno saliente, sí, que contaba con estadísticas fiables para poder tener beneficio de inventario socio-económico.

También fueron notorias las diferencias que Fernández marcó con su mentora y desde ahora vicepresidenta. Difícil saber cómo lo interpretó Cristina Kirchner y si reconocerá las alusiones distintivas a su forma de gobernar, tanto como a algunas política y resultados de su gestión. Su siempre expresiva gestualidad no la mostraba disfrutando del momento. Como si le estuvieran cayendo algunas fichas.

La flamante presidenta del Senado no pareció sentirse compensada con las graves acusaciones a los jueces, al gobierno saliente y a los medios no kirchneristas por el avance de las causas en las que está complicada. No fue poco. Aunque también ella podrá haber quedado cavilando sobre el significado y los efectos de la promesa de un “nunca más” a la injerencia de la política en la Justicia. Un compromiso esperanzador para casi todos.

El eje del mensaje presidencial, como se preveía, estuvo centrado en el propósito de “volver a unir a la mesa familiar”. Terminar con la grieta, que es coetáneo (o efecto) del cristinismo radicalizado que se desplegó en toda su dimensión a partir de la salida de Fernández del gobierno, en 2008. Fue elocuente, enérgico y recurrente en su propósito de terminar con las enemistades causadas por la política. El cálido y respetuoso saludo con Mauricio Macri lo graficó. Cristina no pareció compartirlo.

El ecumenismo político que trasuntó el mensaje presidencial quedó expresado con precisión en las citas. No sólo mentó, previsiblemente, a Juan Perón o Néstor Kirchner, sino también a Sarmiento, a Alberdi y, deliberadamente, dos veces a Raúl Alfonsín. Del líder radical, además, tomó conceptos a modo de preceptos normativos, como la ética de la responsabilidad. Una adscripción expresa al republicanismo popular del presidente de la recuperación democrática.

El fin superior que encierra el mensaje pacificador no estuvo, sin embargo, exento de cálculo. En eso se expresa también un claro objetivo político, ampliar su base de sustentación. Un mensaje a los radicales que se vieron forzados a asociarse al macrismo para sobrevivir y que hoy quieren recuperar su DNI. Los encuentros con el hijo del ex presidente radical fueron más un mensaje que un símbolo. Las menciones de ayer, también. Una cuña en el medio de Cambiemos.

El propósito ecuménico también incluyó otras dimensiones. Dijo que se ponía al frente de la defensa de los derechos de las mujeres, pero eludió la mención al aborto. Además, no sólo juró por Dios y sobre los Evangelios, sino que hizo mención expresa y elogiosa del Papa, de su encíclica “Laudato Si” e hizo suyos conceptos bergoglianos como “la casa común” o la mesa donde se debe compartir el pan.

En el mensaje inaugural de su gestión, Alberto Fernández dio muestras de la construcción de su identidad como presidente. Faltan las medidas concretas, las reacciones que desatarán y el efecto sobre la realidad. Allí empezará un gobierno que, en palabras, se presenta como fundacional en muchos terrenos.

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