Por Luis Bruschtein
Nota publicada en
el diario Página 12
La libertad se defiende a todo o nada. La República costó muchas vidas. Acusar al kirchnerismo-peronismo de poner en peligro a cualquiera de las dos es provocar odio, señalar un enemigo mortal, demonizar, apuntar a matar. El acto de respaldo a Macri tuvo ese ánimo. No hay competencia democrática, no hay derecha democrática. La intención es incitar al odio, instalar un sentido común que habilita matar, exterminar a una fuerza política contraria, perseguir, quebrar, encarcelar a sus dirigentes, a sus hijos y sus amigos.
Las entrevistas que ha concedido Alberto Fernández a connotados periodistas del oficialismo macrista que han colaborado en la mezquina estrategia de incitar el desprecio y el odio, exponen dos lenguajes. El candidato habla de política, de cosas reales, de causas concretas, de hechos. Es un lenguaje político. Los entrevistadores interrumpen, acosan con acusaciones, preguntas de respuesta implícita sobre temas policiales que son usados para evadir y no escuchar argumentos.
En ningún momento hablan de política. A lo sumo, llegan a ella desde la sospecha conspirativa porque no pueden darle entidad ciudadana a la disidencia, no pueden correr ese riesgo. Por eso necesitan sacar siempre la discusión del plano de la política y llevarla de los pelos a las páginas policiales. Porque en esa estrategia de poder, lo único que merecen quienes no piensan como ellos es la cárcel.
Una fuerza política que ha usado esas estrategias de valor ciudadano cero reaccionó, en consecuencia, ante la perspectiva de perder el gobierno donde quedó por el resultado de las últimas Paso. Si la libertad o la República están en riesgo, habrá que pedir un golpe militar, un levantamiento insurreccional. No es eso. Simplemente se trata de instalar un sentido común que habilite la destrucción del opositor. Eso ha sido Cambiemos en la oposición, el poder y ahora en la derrota.
Néstor Kirchner perdió elecciones frente a un candidato de papel en la provincia de Buenos Aires por dos puntos en 2009. Y lo reconoció sin derramar una lágrima ni buscar excusas porque era un dirigente democrático. Dos puntos de diferencia después de haber sacado al país del infierno al que lo habían llevado el menemismo y la Alianza. Y los medios hablaron de “humillante derrota de los Kirchner”.
Podría haber hecho lo que está haciendo el macrismo, después de perder por 16 puntos de diferencia y denunciar que hubo fraude. Kirchner perdió por dos puntos. Podría haber hecho lo mismo, pero lo que hizo fue ponerse a trabajar para recuperar el espacio que había perdido. Asumió la derrota electoral con la hidalguía de un demócrata, de un hombre que respeta la constitución republicana. En 2015, el kirchnerismo perdió por poco más de un punto elecciones que lo sacaban del gobierno. Y reconoció el resultado porque es una fuerza democrática.
En cambio, los que dicen que el kirchnerismo o el peronismo no son democráticos ni republicanos son los que ahora usan artilugios miserables para desconocer el veredicto de las urnas que es el hecho democrático por excelencia. Elisa Carrió dice que Cristina Kirchner le “robó” la presidencia en 2007 cuando la ex presidenta sacó más del doble de votos que ella. Cuando la diferencia es tan grande, si hubo fraude tendría que ser de una magnitud evidente, difícil de ocultar.
El fraude o la manipulación pueden ocultarse en resultados donde las diferencias son mínimas.
Durante varias décadas fue de lo más común escuchar a los militares decir que, en defensa de la democracia, volteaban gobiernos elegidos democráticamente o no respetaban el resultado democrático de las urnas. Daban golpes militares, instalaban dictaduras, en defensa de la democracia. Es la escuela de la “derecha democrática” argentina.
Ante el riesgo de perder el gobierno, los macristas asumen que tienen el derecho de repetir esa historia: usar recursos antidemocráticos en defensa de la democracia. El argumento de los estrategas es que son acciones válidas para defender la democracia de los corruptos y los autoritarios. Justamente, esas acciones corruptas y autoritarias demuestran que los corruptos y autoritarios son los que las utilizan.
Un productor rural en Tucumán convocó públicamente a otros empresarios a comprar el voto de sus peones para que Macri llegara al balotaje, donde considera que estaría en condiciones de ganarle a la dupla Alberto Fernández-Cristina Kirchner. El hombre no tiene vergüenza de proclamarlo en público. Lo hace para impedir que gane el populismo, que vuelva el peronismo al gobierno.
Lo difundió por WhatsApp, lo defendió en los medios como una estrategia electoral democrática. Lo hace porque puede, porque tiene la plata y el peón no la tiene y la necesita. El productor rural no asume o no le interesa el acto de degradación que comete.
(...) Creen que el voto es fruto exclusivo del clientelismo y la ignorancia, que el voto de los trabajadores está a la venta, que no tiene conciencia republicana ni democrática. Esa mirada social representa un retroceso de siglos, expropia a pobres e ignorantes el derecho democrático. No son iguales. El que compra ejerce un derecho, el que vende su voto no debería tenerlo.
Es la vieja concepción del fraude patriótico.