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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Franco Rivero o el “afuera” que es “adentro”

Nació en Ituzaingó (Corrientes) en 1981. Es profesor de Lengua y Literatura, licenciado en Letras y doctorado en Semiótica. Ha publicado los siguientes libros: “Situación desbridamiento” 2010;“Vos ahora voz” 2014; “Nudo de agua en el viento” 2016;“Ud. no viaja asegurado” (Segundo Premio del Fondo Nacional de las Artes) 2016;  y “Disminuya la velocidad” 2018 (Primer premio Género Poesía en el Concurso de Letras del Fondo Nacional de las Artes).

Por Rodrigo Galarza

Especial para El Litoral

Alguna vez Franco Rivero me comentó que a finales de los años noventa escuchaba el programa radial “Pájaro de tinta” que se emitía los domingos desde Caá Catí. Si mal no recuerdo, por aquel entonces él vivía en Loreto o Santa Rosa. Lo cierto es que, según sus propias palabras, solía esperar con “ganas” los domingos para escuchar poesía o temas relacionados con la literatura. Como nota graciosa me comentó también que a veces la señal FM no llegaba bien y debía improvisar con una tacuara una especie de antena para que la voz de José Alarcón, Fabián Brizuela o la mía volvieran…

Ahora que me voy acercando a la palabra de Franco mientras cae la lluvia sobre los tejados de Madrid; ahora que el mate espumea y me restituye la pertenencia a la tierra, pero no a cualquier tierra ni cualquier pertenencia sino amoité: Corrientes, pienso en aquella tacuara, sola, hiriendo el cielo, faro llameante para el poeta naciente cuya sangre se agitaba con lo inapresable. ¿Cuándo, en qué momento su mirada empezó a inquietar a la lengua, esa tan servil como misteriosa? ¿Había acaso que exorcizar los pastizales, las chicharras, los caballos, los sapos amadores, los grillos para que no perturbaran su galope de niño-adolescente? Era tarde ya (y temprano) para Franco Rivero, el campo le había entrado “con el tabaco por la nariz/ después por las manos/ la vista/ hojas con venas/ nunca había visto/ las tocaba/ como quien no ve/ o no cree en lo que ve”… La poesía que le había llegado no por los libros sino por las polkas y chamamés que escuchaba desde niño exigían ahora  otro camino: el inevitable río de la mano que escribe.

La poesía de Rivero trabaja con la voz, es decir, ésta siempre habla desde una intimidad, aunque los paisajes externos sustenten y maticen su pulso ardiente, recatado o doliente. El título de uno de sus poemarios, “Vos ahora voz”, perfila una poética que bien podría aplicarse a casi toda su poesía más allá de los “asuntos” con que va trabajando. Al igual que otros poetas correntinos, el paisaje no le es ajeno, de hecho, su plasmación se torna fundamental en los hallazgos poéticos, pero a diferencia “de la lírica del paisaje”, en el viaje interior de Rivero, al hacer suyo los paisajes sufren transformaciones de corte expresionista sustentadas por experiencias de la infancia, la adolescencia y adultez en el juego dialéctico amor-muerte. La experiencia poética surge así desde la experiencia de vida vivida-padecida humanamente. Este trasmitir emociones a través de la transfiguración del paisaje hacia una transfiguración más compleja que resulta acercarse a lo poético, lo hace casi siempre en clave narrativa, casi sin rupturas sintácticas cuyos ritmos o respiraciones acuden a la cesura del verso en lugar de la pausa de una coma o punto. La sencillez aparente de los poemas enmascara la complejidad del mensaje: (…) “a veces escucho una voz/ hago tanto silencio que el aire/ parece una mano/ la siento en el hombro”…

Todo aquello que se dice del “afuera” es territorio de la voz del instante amasada con paciencia, y ese “afuera” desaparece, se desvanece en otro territorio que se revela íntimo, frágil, tan frágil que es capaz de desatar un huracán: (…) “toco con mi piel la brisa que me toca/ si siento la piel del viento/ y la acaricio/ te habré de rozar el aire que toqué/ con mis dedos/ te llegará el sonido/ del amor/ con que te escucho”.

Muestrario mInimo

TETEU 

las huellas que los teros 

van dejando en la orilla 

tienen movimiento 

de garúa 

son pájaros que llevan 

la lluvia dentro 

caminan y parece 

que ha empezado a llover

 

PETY

a mí el campo me entró 

    [con el tabaco

por la nariz

después por las manos

la vista

hojas con venas

nunca había visto

las tocaba

como quien no ve

o no cree

en lo que ve

es tabaco

me dijo mamá

era la primera vez

que recuerdo llegar

a casa de la abuela

cuando la vi

ella tenía un cigarro

en la boca

y ese olor

fue como saludar a una planta

como si una planta

me saludara

años después

aún niño

toqué hojas de tabaco secas

el color era oscuro

las venas

estaban intactas

cuando fuimos a vivir

a casa de la abuela

ella me enseñó

a armar cigarros

las hoja más chica

son para hacer chiripa

me decía

las colocábamos después

en una hoja más grande

tené que enliarle parejo

me repetía a cada rato

después me mostraba

cómo se pegaba con engrudo

el borde de la hoja

para que el cigarro

no se desarme

también me enseñó a fumar

me gustaba recorrer el campo

a pie

vicheando

buscando nidos

y una vez

encontré un murciélago

en el tronco de un árbol

había un hueco

y él estaba ahí

como escondido

metí la mano

lo toqué

lo alcé

acaricié sus alas

fue como acariciar tabaco

alas como hojas con venas

hojas que son casi tela

hasta en el color

se parecían

me enamoré del murciélago

lo visitaba a diario

y a veces se lo llevaba a la abuela

para mostrarle sus alas

el parecido que había

qué cosa no

decía

no se animaba a tocarlo

anoche en caa catí

alguien sacó unos cigarros

como los de la abuela

después de cenar

el olor el color las venas

volvían a mí

la laguna era como un espíritu

de fondo

hubo guitarra

acordeón

y cajón peruano

para variar

mi chamigo fabián fumaba

con nosotros

lo miraba y pensaba

no le falta nada para ser

de acá

allá volví a ver

manos morochas que

se parecen a esas hojas

de tela casi

con venas como caminos

me enamoro

de esas manos

el día que ame

él las tendrá así

PULSO

la armonía es escuchar 

    [que un grillo

no se superpone a un sapo

ni a una rana

y uno entiende

sin dificultad

sapo

rana

grillo

yo

que no tengo armonía

algo que hago siempre

es acostarme de noche

boca arriba en la ruta

casi nadie pasa aquí

pero no hay silencio

y sobra vía láctea

acostado así

entonces mi corazón

late pequeño entre todo

y soy un anfibio

un insecto más

que entona

por instinto

mi soledad me vuelve afín

me pone en la misma dirección

que el campo

pulso del mundo

suena tan bien

lato tan bien de anfibio

o de insecto

en el mundo.

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