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La Santa Rita

Por Enrique Eduardo Galiana

Moglia Ediciones

Del libro “Aparecidos, tesoros y leyendas”

Una familia de inmigrantes europeos tenía su casa sobre la Av. Maipú, los mayores abrieron una tienda que atendían personalmente. Traían consigo las historias de aquellas mino-rías que sufrieron en Europa oriental y occidental las persecuciones de gente desalmada y maligna. Es por eso que cuando alguna persona con uniforme o que manifestara ser funcionario público ingresaba al negocio, la abuela en medio castellano y algo de idish ordenaba a los menores que se ocultaran en lugares ya preestablecidos. En realidad nunca tuvieron mayores problemas, salvo la mirada extraña, mezcla de burla y desprecio de algunos que seguían convencidos por ejemplo, que los judíos mataron a Cristo.

Crecieron los niños sin problema alguno, Simón se casó con Frida y fueron, como todos aquellos que trabajan, levantando su casa. En un rincón de la misma habían quedado unos troncos antiguos y en ese lugar creció una planta conocida como “la Santa Rita”, tal era el respeto que tenían sobre el lugar los habitantes de la casa que construyeron las paredes de los muros sin mover ni los troncos ni la planta. 

Un dato raro se advertía, no crecía el pasto. La Bobe, es decir la abuela, siempre les decía que debían respetar el lugar porque era sagrado. En algunas ocasiones, contaba Frida, que cuando salía al patio veía a una mujer de negro acomodando los troncos silenciosamente, no emitía ningún sonido, simplemente los iba apilando del mismo modo en que los troncos se encontraban. 

Un día el nieto de Frida, le dijo a su madre: -“Mamá, esa antigua foto que me mostraste, la abuela Teresa, es muy parecida a la señora que vive en el rincón de los troncos, tiene el mismo vestido de la foto”. La madre corrió a ver a Frida para contarle este extraño hecho. Llamaron al niño y le mostraron varias fotos, de diversas personas, el niño sin duda alguna con su inocente dedito marcó a la señora Teresa, quien aparecía en la antigua fotografía entre otras personas. Ese día Frida también confesó que ella la veía pero no decía nada para que no vayan a decir que estaba loca.

 Dos personas veían a la abuela Teresa, que según decían le gustaba mucho el guiso criollo con arroz. Hasta hoy en algunas mañanas flota en el ambiente el olor al guiso criollo entremezclado con el aroma de la Santa Rita. 

Recuerda la nieta, hija de Frida, que ella nunca la vio, hasta ese momento en que una noche que la luna alumbraba maravillosamente Teresa se le apareció en el medio del patio y le habló: -“No se deben usar los zapatos de los que no están porque si lo hacés seguirás los pasos de los muertos”. La hija de Frida creyó que le hicieron una broma, fallecida su madre, un buen día revisando sus cosas encontró un par de zapatos casi nuevos, se los puso y salió a pasear, sus pies se llenaron de ampollas, tropezó en la calle y se cayó. Eso fue el colmo, se sacó los zapatos, los puso en un basurero y continuó caminando descalza hasta su casa, cuando abrió la puerta un fuerte olor a guiso mezclado con el perfume de la Santa Rita la recibió envolviéndola en un cariñoso y afectuoso abrazo.

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