Por Rodrigo Galarza
Especial para El Litoral
El 28 de julio de este adverso 2021 se cumple el centenario del nacimiento de uno de los poetas más relevantes que ha dado la provincia de Corrientes. Relevante por la altura, densidad y profundidad de su obra poética desarrollada a lo largo de más de cuarenta años de producción. Y también por su labor de estudio, crítica y difusión de las diferentes poéticas del siglo veinte que se desarrollaron en Argentina y que Martínez aportó a su visibilidad a través de sus colaboraciones en los diarios La Nación y La Prensa.
No está de más recodar que los poemarios publicados por nuestro poeta son al día de hoy inhallables y que la última antología que se elaboró de su obra data del año 82, a instancias de la Municipalidad de Corrientes, en una colección dirigida por Oscar Portela. Pero el centenario de su nacimiento nos trae desde Caá Catí (el pueblo que lo vio nacer) la publicación, a través de la editorial El suri porfiado de Buenos Aires, de una amplia antología de su poesía complementada con dossier de notas, comentarios, juicios críticos, fotos, manuscritos, etc., que ilustran el universo y proceso creativo del poeta.
Desde El asaltante veraniego celebramos la pronta aparición de esta antología largamente soñada y trabajada por quien escribe esta nota y financiada por la Municipalidad de Caá Catí, que día a día se reafirma como cuna de poetas.
Agradecemos el lúcido prólogo de Martín Alvarenga escrito especialmente para la edición.
¡Salud, poesía y libaciones!
Muestrario mínimo
La infinita
No es que vaya buscándote
[por donde voy.
Me basta ese eterno asombro
[en que amaneces,
la evidencia de tu luz,
el amor sin preguntas.
No es que vaya buscándote.
Dentro mío estás viviéndome
lo mismo que el sueño vive
y el impulso en el acto de tu sangre.
Pero si llamo; si digo tu nombre
un recuerdo, o imagino
[un gesto tuyo,
es porque ya está en mí
[esa llama de tu ser,
esa alegría con que el hombre
[crea una esperanza
para no estar solo con su miedo.
Y no te busco.
El sol se derrama por la tierra
y la nutre gozoso, deslumbrado,
mientras te creas siempre
viniéndome de lejos,
de otra oscura memoria que nos une.
Y vives,
me vives sin buscarte,
ya sin buscarme,
en ese oculto nacer en que
[te escondes
como la flor, la sombra o el morir.
Un sol, un clamor
Ligeras, dóciles palabras que amé
en brillos de besos incendiados,
mientras abren noches profundas, soles,
mi corazón, mi frente,
[que despiertan
junto a una sombra inclinado,
igual a un mar que sorbe
las congojas de un pecho,
la dura obstinación de
[una memoria,
más allá de una rama tendida
[como cuerpo
que doliente mano acaricia,
alma sola en su incendio,
insensible mejilla rendida
[a un viento oscuro;
me vuelvo a su destello
como un grito de amor,
[como una lágrima.
Pero cae destino, soledad
donde yace entreabierta una carne,
y aplaca este abismo
[de clamor socorrido.
Oh eterna hermosura no entregada,
cae, termina ya
a este irrenunciable sufridor
[de tu nombre.
Y abre un perfume, una piedra.
Las certidumbres
1
No sé qué quedará de ti ni de mí, [cuando la noche
nos apaciente en el metro
[cuadrado de su victoria.
No sé si habré sido dueño de
[una sola palabra digna
de prolongar tu nombre; pero el
[recuerdo será idéntico
a la paz de la belleza, igual
[a la verdad que fuiste
dejando en las horas de mis días.
[Y habrás salvado
mi tránsito: toda la inútil
[hermosura
[por la que quise
elevarme, sin saber que fue Amor [la Única Hermosura;
más que mis deseos, mi afán
[y mis sueños.
Por eso no estaremos separados, [entonces; y el
crecer de la hierba no será tan
[oscuro, tan silencioso,
sobre nosotros.
2
Me mirarán solo -sin nadie a mi
[lado- roído
como una hoja enterrada en la
[arena. Los amantes
dirán: nos precedió destruyéndose [en la vehemencia
[del polvo.
Y nunca sabrás que estaremos
[juntos en la lluvia,
en el llanto diario de los niños,
[en las palabras que
[seguirán doliéndonos
3
Señora de la Perpetua Ceniza,
[qué claro era tu
nombre... Llegaba a mí como
[el brillo de un río
desde una lenta catarata de luz [que me mojaba el alma
de adolescencia y veranos.
[Semejabas el pájaro que
canta llamándome en una
[espesura desconocida, y la
lejanía de su eco descansaba
[en mis ojos...
Cómo sabía tu nombre.
[Era el mar, el mar
que llegaba herido y deslumbrado [de islas y plumas
a una orilla verde, donde jugaba
[el sol por las
costas. Sí, el mar felino como
[el relámpago y la agonía
hermosa de las marejadas,
[era tu nombre, entonces...
El límite
Este es el límite, la muda gracia
donde podrás aposentar tu sombra,
tu escondido cansancio
[de lo humano.
Hay una quieta costa y una barca
que está llamando siempre
[y balancea
su frágil porvenir porque
[alguien pida:
condúceme a tu azul de
[aguas dichosas.
Un pájaro lejano está cantando
—se diría en el cielo o en la luz—,
ave intocada y pura que me moja
de un misterioso resplandor
[tranquilo.
¿A dónde puedes ir?
[¿Que ser sabría
llevarte a aquel santuario,
[a aquel edén
de tu manso esperar, y que tú solo
lo fuiste edificando en el secreto
de una pasión más bella
[y más demente
que el anhelo de todos, y tu vida?
Agua y fuego, tal vez naciste solo
para alentar la muerte
[de tu juventud.
Oh hierro que te has vuelto
[como estrella,
y ya tu quemadura no es pesada
ni lastima la carne, porque todo
es igual al amor: imperio triste,
que en la sed de tus huesos
[se calcina.
Acaso alguna vez, el gran
[descanso
te prodigue en su gloria la verdad,
porque tu fe abrazaba las montañas
y en tu ansia solamente
[cabía Dios...
Pero nadie te escucha ni te mira,
y aunque mañana vuelvas
a este límite mudo de la gracia,
ni amor ni duelo vengarán tu sino,
tu sangre condenada a ser la rueda
que gira interminable, junto a Ixión.
Aguarda tu otra barca.
[No te engañen
ni porvenir ni amigos. Calla.
Siente
tu soledad idéntica a la tierra,
mientras miras los pájaros del agua
posar su libertad en las orillas
y levantar el silbo de sus alas
hacia otra humana noche, más remota.
(Junto a la Laguna Rincón de Caá Catí. Julio de 1957).
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