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Tony Zalazar: el viajero de la sangre inquieta

Nació en el Chaco en 1980 y falleció en Corrientes en 2021. Poeta, narrador, docente y agitador cultural. Fundó el sello editorial Ananga Ranga junto a Luis Argañarás y Mario Caparra. Publicó los poemarios: Ser De ruido (2006), Tajos (2009) y Quherencia (2009). Realizó las antologías “Ida y Vuelta (Poesía actual de Chaco y Corrientes)”, “Poemas con Famosos”, “Parrincestos —reescrituras poéticas—” e “Hijo e pluma”. En la colección Mulita publicó su libro de cuentos “Carece de Madurez” (2013). Coordinó numerosos talleres de escritura creativa.

Por Rodrigo Galarza

Especial para El Litoral

En la nota número veinticuatro de nuestro camino de asaltante nos acercábamos así a la palabra y resonancias vivas del poeta de las dos orillas: “Tony el poeta albañil, el poeta panadero que amasa panes de silencio y de tarde y de agua, que amasa con barro de estrellas, que amasa con harina de esperanza. 

Tony el poeta panadero que amasa con pólvora los abrazos, la mirada encharcada, la lagrimita tímida y los volcanes, ¿De qué está hecho este chaqueño, este correntino que corre entre aguas subterráneas y aéreas, de qué su sangre inquieta y viajera, su ánimo: axis mundi”. 

Y ahora, mientras redacto, acomodo como puedo estas piedras golpeando no solo sobre mi corazón sino sobre  todos sus amigos, todos aquellos que nos vimos bendecidos por su presencia, intento asirme a la sentencia de Enrique Molina que alguna vez le oí decir a Francisco Madariaga: “los poetas no mueren, quedan encantados”. Y pienso en la verdad y alcance de esta frase, pero también no paro de preguntarme: ¿por qué te fuiste Tony? si a fin de cuenta vos ya eras un “ser encantado”, un ser luz. ¿Quién si no, podría escribir revelaciones como estas?: “En aquel baldío/ enterré mi tesoro/ brotó un mendigo” (Infanticidio haiku).

Tras su muerte, los navegantes las redes sociales (que a veces dejan de ser un estercolero), no dejaron de expresar su dolor. Me permito a continuación unas palabras escritas para el amigo:

La lámpara, una lámpara Tony, un tónyco para la sangre, para que la belleza se alumbre y nos alumbre donde quiere.  La lámpara Tony, una lámpara de sangre enamorada en tus manos, desde tu ombligo, desde tu centro en las periferias de las tristezas, en el más puro centro del hombre de Vitruvio, todas las proporciones del universo que cabían y se movían en tu lámpara Tony, la lámpara tónyca de adelgazar las hambres y de empequeñecer las sombras.

Una vez, muchas veces nos dejamos empurpurar por el vino, heroicos nos emponchamos y liberamos zorzales que llevaban en el pico, ¿te acordás?, pequeñas fechas de luz para recodarnos allá arriba que todo estaba por hacerse, allá arriba, mientras abajo hablábamos y nos empurpurábamos y las espadas de nuestros sueños se trenzaban en duelo espartano, y sentíamos la batalla hermosa en nuestras carnes y huesos y la poesía preñaba el aire de rastros de colibríes y cuando el púrpura empezaba a ceder, venía otro aún más hermoso que nos punzaba las costillas y nos despedíamos, y la lámpara, una lámpara Tony, ¿te acordás?, ya estaba encendida para siempre.

¡Salud, poesía y libaciones!

Muestrario mínimo

Sus tratos

En el sustrato de estos ojos

está intacto el jardín de mamá,

están sus manos como raíces

hundiéndose en la tierra

y están sus dedos

que disuelven terrones,

que desentrañan cizaña

y extirpan los bulbitos

que sólo dan maleza.

Está mamá con las manos sucias

limpiando la tierra

ablandando la sequedad

y dándole a los surcos

el agua y la bosta

que inciten el despertar

de la semilla

que reanimen a los gajitos

arrancados

como al descuido por ahí.

 

Ahí está ella en cuclillas

poniendo el lomo de su mano

ante el golpe del agua

que deja caer de la jarra.

Antepone su mano siempre

y la agita con ternura

para que el peso del agua no aplaste

al brote

no ahogue a la semilla

ni desentierre nada que no deba.

 

Así florece el jardín entre 

    [sus manos

raíces, regadera, escudo

manos que esparcen

el perfume del querer

entre insectos que lo celebran.

 

En el sustrato de estos ojos

está intacto el jardín de mamá,

si algo florece lindo en mi mirada

sólo es por el sustrato que 

    [lo impulsa

por lo bonito de esta vida 

    [que nos riega,

y nada más.

Me gusta Lali en la litera

con mi linterna interna 

    [entre sus piernas

con su cálida alita de luz

aliterando mi lengua

lengüeteando tierna mi interior

me gusta Lali y su interna 

    [alteración

su aliteración y su hálito

su hábito de suavizar mi aleteo

de deletrear mi deleite

y de gozarme entero en la litera

Lali la alígera me gusta, la entera

y certera partera de mi ser.  

El soneto

Amiga estate atenta a los acentos

que como lluvia caen en los versos

algunos caen raudos, otros tersos,

pero siempre acentúan 

    [tus momentos.

 

Tampoco olvides mantener la rima

abierta como labios consonantes

como beso en la oreja del amante,

que a la memoria su erotismo 

    [arrima.

 

Tomale el pulso al corazón dolido

a ver si marca el ritmo del amor

y si sostiene altivos tus latidos.

Lluvia de labios la poesía en boca

de los que están atentos al prodigio

de encontrarle medidas a las cosas.

Autotomía III

En una orilla la muerte; 

en otra la vida.

Aquí la desesperación, 

allí la esperanza.

Wislawa Szymborska

 

El pueta ante los tantos tarascones

    [de la muerte

suelta astuto versitos de esperanza,

se los arranca como lagartija

que deja en garras de los gatos

un pedazo de sí.

 

Una cola que queda serpenteando

fEsTiiivA,

             DiSuaSoooRia

                               y dOlOrooosa

                                    (la poesía)

en las timadas manos de la muerte.

 

Esto que dura en danza el artificio

debiera persistir en cosquilleos

un buen poema entre las manos.

 

Engañifa que sufre y goza el lector

mientras reptante

la cabeza del pueta,

rescata acelerado el corazón.

 

Jinete del poema

El ritmo del poema es un caballo

que prueba la destreza de la imagen.

Martín Pucheta

 

Si algún día leés a su lado

agachá la cabeza

no por pudor ni falsa modestia

agachá la cabeza para ver

bajo la mesa que les toque

el poder de sus zapatos.

Uno de ellos, el diestro

se va a montar de a poco

al ritmo potro del poema,

el zapato opaco al principio

entre corcovos suaves

va a subirse al tono de tu voz

y en subibaja sabio

va a ir asintiendo el pulso

insumiso de la poesía,

lo vas a sentir latiendo

en cada ascenso y descenso

de tu decir.

Un caballito puede ser la poesía

a su lado, un caballito para irse

a recorrer los campos frescos

del sentido.

Y en ese ir vas a ver brotarle en talón

una espuela de luz,

una estrella va a brotar de su zapato

y deliciosa va a posarse

en los ijares de tu voz,

vas a sentir cómo apura lentamente

el escandido trote del poema.

Y él, que tantas palabras como soles

soltó sobre paisajes generosos

del interior, él

va a soltar las riendas de tu decir

y solito el poema los va a llevar

hasta el labio húmedo del río,

a abrevar en su sed el brillo

resbaloso de la vida.

Y cuando el poema hunda

en boca del Paraná

su lengua ya en sosiego

ahí recién alzá la cabeza

y en el ojo tordillo del poeta

capaz que veas desbocado

al destino que viene hacia a vos. 

La gente los verá galopar en la poesía

y ante el galope elegante del poema

caerán una, dos, tres gotitas

gotas de aplausos líquidos

y de pronto un chaparrón

sobre el lomo erizado del río.

En esa lluvia de aplausos el poeta

te pondrá su alma de piloto

y con un sapucai de henchido 

    [relincho

le abrirá caminos a la dicha. 

a Cacho González Vedoya

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