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“El exilio en el mundo” de nuestro poeta poblano

Por El Litoral

Domingo, 01 de agosto de 2021 a las 01:03

Por Carlos Lezcano y Fabián Brizuela
Especial para El Litoral

En el año del centenario del nacimiento del escritor caacatieño, David Martínez,  el poeta de la permanente nostalgia, será homenajeado en la Octava Feria del Libro de Caá Catí con la presentación del libro que da nombre a la feria: “El exilio en el mundo”. El libro es una antología financiada por la Municipalidad de ese lugar, a cargo de Jorge Meza, que rescata su obra con la selección, edición y notas del escritor Rodrigo Eduardo Galarza, coterráneo del poeta homenajeado.
David Martínez es considerado el primer antólogo de la generación del 40 y uno de los fundadores de la lírica de Corrientes.
Cuando pensamos en la poesía de David Martínez, se nos vienen a la memoria  los trinos  de un pájaro que puede llamarse zorzal o saviá: “…ave intocada y pura que me moja de un misterioso resplandor tranquilo…”, los perfumados olores de nuestra infancia,”… Lejos, lejos vuelvo los ojos. Oh Caá Catí de mi infancia con sus jilgueros y su manso sol todavía dorando mi memoria…”, aquel espacio mágico donde todo es posible y donde siempre regresa con la poesía “… que tus sinensias y tus lentas rosas me devuelvan mi edén eternizado…”
Cuando descubrimos el trabajo de Rodrigo Galarza plasmado en esta antología, sentimos que se ha logrado una justicia poética con David Martínez, absoluto desconocido para las nuevas generaciones que tal vez nunca siquiera lo sintieron nombrar. El poeta canta en unos versos: “Recuérdame: mi infancia fue un barco alegre de rocíos, surcada por un altivo alazán galopador de vientos…” y justamente veintiocho años después de su muerte y en el centenario de su nacimiento, este “El exilio en el mundo” viene a rescatarlo del olvido, a recordarnos la importancia de su obra y su presencia en la literatura argentina con la decidida visión de su antólogo, quién a su vez rescata las opiniones críticas de sus contemporáneos, prestigiosas voces de la literatura latinoamericana como Héctor Murena, José González Carvalho o Enrique Banchs entre otros tantos que aparecen en la edición. Además de la cuidada selección de los poemas de David Martínez en sus diferentes épocas, el libro reúne fotografías, manuscritos, correcciones de puño y letra, y poemas inéditos.

Estamos en comunicación con Rodrigo Galarza, que está en este momento en Madrid y los cien años de nacimiento de David Martínez, la edición de un libro en homenaje, y él estuvo a cargo de la edición. Rodrigo ¿cómo te va?

Muy bien, acá en esta tarde madrileña, ya casi oscureciendo, muy contento porque en este momento también acá se oye cantar a unos zorzales que me hacen acordar a David; sin duda una señal para que la conversación se puede dar muy bien.

¿Cómo comenzó el proceso de selección de los textos del libro?

Es un proyecto acuñado en el corazón hace mucho tiempo con Fabián Brizuela y posteriormente llevado a cabo a partir de una necesidad imperiosa de que se publicara de forma global la obra de David Martínez, casi como un rescate. A pesar de que es un poeta importantísimo en nuestra provincia, fundante en muchos aspectos, no hay publicaciones suyas. La más reciente antología es de 1982 a cargo de la Municipalidad de la ciudad de Corrientes, a instancias de Oscar Portela que fue un gran poeta y enorme difusor de la poesía correntina. Entonces, primero fue un sueño, después ponerme manos a la obra.

Las primeras ideas que me surgieron era la tener un título aglutinante, un título que me fuera orientando en la selección de los poemas de todos sus libros publicados. Rápidamente recalé en “El exilio en el mundo”. En primera instancia, porque es uno de los libros más altos poéticamente, junto a “Soles y laderas” y “Penúltima estación”. Y porque de algún modo ese título sustenta y traspasa lo que es globalmente la búsqueda poética de Martínez.

Él siempre se sintió así, vivió es un pequeño exilio desde su niñez, en el Caá Catí de mediados del 30 y 40; el David niño-adolescente que exploró desde muy temprano su vocación por la poesía. Imaginen en esos años ¿con quién podría hablar sobre ello, quizá con “Cancho” Gordiolla Niella (dos años mayor). Ambos eran una especie de exiliado en el pueblo. Traigo una anécdota: David con doce años recortaba los poemas que venían en el Suplemento de La Nación y los pegaba en un cuadernito de 48 hojas. Entonces vemos que en ese momento ese niño que escribía y que hacía glosas de esos poemas, era una especie de exiliado ya… él mismo lo dice en un algún verso: “Yo era un triste y nostálgico muchacho/acompañado siempre de mí mismo” (en Canto a Caá Catí ). Posteriormente todo ese exilio se manifiesta ya en un poeta maduro en los años 60 en los que publica “Exilio en el mundo”. Como una persona creyente cuya vida en la tierra, cuya vida de mortal –digamos- es una especie de preparación hacia algo más trascendente, hacia el encuentro de Dios; en este caso, un Dios católico. El poeta dice que el ser humano es un exiliado en el mundo y que, a partir de ese exilio, tiene que intentar ser feliz. En ese sentido se toca con lo que propone Heidegger; y traigo aquí a Heidegger porque David Martínez fue un gran lector del alemán que dice algo así como que el ser humano es un arrojado al mundo. Dice Heidegger algo así “arrojado al mundo” y bueno, en ese sentido David Martínez toma la posta estoica de soy arrojado y exiliado; mientras tanto voy soportando la existencia y los sinsabores como puedo y a través de la belleza, en el caso del poeta.

Además hay un montón de estudios de gente muy importantes. Por ejemplo el de Mastronardi que habla justamente de este David Martínez, que recurre a su mundo íntimo para poner a la añoranza en primer plano. Pero él mismo dice, y es muy lindo, “la raíz lírica de Martínez, no le impide modificar un sentimiento aprobatorio de la vida”; es decir, hay vida también en su poesía.

Jamás cae en la angustia –dice- abrumadora”; esto me parece que es importante, hay una añoranza pero no hay una caída, ¿no?

Totalmente. Empecemos con el nivel de importancia de Carlos Mastronardi, que es un poeta fundante de la poesía entrerriana y del país, y que se haya fijado en la obra de Martínez remarca el vuelo del caacatieño. Mastronardi vio ese estoicismo lírico de la añoranza, sin que esto signifique desaliento absoluto. David Martínez se manejaba dentro de su constante regreso emocional a Caá Catí como si nunca se hubiera ido y a su vez con un sustento trascendente manifestado a través de la elegía.

No hay un agobio ahí ¿no?

No, no. Hay angustias, hay cosas muy existenciales, muy de cualquier ser humano, hay una poesía que por momentos, a pesar de cierta nostalgia o mucha, es una nostalgia luminosa, es una poesía llena de amor por el mundo o por las cosas pequeñas: la relación con las flores que la madre cuidaba, los poemas de amor a Adela -su compañera de muchos años-, son realmente una belleza absoluta y aprobatoria de la vida. Un pesimismo que de golpe no es tal. En la apariencia parece pesimista pero no lo es. Hay un sentimiento aprobatorio de la vida y eso también lo hace muy rico en matices porque en lo aprobatorio no significa que no haya agonía.

Hay un estudio de Juan Liscano que me llama mucho la atención su precisión. Dice: “La palabra es su mirada, es su ojo y es labios”.

Liscano es, efectivamente, otro gran observador de la poesía de David y recordemos que Liscano también es un gran poeta venezolano, por lo tanto tenía los dos criterios: desde adentro de la poesía y a su vez desde fuera-adentro como ensayista. Y en ese sentido, es muy emblemático ese estudio de Juan Liscano y muy minucioso en develar de qué manera David asume la escritura corporal para su estar en el mundo.

El libro contiene muchos textos de personas importantes que escriben sobre él y la edición recopila eso. Me parece interesante lo que dice Horacio Castillo sobre el vínculo de él y su palabra; un vínculo entre lo eterno y lo efímero, entre lo finito y lo infinito; el tiempo del niño, el tiempo del mito. El niño que crece y sin embargo sigue siendo niño, me parece que hay ahí una recurrencia del poeta hacia este punto de su vida.

Sí. Horacio Castillo, recordemos que como buen latinista tuvo un buen ojo también para poder hablar de David Martínez que a su vez fue un amante de la poesía latina. Debemos decir que la poesía grecolatina y todas sus bases tienen que ver con eso. Castillo se acerca muy bien a que vos señalás: el niño siempre está sonriendo, el zorzal, a la manera del ruiseñor de Keats siempre está cantando… lo eterno se vuelve circular ¿no? Es decir, esas violetas que la madre cuidaba cuando David era niño, quedaron para siempre cuidansosé, con esa imagen de la madre. Entonces, esa capacidad que tiene la palabra y específicamente la de David Martínez de poder escribir circularmente en el tiempo. El espacio mítico de Caá Catí, llámese Ítaca, o cualquier otro lugar mítico occidental como cuando dice: …“allí ríe un niño que tenía mi nombre”.

León Benarós escribe algo hermoso: “memorioso del solar correntino, regresante hijo”; es lo mismo.

Sí, todos coinciden admirablemente. David Martínez tuvo una presencia muy fuerte en la poesía argentina, primero como antólogo en la poesía del 40 y después a mediados del 50 empieza a fortalecerse su voz y los poetas de su generación y las posteriores volcaron su mirada remarcando la capacidad evocativa de su poesía. La frase de Benarós apunta también a lo que afirmaba Horacio Castillo. El lar correntino como fuente se expande, abandona “la aldea” y se universaliza. Y en ese sentido es remarcable el uso que hace Martínez de algunos vocablos guaraní, los utiliza como unidades de significación que se sustentan muy bien en campos semánticos más amplios, es decir el peso de traslación que tiene por ejemplo cuando dice “chovï /hurgando la naranja del día”, “taguatoyú de memoria” o “amoite” aquilatan su carga semántica y hasta se cargan de simbolismo en algunas ocasiones. No está de más remarcar que por aquellos años el uso de guaraní estaba casi relegado a las composiciones folclóricas que incorporaban frases enteras.

Es lo universal de su poesía. Ahí está.

Efectivamente. Comienza a ser reconocido en Corrientes quizá a partir de su tercer libro “Resplandor del olvido” a mediados de los 60, década que lo consagra definitivamente con la publicación de El exilio en el mundo (Primer Premio Municipal de Poesía 1969. Medalla de oro del gobernador de Corrientes, Adolfo Navajas Artaza). En esta década David vivió unos años en Corrientes, dirigió el suplemento cultural del diario La Provincia; una publicación sin duda importante ya que permitió a los poetas locales publicar sus poemas junto a grandes de la poesía argentina como Olga Orozco, Enrique Molina, etc.

 

¿Y eso llegaba solamente a través de la prensa y de los libros? ¿O él venía a Corrientes a presentar sus libros?

Sí; venía a presentar sus libros a Corrientes Capital muchas veces y a Caá Catí también. Supongo que sus libros corrían de mano en mano, los adquiridos en las presentaciones o en algunas librarías locales.

Oscar Portela fue un gran difusor de David Martínez. Pudo publicar una antología de su obra y también la de Cancho Gordiola Niella y Francisco Madariaga en una hermosa colección financiada por la Municipalidad de Corrientes en el periodo de Ricardo Leconte.

En este libro que publicamos ahora aparece una nota elocuente de Oscar Portela (publicada en 2008) en la que señala el olvido de David Martínez por parte de los correntinos. Y con toda razón lo decía, porque creo que tenemos que cuidar a nuestros creadores y no solo valorar a nuestro chamamé. Es inadmisible que la obra completa de Madariaga haya sido publicada por la Universidad de Entre Ríos. Los mismo pasa con Juan José Folguerá que, ahora por suerte, su hermana la narradora Stella Maris ha podido publicar un libro (exquisitamente escrito por ella) en el que podemos empaparnos con la vida del poeta y además ir leyendo algunos de sus poemas..

¿Cómo fue trabajar estos materiales dispersos? ¿Cómo fue este trabajo para vos?

Fue muy arduo, muy solitario también, pero debo de decir que tuve la colaboración de los materiales que me alcanzó Fabián Brizuela, que es material del museo de Caá Catí de David Martínez. Y fue arduo porque más allá de la relectura completa de sus libros y de la selección hecha, luego me enfrenté a dificultades logísticas por decirlo así, tuve que escanear los poemas de las publicaciones amarillentas y luego pasarlos a Word. También hice el mismo trabajo con los comentarios críticos que existen sobre su obra, fotos y demás referencias que forman parte del dossier. Evidentemente el trabajo no terminó allí ya que después siguió la corrección en varias etapas ya desde las maquetas hasta la prueba final con el equipo de la editorial.

Todo esto fue un trabajo en solitario hecho con paciencia y no remunerado, cuyo resultado sería publicado con la financiación de la Municiplidad de Caá Catí que finalmente convirtió la promesa en una realidad junto a la editorial El suri porfiado de Buenos Aires.

Contame el trabajo con Martín Alvarenga y el prólogo.

El prólogo de Martín Alvarenga es excelente, y debo remarcar mi doble agradecimiento a su persona ya que cuando le solicité su elaboración, él venía atravesando un momento muy duro en su vida y sin embargo accedió a mi pedido.

El texto de Martín aborda la perspectiva universal del ser humano por los ansiados regresos al centro tras un viaje ya sea físico o emocional. Desde el caracú de la obra de Martínez se pregunta por las luchas existenciales de los grandes hitos de exiliados de la historia. En definitiva, ¿qué diferencia hay entre utilizar palabras como “techangau”, “nostalgia”,“moriña” o “saudade”?: ninguna. Salvo el ser humano en su camino personal y único en su estar en el mundo.

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