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Renato Mancuso o el perpetuo “mediodía en el canto”

Nació en el Chaco en 1922 y murió en Corrientes en 2008. En su  provincia natal ejerció largos años de docente rural. Se radicó en la ciudad de Corrientes, donde permaneció hasta su muerte. Publicó en diarios y revistas de la región. Poeta, exquisito sonetista, publicó los poemarios: “Cuando enciendo mi lámpara” (Resistencia, 1960) y “Mediodía en el canto” (Resistencia, 1991). En el momento de su muerte tenía preparado otro libro que quedó inédito.

Por El Litoral

Domingo, 29 de agosto de 2021 a las 01:00

Por Rodrigo Galarza
Especial para El Litoral

Si uno camina por el Barrio de las Letras de Madrid puede de pronto cruzarse con algún rincón donde el propio Francisco de Quevedo se batió a duelo por alguna afrenta de faldas o una que otra deuda contraída con esmero en las tabernas y burdeles de la zona en aquellas décadas del Siglo de Oro español. Bien puede toparse también con la casa de Góngora, el archienemigo del cojo; o con la de Cervantes y un poco más allá con la de su detractor Lope de Vega.
Para quien escande versos no es difícil imaginar que por esas calles alguna vez el autor del celebérrimo soneto “Amor constante, más allá de la muerte” anduvo pensativo o en voz alta ensayando tropos. Tal es la imagen que me viene cuando recuerdo a nuestro asaltante de hoy: años noventa, el desaparecido Café Mecca de la calle Junín de Corrientes. Un café con crema, algún libro de poesía, cada tanto levanto la vista para ver a la gente pasar. 
Después de las 20 horas, entre el mar de gente se distinguirá la luz de un ser pequeñito, que de tan pequeñito resplandece y se hace notar: el poeta Renato Mancuso pasa con su aire distraído o mejor dicho con su aire puro de ver las cosas, todas las cosas que la calle le va revelando. Don Renato pasa con el pelo florecido de una nieve ardiente. Camina con las manos atrás, como si estuviera esposado por lo superfluo y todo su cuerpo y mente se entregara al acto de crear el mundo o de verlo por primera vez. A veces se oye, creo oírle recitar algún endecasílabo, ensayar su acento. 
De pronto se detiene y su voz sigue persiguiendo a Garcilaso, a Quevedo, a Juan Ramón Jimenez, a Cancho Gordiola, a Enrique Gamarra; su voz de corte limpio como el de una navaja. Don Renato detiene su paso justo frente al café, mira hacia el suelo porque alguien ha encendido allí abajo un lamparita, una luciérnaga quizá, en medio de la calle, en medio del gentío, entre el corazón de quien lo observa y el suyo que no quiere perderse ninguna miguita del mundo, ningún momento de su respiración: “Tus manos me enseñaron/ este amor/ con claridad de estrellas” dice, y prosigue su  andar camino del mundo: “Canto del viento que en la sombra canta/ y cantando madura la semilla/ y canto de la luz que el oro trilla/ en el trigal que al cielo se levanta”.
Mancuso dedicó toda su vida a la poesía. Trabajó obsesivamente su palabra buscando la excelencia en el manejo de las formas aprehendidas de la tradición poética española y argentina. Su poesía dotada de una gran musicalidad y claridad expresiva lo eleva como un gran sonetista: “Canto del agua, canto sin garganta/ que va buscando la lejana orilla/ y canto de la fruta que amarilla/ en el agua inmemorial se vuelve santa./ Canto del viento padre en la llanura/ y rugido de canto en la espesura/ mientras se azula el corazón abierto/ Canto que del olvido me destierra./ Y canto y solo canto que en la tierra/ me deje vivo cuando esté ya muerto”.
Falleció a los 86 años. El Ateneo Omar Khayan dirigido por el ya desaparecido Alejandro Mauriño junto a la Sade Corrientes, le realizó un merecido homenaje en vida en el 2007.
¡Salud, poesía y libaciones!

Muestrario mínimo

MEDIODÍA EN EL CANTO
Canto del viento que en la sombra 
    [canta 
y cantando madura la semilla
y canto de la luz que el oro trilla 
en el trigal que al cielo se levanta.

Canto del agua, canto sin garganta 
que va buscando la lejana orilla
y canto de la fruta que amarilla
en agua inmemorial se vuelve santa. 

Canto del viento padre en la llanura 
y rugido del canto en la espesura 
mientras se azula el corazón          [abierto...

Canto que del olvido me destierra.
Y canto y sólo, canto que en la tierra 
me deje vivo cuando esté ya muerto.

POETA
El que escribe el clavel a su manera. 
Y el clavel es azul o apasionado.
Todo depende de lo que ha soñado. 
Pero la forma es, suya. Es verdadera.

Dice paloma y en remota esfera 
deja que vuele el corazón poblado.
Dice panal y el pan que ha fabricado
es miel desnuda en inocente cera.

El dice pez y no es el pez que 
    [nombra.
Es otro pez que saca de la sombra
y lo convierte en oro, en luz, 
    [en  brillo.

Y el oro es canto. Y en el tiempo         [queda.
El sabe al fin que toda su moneda 
es un trozo de sol en el bolsillo.

CRISTO
1
Cristo de harina y luz, 
    [Cristo sereno 
Cristo que estás aquí y 
    [en este vino. 
Cristo de pecho abierto 
    [en el camino, 
haz que yo sea eternamente bueno.

Tú que lavas la herida del veneno, 
que carga en la cruz nuestro 
    [destino.
Tú que olvidas la afrenta 
    [de Longino,
haz que yo tenga el corazón en pleno.

Cristo de la piedad. Y desgarrado 
Cristo de los humildes. Cristo alzado 
sobre la sal, los vientos y la arena.

Cristo desde el designio del olivo. 
Cristo  de la Ascensión. Definitivo 
Cristo de la alegría y de la pena.

2
Tú comprendes, Señor, 
    [que soy estrecho 
pero algo de tu luz en mí camina.
Y va mi corazón desde la espina
hasta el costado abierto 
    [de mi pecho.

Pero a veces también junto 
    [a mi lecho
alguien su lengua en la penumbra  
    [afina 
y me dice que el oro y que la harina 
son en la vida el único provecho.

Tú comprendes, Señor, 
    [que soy de barro, 
que estoy uncido como  el buey 
    [al  carro 
y avanzo a trechos por 
    [penosa huel1a.

Ayúdame, Señor, a ser contigo.
ayúdame, Señor, soy un mendigo. 
Un modo de la sed hacia tu estrella.

RÍO DE LA INFANCIA
1
¿Es este río el mismo que me viera 
pisar la arena con el pie menudo;
el mismo río con el sol desnudo
y un ala de alegría en la ribera?

Esta visión de  ahora ¿es  verdadera?
¿o es solo el sueño que alcanzar 
    [no pudo
mi  propia realidad que 
    [siempre  eludo
para tener la frente en la quimera?

Estoy soñando el río de la infancia 
y es la meditación de la distancia 
una llovizna azul en la floresta.

Ya vuelvo en mí. Tras altas cañas, 
de los juncos y absortas espadañas,
me sonríen los duendes de la siesta.

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