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Schumacher o Senna: ¿quién fue mejor?

La aparición del documental que repasa la vida del heptacampeón alemán Michael Schumacher reactualiza la pregunta que se siguen haciendo miles de admiradores de la Fórmula 1: ¿Senna era mejor piloto que el teutón, o fue al revés? Nos sumergimos en la trayectoria de ambos para recordar la última era gloriosa de la máxima categoría del motor. 

Por José Luis Zampa

Los fanáticos de la Fórmula 1 pueden revivir una de las etapas más espectaculares de la categoría reina del automovilismo gracias al documental Schumacher, recientemente estrenado en la plataforma Netflix con una grata selección de los momentos más salientes de la vida del gran campeón alemán y una especial mención de su relación con otra gran estrella como Ayrton Senna.

El filme que durante dos horas repasa los logros deportivos de Michael Schumacher contó con el aval de su familia, con lo cual era esperable que se disimularan e incluso obviaran los segmentos más polémicos de una carrera deportiva brillante en lo estadístico, pero no tan cercana a los afectos del gran público en razón de los métodos a los que en su momento apeló el séxtuple campeón del mundo, considerado una máquina de ganar que no trepidaba en recurrir a los autazos con tal de lograr sus objetivos.

A 9 años de su retiro definitivo (corrió por última vez en 2012 con Mercedes, en el Gran Premio de Brasil) y a 27 años de la desaparición física de Senna, la gran pregunta que numerosos amantes del automovilismo se siguen haciendo es cuál de los dos fue mejor. Desde los números, el alemán aventaja por lejos al brasileño con sus siete títulos mundiales, pero en el estilo y el carácter, las opiniones se reparten por cuanto el tricampeón fallecido en la fatídica curva de Tamburello cultivaba un estilo más pasional que lo hacía merecedor de la idolatría del público.

Ayrton era capaz de llevar su auto a extremos suicidas con tal de ganar, algo que no siempre hizo Schumacher, quien en cambio se mostraba como un piloto frío y cerebral, con aptitudes sobresalientes para el manejo pero también para calcular cómo y dónde comprometer al rival para quedarse con la posición, más allá de los reglamentos. Así se hizo con el campeonato de 1994 (el año de la muerte de Senna), cuando embistió al Williams de Damon Hill en el Gran Premio de Adelaida, en Australia.

Es cierto que Senna ganó un campeonato con una maniobra que terminó con él y su archirrival Prost fuera de carrera (Japón 1990), pero en una suerte de desquite posterior a un episodio similar en el cual el francés embistió al brasileño, quien pudo seguir y hasta ganó, para luego ser descalificado por el mandamás de la época, Jean Marie Balestre, amigo personal de Prost y tan francés como él. Fue en 1989, cuando el brasileño perdió el título por aquella decisión administrativa en favor de su compañero de escudería. En esos años, al brasileño le tocaba competir con un su propio coequiper y con la Federación Internacional del Automóvil (FIA) en contra, ya que nunca gozó del aprecio de Balestre, sino todo lo contrario.

Schumacher, por su parte, fue durante largos años el jefe indiscutido del equipo donde le tocó correr. En Benetton fue escoltado por Jhonny Herbert, mientras que en Ferrari fue secundado primero por el irlandés Eddie Irvine y luego por el brasileño Rubens Barrichello, quien ofició de leal escudero del germano en incontables grandes premios, incluso hasta cometer maniobras de dudosa ética como esa vez en el GP de Austria 2002, cuando se dejó pasar por Schumacher por miedo a ser despedido, ante una tajante directiva del jefe del equipo, Jean Todt.

Sin embargo, transcurridos los años, el alemán que hoy pasa sus días recluido en su casa de Grenoble, Suiza, en una lenta recuperación del accidente de esquí que lo dejó postrado, comenzó a ser valorado de otra manera por los aficionados en función de la actualidad anodina de una Fórmula 1 gobernada por la tecnología, en la que pilotos adinerados compran sus butacas mientras verdaderos talentos (como es el caso del argentino y ganador de Le Mans, José María “Pechito” López) quedan por el camino.

A partir del documental, que saca brillo a los recuerdos de un tiempo en que los motores V10 y V12 arrancaban suspiros a los espectadores, queda en claro que los 19 años en que Schumacher corrió en la máxima (contando una impasse de tres años desde que dejó Ferrari y volvió con Mercedes Benz) forman parte del último eslabón de una época de esplendor en la que los pilotos entraban a la pista como gladiadores. Sin desmerecer a los actuales protagonistas como Lewis Hamilton y Max Verstappen, la era de Schumi, Hakkinen, Coulthard, Hill, Villeneuve y Barrichello batió records de televidentes y es recordada como la última etapa de brillo de las escuderías más legendarias como son Ferrari, Williams y Mclaren, hoy relegadas al segundo pelotón por Red Bull y Mercedes.

Como dice el documental, Schumacher comenzó de la mano de Jordan en una Fórmula 1 llena de leyendas. A sus 23 años le tocó enfrentar a gigantes como Senna, Prost, Mansell e incluso Piquet. Sin embargo, desde un comienzo los especialistas se dieron cuenta de que era un piloto especial, lo que llevó al jefe de Benetton, Flavio Briatore, a contratarlo después de la primera carrera de su debut. Una vez sentado en el auto de la famosa empresa textil italiana, Schumy comenzó a escalar vertiginosamente hasta llamar la atención de Ayrton Senna, con quien tuvo varios incidentes en pista.

En uno de esos toques de carrera, con el paulista eliminado de la prueba, se produjo la discusión pública que anticipó la gran rivalidad que nacía entre ambos leones (es el término utilizado por el excapo de la F1 Bernie Ecclestone en el documental). Fue en el Gran Premio de Francia de 1992, cuando Schumacher se llevó por delante a Senna. Finalizada la carrera, Ayrton fue donde Schumi, apartó a los medios le pidió “no hables con la prensa antes que conmigo sobre lo que pasa en la pista, hoy la cagaste y está bien, pero primero hablamos entre nosotros”. Se refirió así a un incidente previo en el que el alemán criticó al brasileño por sus maniobras temperamentales en el GP de Brasil de aquel año.

En la temporada siguiente, 1993, todo volvió a la normalidad porque Senna ganó cinco carreras y logró el subcampeonato detrás de los imbatibles Williams, pero en 1994 el mundo del automovilismo esperaba el gran duelo entre los dos astros de la categoría: el entonces consagrado Senna y el ambicioso Schumacher, que oficiaba de retador. En esas estaban cuando, en la tercera carrera del año, el Gran Premio de San Marino, el brasileño perdió la vida contra un paredón. En ese momento era perseguido por un enérgico Schumacher. ¿Quién fue mejor? Nunca habrá una respuesta.

El carisma y la máquina

Ayrton Senna ganó tres campeonatos mundiales a lo largo de 161 grandes premios en los que logró, además, 41 victorias y 80 podios. Todo esto en 9 años y medio en la máxima categoría. Michael Schumacher logró siete campeonatos mundiales en el doble de tiempo, ya que corrió en 19 temporadas durante las cuales disputó 306 grandes premios, obtuvo 91 victorias y 155 podios. A simple vista la estadística favorece al alemán, que fue algo así como una máquina de ganar, con una capacidad de concentración que lo mostraba frío ante el público. Senna en cambio se caracterizó por su carisma y por demostraciones magistrales en pista, pero con actuaciones comprometidas como su decisión de asistir al herido Erik Comas, piloto de Ligier que en el Gran Premio de Bélgica salvó su vida gracias al coraje de su colega paulista, quien descendió de su monoposto, desconectó la energía del auto accidentado y mantuvo erguida la cabeza de Comas para que no se asfixiara. El brasileño también libró batallas de índole gremial, en defensa de la seguridad de los pilotos. Y el día de su muerte, el 1 de mayo de 1994, dentro del cockpit de su Williams fue encontrada una bandera de Austria con la que pensaba rendir homenaje al piloto Roland Ratzenberger, muerto dos días antes en un violento accidente que hizo cuestionar la seguridad de la competencia.

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