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/Ellitoral.com.ar/ Cultura

Un documental de Clarisa Navas recibirá el apoyo financiero Ibermedia

La película revela a un niño que juega a ser presidente de Paraguay y recorre las calles con su cámara diciendo qué cosas cambiaría de ese lugar. 

El Programa Ibermedia de ayuda a la cinematografía y el audiovisual de Iberoamérica ha dado a conocer los resultados de la Convocatoria 2022, que incluye al documental en proceso de filmación El príncipe de Nanawa, dirigido por la correntina Clarisa Navas. 

En total, son 104 los proyectos que recibirán fondos de Ibermedia en sus cuatro modalidades de apoyo: 50 para Coproducción; 25 para Desarrollo de largometrajes; 11 para Desarrollo de series, y  18 para Formación. Navas ya participó con este proyecto el año pasado y recibió el apoyo en la modalidad Desarrollo de largometrajes.

Este año, El príncipe de Nanawa ingresó en la modalidad Coproducción. Tienen previsto estrenar el documental el próximo año, una filmación que hizo pie en la frontera entre Nanawa, Paraguay y Clorinda, Argentina. 

Historia

El Príncipe de Nanawa es una película de no ficción, construida con los diarios cotidianos que Ángel (el niño protagonista) filma desde los 10 años, combinados con imágenes de diferentes registros que dialogan entre sí. En la actualidad, Ángel tiene 13 años y la filmación continuará durante toda su adolescencia.

Él habita ambos países, habla castellano y guaraní y en sus inicios se pregunta por qué en su escuela, que se llama "Independencia del Paraguay", no lo dejaban hablar su idioma. Pero esa será sólo una de las tantas reflexiones de Ángel, que también se da cuenta de que no lo solían tomar en serio por su condición de niño.

Ángel trabaja desde niño al igual que todos los chicos en Nanawa y ha tenido muchos empleos, desde delivery de pizzas hasta atención en una ferretería. Sobrevivir en Nanawa es difícil, una frontera liberada donde se trafica todo tipo de cosas.

Cuando cae la noche, el lugar se vuelve lúgubre y es tierra de nadie. Ángel, sin embargo, camina alegre por esos pasillos sombríos del mercado cerrado. 

Las cajas vacías de los electrodomésticos se convierten en cofres para guardar las ranas que Ángel caza de las veredas.

La película se va adentrando en una intimidad única, gracias a la cámara con la que él filma. Esas imágenes se arman entre la sensibilidad y empatía con los animales, la tensión idiomática, la construcción de la identidad sexual y los cuestionamientos al sistema educativo que dan cuenta de los sueños e identificaciones de una infancia alejada de cualquier centro o capital.

Nanawa es uno de los lugares más calurosos de Latinoamérica y, sin embargo, no hay red de agua potable. 

En ciertas temporadas el lugar se inunda tanto, que todas las casas quedan completamente tapadas por el río que se desborda. Ángel no se conforma con esta realidad injusta. 

Cuando era más chico jugaba a ser el presidente de Paraguay y recorría las calles con su cámara diciendo qué cosas cambiaría. Hoy ya más grande, cuando las inundaciones vuelven, se dedica a pasar gente en canoa y así gana dinero.

Con sus cortos trece años, el sobrevivir en el territorio no le ha sido fácil. Estas imágenes son una experiencia de resistencia. Testimonios de un encuentro y sus despliegues en el tiempo. Registros que se arman en ese pasaje de la niñez a otra etapa. 

Son instantes de un estar entre las cosas del mundo, ráfagas de presencias y afectos que permanecen en el material aunque ya hayan dejado de existir.

La película se despliega como promesa: tejiendo el armado de un vínculo entrañable y revelando que nadie sabe lo que puede hacer un niño y su manera de imaginar otros mundos posibles.

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