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Un trébol atado a la tragedia

El piloto que le diera a la casa italiana Alfa Romeo su primer triunfo resonante, murió en un terrible accidente en las curvas de Monza, en 1923. Se llamaba Ugo Sivocci y en su honor, hasta el día de hoy, los modelos deportivos de la marca llevan el famoso “quadrifoglio”.
 

Por El Litoral

Sabado, 02 de julio de 2022 a las 01:00

José Luis Zampa

Cada marca automotriz ostenta un símbolo identificatorio relacionado con sus orígenes, pero muy pocas encuentran raíces tan profundas como Alfa Romeo, la casa italiana que rinde tributo permanente a uno de los pilotos que le permitió alcanzar su primer gran éxito a principios del siglo pasado.
Alfa, que nació un 24 de junio de 1910 como “Anonima Lombarda Fabbrica Automobili” y se convirtió en Alfa Romeo cuando el industrial Nicola Romeo la adquirió en medio de la Primera Guerra Mundial, logró llamar la atención de miles de potenciales clientes gracias a Ugo Sivocci, as del volante capaz de “volar” con los bólidos rojos de la casa turinesa.
Desde un principio se notó que Ugo tenía todas las cualidades para ser un gran campeón, pero por distintas razones la suerte no lo acompañaba. Después de numerosos intentos, los mecánicos de la escudería decidieron pintar en el lateral delantero de su Alfa Romeo P1 (el primer auto diseñado exclusivamente para correr en grand prix) un trébol de cuatro hojas.
El quadrifoglio (así denominado en italiano) apareció en la trompa del auto de Sivocci con el correspondiente color verde, estampado sobre un rombo blanco. Esa mañana el piloto salió con la prestancia de siempre y dominó la prueba hasta la meta. Había ganado la famosa (y no menos peligrosa) Targa Florio, competencia primigenia del automovilismo mundial cuya obtención representaba tocar el cielo con las manos.
La famosa carrera siciliana había sido conquistada por el equipo Alfa con el P1, por un Sivocci que no solo era veloz, sino cerebral y considerado como el piloto más regular de su tiempo, al punto de que en esa competencia del 15 de abril de 1923 en la isla de Sicilia sus compañeros de escudería, entre los que estaban nada menos que Enzo Ferrari, Giuseppe Campari y Antonio Ascari, tuvieron que abandonar por distintos desperfectos.
Sivocci se convirtió en ídolo de los tifosi y en esa condición llegó a Monza, donde el 8 de septiembre de aquel 1923 debían realizarse las pruebas de clasificación. Sivocci cumplió con su cometido y se lanzó a los entrenamientos previos acompañado por el mecánico Angelo Guatta (su amigo, casi un hermano).


El Alfa de Sivocci, que llevaba el número 17 pintado en sus laterales, esta vez no tenía el trébol verde que fue utilizado en la Targa Florio, pero el piloto oriundo de Salerno pasó por alto ese detalle. Se dice que Ugo no era supersticioso, pero por algún motivo, minutos después de la que sería su última partida, todos los miembros del equipo lamentaron la ausencia del amuleto.
Lo cierto es que el Alfa de Sivocci dibujó un radio de giro inesperado, caprichoso, como consecuencia de un asfalto que estaba húmedo en la zonas de sombra y seco en los puntos donde daban los rayos del sol. Solamente un policía de la montada fue testigo del impacto contra un árbol. Guatta salió despedido y se quebró el hombro, pero el cuerpo de Sivocci dio de lleno contra el tronco. No hubo nada que hacer.
Enzo Ferrari (que había decidido no correr esa prueba por falta de autos) corrió hasta el lugar, subió a su compañero inerte a una ambulancia y lo llevó hasta el hospital “Umberto Primo” de Monza. Allí certificaron el fallecimiento del ganador de la Targa Florio. Ferrari se desmoronó en llanto. Se dice que ese día, quien años más tarde sería el creador de la mítica marca del cavallino rampante, se convirtió en “un hombre maduro”.


Nicola Romeo emitió un comunicado de condolencia y retiró inmediatamente al equipo del Campeonato de Grand Prix (antecesor de la actual F1). En el mismo acto, dispuso el cese del desarrollo del modelo P1. Además, contrató al diseñador de Fiat, Vittorio Jano, para que reconfigurara estructuralmente los autos de la casa Alfa y designó a Enzo Ferrari como director de la división deportiva de la marca. Alfa Romeo volvió a las pistas en 1924, con todos sus autos identificados con el logo del quadrifoglio verde y una única diferencia respecto del motivo que se había pintado por primera vez en el auto del malogrado Sivocci: el trébol ya no estaba sobre una superficie romboidal sino sobre un triángulo, es decir, con un vértice menos, por la ausencia de Ugo Sivocci.
Desde aquellos episodios y hasta el día de hoy, los autos Alfa Romeo tanto de carreras como de espíritu deportivo salen a la venta decorados con el famoso quadrifoglio.

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