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Invasiones inglesas y Corte de Portugal

Por Juan Carlos Raffo

Especial para El Litoral

Estas invasiones fueron por parte de algunos buques ingleses que llegaron a la región para conquistar la ciudad de Buenos Aires y controlar su actividad comercial. Las tropas inglesas no lograron salir victoriosas, sino que fueron derrotadas por los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, quienes defendieron arduamente su libertad utilizando diferentes estrategias. En esta época, Buenos Aires era dominada por España, quien tenía constantes enfrentamientos con Inglaterra. Esta primera invasión tuvo lugar en el año 1806, cuando las tropas inglesas fueron vencidas por las tropas porteñas, conformadas por milicias urbanas y refuerzos militares de la ciudad de Montevideo al mando de Santiago de Liniers. Las tropas inglesas, al mando del general Beresford, intentaron desembarcar en la ciudad de Ensenada, pero al verse imposibilitadas por la defensa de las fuerzas porteñas solo pudieron arribar por la ciudad de Quilmes. Los ingleses avanzaron hacia la ciudad capital el día 27 de junio y tomaron el poder político de Buenos Aires, expulsando al virrey Sobremonte de su cargo e imponiendo nuevas leyes comerciales que provocaron un gran descontento entre los pobladores. El conflicto se extendió por más de un mes, hasta que las milicias urbanas y las tropas de Santiago de Liniers lograron expulsar a los ingleses, quienes se rindieron pero no se dieron por vencido. 

Barcos en el puerto 

“En 1806, al establecer los ingleses el bloqueo, se  encontraban en el puerto de Montevideo once naves portuguesas, dieciséis norteamericanas, dos danesas y una prusiana”. (Archivo General de la Nación).  

1807 - 2ª Invasión inglesa 

Esta invasión sucedió el 28 de junio. En esta ocasión las flotas estaban al mando del general Whitelocke. Victoriosos en la toma de Montevideo, las tropas inglesas habían desembarcado en Ensenada y se dirigieron hacia Quilmes, para luego avanzar hacia la ciudad capital y realizar la conquista. Las tropas criollas, por su parte, se organizaban y esperaban a los ingleses para combatir y defender su territorio. Para esta ocasión, no solo las tropas militares y las milicias urbanas estaban preparadas para enfrentar a los invasores, sino también los vecinos que arrojaron agua hirviendo y piedras a los ingleses desde los balcones. Luego de unos días de conflictos armados, se logró reducir el ejército inglés e imposibilitando la segunda invasión. 

¿Por qué las invasiones?

Entre las principales causas de las invasiones se encuentran las siguientes:

El avance tecnológico dado por la Revolución industrial en Inglaterra hizo que necesitaran de materia prima y fueran atraídos por Buenos Aires.

La necesidad por parte de los ingleses de encontrar una nueva colonia, ya que habían perdido el dominio sobre el territorio de los Estados Unidos.

El bloqueo comercial impuesto por Napoleón, el cual imposibilitaba la llegada de materia prima a Inglaterra.

Su tradicional enemistad con España, la que en ese momento estaba al mando de Buenos Aires.

¿Podemos solos? 

Debido a que los habitantes de Buenos Aires se han defendido por su cuenta, sin la ayuda del Virrey, entendieron que poseían fuerzas propias, lo cual despertó el interés por la Independencia de Argentina. Al no poder conquistar Buenos Aires, Inglaterra decidió cambiar de estrategia y comenzó a tratar diplomáticamente al Virreinato del Río de La Plata para su beneficio comercial.

Familia real de Portugal

En el mes de noviembre, cuando las tropas de Napoleón estaban ahí nomás, a las puertas de Lisboa, zarpa una flota con 15.000 personas a bordo (nobles, jueces, abogados, obispos, religiosos, médicos, criados y cocineros). Una fuerza inglesa de 7000 hombres escoltaba a la familia real hacia Brasil. Mientras en Portugal empezaban sus peores años, en Brasil  comenzaban los cambios. Las naves hicieron la primera escala en Salvador de Bahía, que fue la primera capital del Brasil Colonial. Arribaron en Enero de 1808 unos 15.000 portugueses: El Príncipe regente Juan VI° (cuya madre la Reina María 1ª de Braganza había sido declarada insana) y ocupó su lugar.  Esta llegada de la Corte a América cambió la historia de Portugal y del Brasil. Río de Janeiro fue la ciudad más favorecida por la visita de la Corte que incorporó, de un solo golpe, 15.000 personas de origen europeo, a las que pronto se sumaron comerciantes, profesionales y artesanos portugueses, ingleses y de otras naciones. En diez años la capital duplicó su población que pasó de 50.000 a 100.000 habitantes. 

Revolución de Mayo 

La fragata Juan París, atracada en Montevideo, trajo la noticia de que Napoleón se apoderó de España; había caído Sevilla en poder de los franceses; Andalucía estaba enteramente ocupada por las tropas del emperador de Francia; la Junta Central quedó disuelta y sus miembros se encuentran detenidos en Jerez de la Frontera. 

En la Península dos gobiernos se disputan el reconocimiento popular como representantes del rey Fernando VII. La Junta de Gobierno constituida en Cádiz y el Consejo de Regencia instalado en la isla de León. 

En definitiva, España como Estado soberano prácticamente ha desaparecido, su territorio, ocupado en su totalidad por fuerzas extranjeras, carece de gobierno propio. El virrey Cisneros advierte que su condición de tal carece ya de legitimación al desaparecer la autoridad que lo designó, la Junta, y así comienzan los primeros pasos que concluyen con la revolución del 25 de mayo de 1810. 

Rosas se borró 

Juan Manuel de Rosas por entonces tenía 17 años. El general José María Sarobe, al publicar en 1941 su estudio sobre Urquiza y la batalla de Caseros, y al tener que referirse al sofisma del nacionalismo rosista, agregó una síntesis muy acertada sobre las muestras patrióticas del personaje. 

Allí se señala de manera irrebatible que “Rosas fue uno de los pocos varones de la generación de Mayo que no sintió el noble y ardiente anhelo de concurrir con su esfuerzo al triunfo de la libertad en el suelo de su patria y de la América”. 

Sobre la actuación del futuro dictador señaló Sarmiento en Facundo, que Rosas y toda su familia pertenecieron al partido de los “godos”. “Rosas no era —continúa diciendo el general Sarobe— de la pasta de héroe de un Juan Lavalle que, cediendo a los impulsos de su noble corazón, sentó plaza de cadete a los 15 años en el regimiento de Granaderos a caballo; que a los veinte, era promovido a capitán por mérito de guerra en el campo de batalla de Chacabuco; y a los veinticinco lucía su escudo celeste en el brazo izquierdo con la noble leyenda: “El Perú al heroico valor en Riobamba”.

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