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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

Pedro Mártires Villalba

Casi anónimo guerrero de Curuzú en la Guerra contra el Paraguay  
Guerra. Villalba presencia la muerte de Solano López en el Río Aquidaban.

Por Juan Carlos Raffo

Especial para El Litoral

Con don Pedro Mártires Villalba se fue una de las últimas reliquias vivientes, resto del pasado glorioso de Curuzú Cuatiá. 

Murió a los 91 años, sereno, tranquilo, modesto y pobre, como lo fue toda su vida. Héroe anónimo de esa masa ciudadana que se llama pueblo.

Su historia es singular, como la de muchos correntinos que han ofrendado su vida por la Libertad, la Organización Nacional y la Constitución Nacional que nos rige desde 1853.

Empeñado y con honor y entereza como siempre en la historia,  nuestro país entra de lleno en la guerra contra el Paraguay. El 14 de marzo de 1865 el presidente paraguayo Francisco Solano López solicita a Bartolomé Mitre, presidente de los argentinos, que le autorice cruzar con su ejército por Corrientes para enfrentar a los brasileños en tierra uruguaya.

Esta fue la primera chispa que enciende la hoguera que envolverá a América del Sur en una guerra de dimensiones impensadas. 

 La solicitud de permiso paraguaya era para atravesar el territorio argentino, particularmente el de Corrientes, con el fin de que sus tropas puedan acudir en ayuda de la Banda Oriental. La Cancillería argentina rechazó el pedido por indicación del presidente Mitre, por considerar que tal permiso significaba igual autorización para el Brasil y convertir el territorio nacional, y en especial el suelo correntino, en campo de batalla. Paraguay nos declara la guerra. El 8 de abril llega la comunicación a Buenos Aires en la que informa que el Congreso guaraní, en su sesión del 18 de marzo, tomó la drástica decisión. El 13 de abril de 1865 es ocupada la ciudad de Corrientes y comenzaba así la guerra de la Triple Alianza, prolongada y sangrienta contienda que dura hasta 1870.

Los efectivos invasores están compuestos por 4000 hombres, de los cuales una cuarta parte pertenece al arma de caballería. No se registran combates, y el gobernador de Corrientes Manuel Lagraña decide instalar su gobierno en San Roque, tomando todas las previsiones para la defensa. El mandatario colocó a la provincia en estado de asamblea militar y llamó a las milicias a todos los hombres útiles entre 17 y 50 años, poniendo al frente de las mismas al coronel Desiderio Sosa. Corrientes tuvo que aguantar en soledad la invasión hasta en su primera etapa.

El curuzucuateño Villalba, jóven de 17 años, fue de los primeros en llegar al Campamento de “Concentración” en el Batel, incorporándose de inmediato entre los que se alistaban para marchar contra el invasor del suelo correntino en carácter de soldado raso. 

Se suma Villalba al ejército que armó Nicanor Cáceres y llegaba a San Roque con 1500 hombres, que sumados a los ya reunidos, totalizaron 5000 efectivos. 

Se leyó una proclama del general Mitre que le asignaba el título de 1ra. División de Vanguardia y la ponía a las órdenes de Nicanor Cáceres, comenzando así una guerra de guerrillas llevadas a cabo por correntinos contra las avanzadas y exploradores del ejército paraguayo de 25.000 soldados que, disciplinadamente, comenzaba su avance desde la capital hacia el sur por la costa del Paraná.

Villalba acompañando a Nicanor asistió a la Reconquista de la Ciudad de Corrientes y estuvo en Paso de la Patria, Estero Bellaco, Humaitá, Curupaití, Lomas Valentinas y tantos otros encuentros sangrientos. Después hizo toda la Campaña del Paraguay, siempre en el modesto puesto de soldado humilde, pero con SUBORDINACIÓN y VALOR.

Fue de los primeros del Contingente Argentino que llegó en aquel 1° de marzo de 1870 a las orillas del Aquidaban para comprobar la muerte del Presidente del Paraguay, general Francisco Solano López, que había cumplido su promesa formulada al general Bartolomé Mitre, cuando en Yataytí Corá, le invitaba como condición indispensable para la Paz a su abandono del gobierno, el tirano le contestó: “Eso me lo impondrán sobre mi última trinchera, en los confines del Paraguay.” Y ya firme en su resolución y ante el destino inexorable, agregaba: “Si es así, moriré con mi pueblo”.

El 1º de marzo de 1870 lo matan en Cerro Corá, norte de Paraguay a orillas del río Aquidabán. Con esto termina su loca aventura de llevar a la guerra y a la muerte a casi toda la población masculina activa de su país, inclusive niños. Cuando encuentra la muerte estaba acompañado de sus hijos y su esposa Elisa Alicia Lynch (37 años), quien cavó su fosa con sus propias manos.

Fue el último combate de esta larga y sangrienta guerra que libró la Triple Alianza contra el Paraguay. El enfrentamiento fue corto y encarnizado, donde en un tramo de la lucha un sargento brasileño, Francisco Lacerda, apodado “Chico diablo”, se abalanza sobre el mariscal para tomarlo prisionero, pero este se resiste espada en manos y recibe un tajo en el vientre. Desangrándose López va hacia el río, en cuyas aguas penetra, tiñéndolas de rojo. El general Camara lo alcanzó de a caballo intimándolo a rendirse: “Muero con mi patria” respondió el paraguayo sableando el aire. Allí nomás cayó muerto.

De regreso, el general Emilio Mitre hermano del Presidente y Jefe del Ejército, iba licenciando las tropas a su paso por las poblaciones y al llegar a Curuzú Cuatiá, las autoridades y pueblo de esta ciudad, como había sucedido en Mercedes, le brindaron sus homenajes; siendo uno de estos actos un gran baile de honor, que se realizó en la casa actualmente de propiedad de la señora de Inchauspe (antes de Victorio Gauna), frente a la Plaza Constitución (hoy Belgrano), por calle Castillo. 

Villalba, antes de colgar su sable, formó en la Escolta del general Emilio Mitre, presenciando así una de las fiestas más memorables de la época y de más grato recuerdo. 

Quedan aún dos damas que lucieron con su juventud y su donaire la belleza y la prosapia de las correntinas, me refiero a Misia Lucianita Gauna de Virasoro y a Misia Ramonita Rosa Romero. Más de un oficial y un edecán quedo prendado de las niñas curuzucuateñas.

Villalba estuvo formando legión con el bravo coronel Valerio Insaurralde, la primera lanza curuzucuateña y lo acompañó también en la desgraciada jornada de San Jerónimo, a tres leguas al noreste de Curuzú Cuatiá el día 6 de febrero de 1972 y asimismo asistió a la Batalla del Tabaco, el 4 de marzo de 1872, donde lo derrotó el coronel  Santiago Baibiene, provocando la caída del Gobernador Dr. Agustín P. Justo. 

Villalba siempre estuvo firme y listo para el “ocapuro sapua”, formando entre los bravos y oscuros “carne de cañón” de la mesnada aguerrida. 

Hasta hace muy poco tiempo, la figura legendaria de don Mártires era admirada y respetada por quienes conocían su historial heroico pero sencillo y humilde, que a largos trazos lo contara él, con esa parquedad del héroe, que creía haber contribuido siempre a hacer bien su accionar cumpliendo la orden del “Rubichá” en cuantos entreveros era necesario actuar para la organización y afianzamiento de nuestras instituciones democráticas.

Vayan pues estas sencillas líneas como homenaje sincero de este pueblo de valientes, para el último valiente que se nos fue.

Acaecido su fallecimiento, el Jefe del Distrito Militar N° 28, Tte. Cnel. Arturo Naveira, enterado del fallecimiento dispone su velatorio en la sede del Distrito, en intersección de las calles Rivadavia y Castillo, con una guardia de honor de 20 soldados que también lo acompañan al Cementerio, donde hacen uso de la palabra el mismo Jefe Militar y un Sargento.

Gran parte de los datos están en el periódico CULTURA N° 2389 y en el Libro de Defunciones del año 39 del Registro Civil, Acta N° 194, que dice de manera resumida: “El 3 de julio de 1939, Justino Ezcurra, Jefe de éste Registro, declara que Alfredo Ellero, de 25 años, casado, es testigo que el 2 del cte. a las 03 horas de la madrugada, falleció de Miocarditis, don Pedro Mártires Villalba, de 91 años de edad, viudo, agricultor, de padres desconocidos. Asistido por el Dr. José María García Bes. Testigo Carlos Iconicoff”.

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