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Jazz argentino

El jazz argentino como baile reinó por mucho tiempo, con calificados intérpretes.

Prosperó con tal fuerza, que ya en el 30 “tiraba manteca al techo”, llenando pistas, lugares sociales de encumbradas familias porteñas. Pero la fuerza de la Radio y del Cine permitió el tuteo con el ritmo vivaz de USA, por su permanente difusión, familiarizándose con las figuras internacionales y sus respectivos cultores más allá del río Colorado.

El jazz recaló, mediante la contratación de la banda norteamericana dirigida por Don Dean Mac Cluskey con sus “Estudiantes de Hollywood”,por el Alvear Palace Hotel de Buenos Aires.   Don Dean,  enamorado de una argentina, con solo 27 años decidió quedarse a vivir para siempre; dos de sus hijos, Alex y Buddy, conformaron con los argentinos Eduardo Morel Quirno y Eduardo Sanoner, el popular Grupo Vocal “Los Mac ke Mac´s”. Don Dean también es el padre del popular Donald, uno de los más chicos.

La anécdota sirve para ilustrar cómo florecía creciendo su fama como ritmo vivaz, gran animador de bailes donde se alternaba jazz y tango, como era costumbre entonces.

En el firmamento se lucían Duke Ellington, Count Bassie, Benny Goodman, Glenn Miller, los que tuvieron un efecto contagiante en la formación de grupos nacionales que recorrieron radios y pueblos del interior del país.

El clarinete como instrumento también tuvo su apogeo en el jazz argentino, tomando como referentes ineludibles a Benny Goodman, Artie Shaw y Buddy Herman.

Fueron muchos los anotados, pero la ductilidad y gran simpatía como el sonido impecable, hicieron de Alberto Morales Luque, cordobés de origen, más conocido por su seudónimo artístico de Barry Moral, un músico muy escuchado y bailado.

Barry Moral era clarinetista, saxofonista, Director de Orquesta, cantante, y compositor de jazz. Llegó con la orquesta del pianista René Cóspito, la “Santa Paula Serenaders” de Raúl Sánchez Reynoso, con Héctor Lagna Fietta, y cantó también con Osvaldo Norton.

Pero el repertorio, el depurado estilo, los arreglos, era como tener a Goodman, Shaw o Herman, desgranando sus mejores temas, en un recital donde el baile era primordial, como veíamos en películas, con pistas desbordadas, repletas, entregadas al jazz en su pleno apogeo.

Barry Moral formó su orquesta en 1942, con el Trío Vocal los 3 Caballeros. Se llegó a presentar en ciclos de Radio El Mundo, Splendid, como así Radio Carve de Montevideo, en la porteña “Boite Marabú”, como en la “Confitería Cabildo”.

Recuerdo que con mis padres, siendo adolescente,  lo vimos a Barry Moral y su banda en el Salón Monumental de la calle Junín, actuando simultáneamente con la orquesta tropical del baterista Tony Cefalí. 

Pero recordemos brevemente las orquestas argentinas de jazz que transcurrieron por radios: Eduardo Armani, Eugenio Nóbile y su orquesta Panamericana, “La Armony Club”, Luis Rolero, Bubby Lavecchia, el trompetista Roger Santander, Horacio Malviccino, Los Bambucos, Los Estudiantes, Jazz Casino con Héctor Juncal y Trío Bambi, La Jazz San Francisco con  la voz de un joven Alberto Cortéz, Jazz Los Comandantes, Joe Ríspoli, Ray Nolan con Marito Cosentino y la voz de Marty Cosens, Hugo Forastieri, Lupe Cortéz y su Habana Jazz, La Porteña Jazz Band, Santa Anita, Jazz Casablanca con Eda Lía y Raúl Montero, Osvaldo Novarro y sus Hawain Serenaders, Varela-Varelita, Oscar Alemán, la Big-Band que su Director el saxofonista Jorge Anders la vuelve a retomar a su regreso de los Estados Unidos, Panchito Nolé, Raúl Fortunato con la joven cantante Estela Raval donde militaba su esposo Romero como primera trompeta, Tito Alberti, Ameph Ratiff y sus Cotton Pickers de Buenos Aires, la Big-Band que armó el afiatado e inquieto pianista, que es “Pampero” Navarro, Dan DÁngelo y su banda, Los Soldaditos de Jhonny, etc.

Pero el mérito, la fuerza fundante, la pusieron esos grandes músicos del principio de la historia que hicieron de las orquestas de jazz en la Argentina, un divertimento para bailar y disfrutar, sin imaginar el alcance de sus calificadas entregas.

Aclaremos que esta constelación de orquestas que emprendían el jazz como así la música tropical, estaban conformadas en función netamente de baile, y lo más notorio y encomiable es que los músicos, específicamente de vientos, salieron de las escuelas de formación de las Bandas Militares argentinas.

Era como se veían en películas de Hollywood, ómnibus especiales cargados de músicos e instrumentos, con el clásico cartel de ORQUESTA EN GIRA. La demanda era tal que se sucedían cubriendo bailes y presentaciones diversas a lo largo y a lo ancho del país.

Por supuesto, como decíamos al principio, los medios prestaban su gran aporte de difusión con una profusa “andanada” de grabaciones, registros musicales donde los sellos discográficos en juego cumplían religiosamente, la tarea de darlos a conocer.

Me tocó, en el Club San Martín, conversar con un joven Eddie Pechenino, trombonista y cantante con Dana Kelly, en la súper banda de Héctor y su Jazz, descomunal Big-Band dirigida por el hermano del tanguero Francisco Lomuto.

Todo esto previo al rock y la música pop, que posteriormente inundó al mundo con una pila de registros, con la evolución de los medios y la tecnología al servicio de los mismos.

Lo de las orquestas de Jazz bailables, en la Argentina tuvo su localía de alta jerarquía, dada la ductilidad de los músicos de interpretar como propios los más diversos ritmos.

Gillespie, Ellington y Harry James, cuando tocaron de paso por Buenos Aires, no dejaron de elogiar su admiración y el asombro por estos intérpretes de indudable formación, de donde surgió un calificado Lalo Schifrin.

La música ha sido siempre una virtud que nos enorgullece a los argentinos, recordemos a “Gato” Barbieri, argentino de pura cepa nacido en Rosario. La música de jazz, más que terapia, es un regalo anímico en el que la creación es el hábito mejor guardado.

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