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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Realidad vs. expectativa

La realidad argentina hoy nos da una bofetada. La economía es un infierno, la política no ofrece una tregua a las mortificaciones diarias y lo que decanta de ellas, sería literatura futurista (y no utópica). Sin embargo, hay algo seguro: se aproximan cambios. Para un lado o para el otro, la modificación del escenario es una certeza, aunque falta algo indispensable para que no se arruine a punto tal de lamentar cómo subsisten los efectos de la pandemia, la sequía, la guerra y cuanto etcétera entre en las conferencias de prensa de la portavoz presidencial Gabriela Cerruti.

Esa clave está en la experiencia. Hace falta, para lo que viene, que no haya improvisaciones. Al respecto, ayer escribió en Infobae la autora identificada con el seudónimo Catalina de los Ríos y es muy recomendable conocer sus fundamentos.

“Durante finales de 2015 y principios de 2016, el país entro en un tobogán del que no ha podido salir hasta la actualidad. Fue una etapa económica marcada por la contracción, quiere decir que los argentinos fueron menos ricos que cuando se inició la administración de Mauricio Macri. En términos macroeconómicos, no fue exitoso tampoco porque el producto bruto por habitante acumuló una caída del 10% en una década.La mayoría del resto de las variables fueron coherentes con la situación general, sumado al salto cualitativo y cuantitativo que tuvo la tasa de pobreza cercana al 40% para fines del gobierno.

La espada de Damocles hasta la actualidad es la deuda pública que pasó a USD 74.000 millones. El ratio aumentó de 49% a 94%. También lo hizo la deuda con los privados y los organismos multilaterales. En 2018 la Argentina recibió el préstamo más grande en la historia del FMI: USD 56.000 millones. Cada argentino nacido para esa fecha ya debía 1.2 millones.

Producto del empobrecimiento de la sociedad, en 2019 Juntos por el Cambio, la coalición del PRO, el radicalismo y otros partidos, perdieron las elecciones a manos de la alianza peronista Frente de Todos. Pocos meses luego de haber llegado al poder, el nuevo gobierno debió responder al confinamiento mundial producto de la pandemia.

Con responsabilidades internacionales que afrontar, deudas públicas que asumir y un ego personalísimo de Alberto Fernández fuera de control, la ventana de solución de los grandes problemas arrastrados y propios se iba achicando. La sociedad cada vez más pobre; la distancia entre los que pueden y los que, simplemente, no es abismal.A la actualidad, y pese a los esfuerzos de algunos integrantes de la coalición gobernante, Fernández acumula una inflación del 324%, los cuatro años de Macri representaron 295%, mientras que los 15 años de kirchnerismo estuvieron marcados por un índice inflacionario total de 293%, que encima se acompañaron con acuerdos salariales que se establecieron por encima de ese porcentaje.

En este marco económico de desintegración de las clases sociales, al punto en que solo se reconozca las dos puntas más alejadas del lápiz, es donde crecen líderes con poder psicológico de persuasión que solo pueden tener sustento metódico en la autocracia. Javier Milei es nuestro Donald Trump. El derecho no es percibido como colectivo, en las sociedades digitales son individuales. Este candidato, que toma herramientas del mercado financiero para convertirse en un producto del marketing político, utiliza las nociones filosóficas del profesor surcoreano Byung-Chul Han que asegura que en esta modernidad nos explotamos a nosotros mismo convenciéndonos de que en realidad nos estamos realizando.

Espejitos de colores que solo satisfacen el preconsciente. El futuro de Argentina necesita de alguien preparado. No un jinete de las emociones y los rating. Contra todo pronóstico tarotista, varios economistas internacionales describen un porvenir esperanzador para nuestro país. La apuesta se concentra en cuatro sectores claves: agroindustria, energía, minería y servicios digitales. Un ejemplo. Con la puesta en marcha del gasoducto Néstor Kirchner la economía pasará de un déficit comercial energético de 5 millones de dólares anuales a un superávit de 15 millones en dos años. Otro ejemplo: JP Morgan calcula que en 2030 nuestro país será el tercer productor mundial de litio, una industria que empieza asomarse. Lo que viene no requiere improvisación, falta de contenido, excesos de eros, o simplemente cáscara. La Argentina necesita de un profesional de la política con la firmeza de la convicción del deber hacer una gran Nación en tiempos de guerra”.

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