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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La utopía posible

Frente a las elecciones de las incertezas y ante la razonable bronca ciudadana, detonante de todo tipo de impulsos reprobatorios cada vez que toca la tortura de afrontar el cajero del supermercado, los pronósticos para el 22 de octubre abren el abanico para mil teorías sin que ninguna convenza. 

¿Chi vincerá? Chi lo sa. El italianismo solamente busca darle una pizca de simpatía inocua a la pregunta que todo el mundo se hace en las calles, en las casas, en los lugares de trabajo y hasta en los mingitorios. Porque muchos quieren votar a Javier Milei como castigo a los dos gobiernos precedentes, que a todas luces han fracasado en la faz económica. Pero muchos de esos muchos tienen miedo de lo que el despeinado candidato haga con el poder una vez sentado en la Rosada.

Ni el orfebre Pallarols se salvó de la diatriba del libertario, quien hace intentos de moderarse mientras desde las trincheras adversarias exponen sus desatinos escarbando en lo más recóndito de los archivos. El vocablo “mogólico”, utilizado por el economista para desprestigiar a uno de sus colegas, fue pronunciado hace cuatro años, pero se instaló recién ahora al punto de merecer el repudio de una agrupación que protege a los niños con síndrome de Down.

¿Desquiciado? ¿Un gran apasionado por sus ideas? ¿Teórico sin chances de consumar? Todo eso puede ser Milei, definido por The Economist (uno de los medios liberales más prestigiosos del mundo) como “un riesgo para la democracia argentina”. Con eso sería suficiente para dejarlo fuera de combate, pero el problema es que sigue instalado como favorito porque las otras alternativas no despegan con la potencia necesaria para limarlo.

Mellada por la interna fratricida en la que innecesariamente cayó Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich hizo un buen intento con el reclutamiento del locuaz Carlos Melconian, pero el sincericidio del ex presidente del Banco Nación y actual jefe de la Fundación Mediterránea volvió enturbiar las cosas cuando al presentar su plan en formato físico en el programa de Fantino (una resma de papeles impresos bastante alta) espetó: “Espero que no haya que tirar todo esto a la mierda porque ya tengo los huevos al plato con los jóvenes que se van”. Lo dijo emocionado, pero sonó a derrotismo.

De Sergio Massa qué más se puede decir que no se haya dicho. Es como “Dos Caras”, el villano de la doble personalidad que intenta acabar con Batman. Candidato a presidente con promesas de que en su futura gestión la economía entrará en recuperación y, al mismo tiempo, ministro de Economía de una administración fallida cuya imagen, por estos días, es equivalente a la que marcaba la figura del ex presidente Fernando De la Rúa en diciembre de 2001. 

Mientras tanto los simples mortales, desde changarines a emprendedores, desde cuentapropistas a asalariados, compran fideos, aceite y patamuslo con la sensación de que los billetes de 1000 pesos se diluyen como figuritas de Monopoly, sin soluciones a la vista salvo por un detalle que quizás el ciudadano de a pie no logre visualizar en medio de la vorágine: en tren de comparaciones, las proyecciones argentinas para el futuro cercano son prometedoras, al punto que no faltan vaticinios optimistas como los esbozados por el abogado experto en finanzas Carlos Maslatón.

“La Argentina está bullish”, repite el ahora popular columnista del programa filo-K “Duro de Domar”. Maslatón fue en tiempos universitarios fundador de la UPAU, brazo estudiantil de la Unión del Centro Democrático alguna vez encabezada por Álvaro Alsogaray, aquel ministro que durante la pseudodemocracia del presidente temporario José María Guido pronunció la frase “hay que pasar el invierno”. Es decir que experiencia para anticipar devenires económicos no le falta.

¿Por qué “bullish”? Se trata de una expresión que en los mercados se utiliza para describir escenarios con tendencia alcista. En una entrevista concedida a Perfil, Maslatón explicó que después de momentos críticos como los que padece el país desde mediados de la década pasada, y una vez que la opinión pública se ha tornado escéptica bajo la convicción de que “todo es un desastre”, se produce “un milagro de las finanzas que es una recuperación explicada en el hecho de que la economía se mueve en contra de los fundamentos”.

Lo del abogado libertario (que alguna vez fue miembro del círculo áulico de Milei) se parece bastante a la remanida frase de los ámbitos bursátiles que reza “todo lo que sube baja y todo lo que baja sube”. En realidad no es tan así, porque si bien los altibajos existen, en promedio muchas corporaciones globales mantienen una rentabilidad a prueba de toda contingencia.

De todas formas es lindo escuchar que por lo menos uno de los opinadores más requeridos por la mass media ve el futuro desde una perspectiva positiva, aunque lo haga con un criterio subjetivo en el que predomina más su observación empírica que el rigor técnico de un idóneo en los vaivenes de la siempre difícil economía argentina.

Para apuntalar la mirada cándida de Maslatón habría que adentrarse en el análisis que trazó hace pocos días el consultor (y ex viceministro de Economía de Kicillof) Emmanuel Alvarez Agis, quien convocado por el Banco del Chaco disertó en Resistencia frente a un nutrido grupo de empresarios y clientes para advertir sobre la falta de consensos políticos como factor determinante para el desmoronamiento de los planes económicos que fueron articulados en la historia nacional. 

Dijo Álvarez Agis que el problema argentino, más allá de los errores garrafales cometidos por conducciones anteriores (incluyendo la que se halla en curso), es fundamentalmente político en razón de la falta de consensos que ha caracterizado a los bandos en pugna. Así murió el Plan Austral de Alfonsín y de la misma forma, aunque con éxitos primordiales en el primer tramo de la presidencia de Carlos Menem, estalló la convertibilidad.

Pero el punto es que en la coyuntura geopolítica actual hay señales de que los vientos adversos que padeció el país en los últimos lustros podrían virar el curso. El consultor profundizó al hacer foco en la realidad de 2017, cuando la falta de reservas y el endeudamiento también representaban una amenaza para la economía tanto en lo macro como en lo micro. “En ese momento la soja no tenía precio, la energía no existía, Vaca Muerta estaba frenada, el gasoducto no estaba y el litio era algo difuso”, recordó.

Por ende, la dinámica de lo venidero tiene su lado bueno. Hoy, a diferencia de hace 5 años, la Argentina está por primera vez en muchos años ante una instancia favorable como pocas, dado que todo aquello que puede venderle al mundo alcanza muy buenos precios internacionales. Destaca Álvarez Agis: “Soja, carne, pollo, cerdo, vino y a todo eso se suman condiciones excelentes del país para la explotación competitiva en el triángulo del litio”, además de las fortalezas íncitas del ser nacional como es el caso de “la economía del conocimiento y la biotecnología”.

“Además tenemos un loco que decidió invadir Ucrania y dejó a toda Europa sin energía”, añadió. En resumen, el diagnóstico del economista que disertó recientemente en Resistencia y el arrebato “bullish” de Maslatón terminan coincidiendo: hoy Vaca Muerta es una realidad, el gasoducto (aun a duras penas) avanza, el precio de la soja está en alza y los chinos demandan carne argentina en el marco del acuerdo de financiamiento conocido como “swap”.

Dicho todo esto, el anhelo quimérico de un Banco Central lleno de dólares, un mercado laboral de bajo o nulo desempleo y un crecimiento sostenido por exportaciones rentables a más no poder, asoma entre las posibilidades que se presentarán después de diciembre, una vez que la sombra de Alberto Fernández entregue los atributos del mando. Llegada esa instancia crucial, los argentinos habrán sufragado y, con sus votos, habrán ungido al encargado o a la encargada de convertir esa utopía en realidad. El dado está en el aire.

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